Rafa Nadal se impuso ayer al argentino Diego Schwartzman en semifinales de Roland Garros, por 6-3, 6-3 y 7-6 (0), en 3 horas y 8 minutos, y optará mañana a su decimotercera Copa de los Mosqueteros. Por sexta vez, Nadal alcanza la final de París sin haber perdido un set en su camino. Para lograr su triunfo 99 en Roland Garros, Nadal, de 34 años, tuvo que emplearse a fondo contra el rival que le endosó hace unas semanas su única derrota tras el confinamiento en el Masters 1.000 de Roma y que durante el primer set, que superó la hora de juego, tuteó al defensor del título.

Roland Garros se pareció algo a Roland Garros, también en la pista, donde el español prosigue su trayectoria inmaculada en los últimos escalones del torneo, sin derrotas a partir de semifinales, cuando su juego ya se ha rodado suficiente y alcanza su más elevado nivel.

Nadal solo ha cedido dos sets en semifinales y Schwartzman no le robó ninguno, aunque frente al argentino el partido fue un intercambio de zarpazos, interminables idas y venidas de bola.

El argentino tuvo opciones en el primero, más disputado de lo que dice el marcador, que sobrepasó la hora de juego y en el que ambos tuvieron alternativas. Pero mientras Schwartzman solo aprovechó una de las bolas de rotura de que dispuso, Nadal ganó las dos que tuvo y no dejó que su rival se apuntara su servicio hasta el sexto juego, cuando el reloj ya marcaba 45 minutos de partido. El español mantuvo la ventaja y se apuntó la manga.

Si ya era difícil la tarea que traía el argentino, destronar al rey en su feudo, con un set por debajo parecía titánica y el bonaerense debió sentir el peso de la dificultad, porque su tenis perdió un punto de tensión.

No se fue del partido, pero cedió la iniciativa, hasta ese momento compartida, al español, que a la segunda intentona ya le arrebató el saque, sin que pareciera en condiciones de reaccionar un Schwartzman que se fue desdibujando.

Solo en el sexto juego hubo un intento de rebelión, tibio, un 0-30 que coreó el público deseoso de que el duelo recobrara brío. Pero lo acalló el español con un par de golpes magistrales.

No tiró el partido el argentino, que en el tercer set cedió su saque, pero lo recuperó en el quinto y de nuevo, tras cederlo al siguiente, en el séptimo.

Dispuso de tres bolas de rotura en el décimo, que le hubieran puesto en situación de servir para apuntarse el set, pero de nuevo las dejó escapar. Forzó un juego de desempate en el que perdió la precisión y cometió varios errores que no le permitieron disputarlo.

"Estoy en una final, no he perdido ningún set, no puedo decir otra cosa que no sea que estoy bien. Pero hay otros Roland Garros en los que me he sentido más seguro, que mi sensación de juego era mejor", aseguró el español.