Barcelona,Horas después de la derrota de Lisboa, Josep Maria Bartomeu repasó en la intimidad las monumentales crisis que habían sacudido al Barça, intentando extraer lecciones para enfrentarse a la actual desencadenada por un hiriente 2-8 que había desnudado a todos. Se pone hoy en marcha el proyecto de Ronald Koeman envenenado por el caso Messi. El astro ha decidido no presentarse hoy a las pruebas PCR, un asunto cuyas consecuencias resultan imprevisibles porque las posturas están cada vez más alejadas. El asunto recuerda al nacimiento del Dream Team de Cruyff quien apareció en el Camp Nou en 1988 cuando Núñez estaba contra las cuerdas por el Motín del Hespería en el que la plantilla al completo pidió su dimisión.

Ahora, Messi quiere irse, pero Bartomeu no lo quiere dejar libre bajo ningún concepto. Y menos al Manchester City de Pep Guardiola, un rival directo en la Champions (como el PSG), aterrorizado como está la junta ante la posibilidad de ver al argentino con otra camiseta que no sea la azulgrana.

Mientras meditaba la respuesta al “Lisbonazo”, en ningún momento se planteó la dimisión Bartomeu siguiendo así lo que trazó en su día el propio Núñez. No intuía entonces el presidente del Barça que lo peor estaba aún por llegar. Sí sabía el dirigente desde hacia varios meses la intención del argentino porque había recibido mensajes en esa dirección, pero se resistía a creerlo.

Ahora, Bartomeu no quiere ni sentarse a hablar con el capitán, argumentando que solo lo haría para renovarle por dos años como ya tenía previsto antes de que el jugador paralizara las negociaciones. Así se lo ha trasladado a Jorge Messi, padre del capitán, en las dos conversaciones que ha mantenido en las últimas horas. El único pacto que ofrece Bartomeu es la renovación. No hay venta y mucho menos carta de libertad, refugiándose en los 700 millones que fija su cláusula de rescisión.

Pero Messi, que estaba cansado de ser desoído por el club, documentó ese deseo con el envío de un burofax, que certificaba, ahora sí, el final de la historia porque proclamaba legalmente el deseo de acogerse a la cláusula, que había firmado con el presidente (2017), que le permitía irse de su casa. Una cláusula que el club insiste en dar por caducada, a pesar de que Messi, en cambio, considera que puede ejecutarla.