Messi se va. El Barcelona y, lo que es más importante, el fútbol y el entretenido negocio que le rodea, se quedan. Otros se fueron antes que Messi. Se marcharon Cruyff y Guardiola, y el Barça permaneció; se marcharon Di Stefano, Raúl, Butragueño... y el Madrid volvió a ganar seis copas de Europa. Hasta murió Juanito y el equipo de Chamartín continuó ganando, empatando y perdiendo contra los azulgranas; y por las Ramblas ya se veía a niños con camisetas de Rivaldo cuando Messi no era más que una estrella en elaboración gestándose en las calderas canteranas culés.

Se marcha Messi, sí, pero no dejen que la lágrima les roce siquiera la mascarilla. Es muy probable que el mejor jugador del mundo no merezca estar a las órdenes de semejante junta directiva, tan caótica, tan frágil, tan poco empática, tan fin de ciclo, tan apocalíptica como la época que nos está tocando vivir. Pero, ojo, si mi empresa tuviera a bien abonarme 50 millones de euros al año, la última razón que se me ocurriría al pedir el finiquito es mi descontento con los jefes, benditos sean. 50 kilos.

El deporte moderno, abonado a la chequera, sólo lo entienden de verdad quienes lo observan desde la atalaya del show business. Las razones del argentino, por tanto, sólo las conocen el jugador y el mundo que le rodea, su entorno y los periodistas deportivos acostumbrados a la ya no tan nueva normalidad de que traspasar un jugador no sale por menos de 30 millones de euros. Pero a Messi le ocurre lo que a tantos divos, lo mismo da que hayan salido de las calles miserables de Villa Fiorito, de los descampados polvorientos de Madeira o de una familia de clase media que se gana honradamente el jornal en el madrileño barrio de Carabanchel. Acaban teniendo un entorno al que hay que amamantar, abrevar y procurar que pasen por esta vida sin dar más palo al agua que el chapoteo en la hierba de los tacos de aluminio del cabeza de negocio, convertido en empresa matriz.

Fuentes del entorno, leemos. Y ahí está el problema. Los simples mortales carecemos de entorno más allá de la pelea por el mando a distancia y la última aceituna del aperitivo, y cuando nos vamos, ahí se acaba todo. Messi se va, y posiblemente la actual junta directiva, aunque no se acaba el fútbol ni el Barcelona ni su afición, que han visto pasar a muchos messis con anterioridad, como a tantos guardiolas y a tantos cruyffs y a tantos xavis. Al último divo también lo verán pasar. Gracias y que pase el siguiente.