Pese a recibir los elogios de sus rivales y ser aclamado por la afición brasileña, Leo Messi concluirá un nuevo torneo con sensación de fracaso, como una nueva ocasión perdida de conquistar un título con Argentina. Un logro que se le resiste y lleva camino de convertirse en una obsesión.

Argentina transmite la sensación de tener al mejor en el peor momento y, en ese proceso, ha terminado por contagiarse de la ansiedad de su capitán. Necesita de forma urgente un título y, por eso, entiende cada revés como un "volver a empezar de la nada".

Desde que "la Pulga" debutase con la absoluta, el 17 de agosto de 2005, Messi ha conocido a nueve seleccionadores, casi el doble que en el Barcelona. Los ha tenido de todo tipo. Con trayectoria en las categorías inferiores, interinos confirmados en el cargo, mitos vivientes, reputados entrenadores o con éxito en otras selecciones. Ninguno dio con la tecla para armar un conjunto ganador.

Y eso que, hasta el Mundial de Brasil, Messi siguió la evolución destinada a encumbrarle también en Argentina. Conquistó el Mundial sub'20, los Juegos Olímpicos con el equipo sub'23 y llegó a la final de la Copa del Mundo en su madurez (27 años). Una trayectoria impecable que, sin embargo, quedó marcada en el Maracaná -pese a ser elegido el mejor jugador del Mundial- amplificada la sensación de derrota por perder las dos siguientes Copas América (2015 y 16) en la tanda de penaltis.

Argentina sumaba veinticuatro años sin alcanzar la final de una Copa del Mundo y desde 1993 no levanta una Copa América, pero como, mientras, Messi ha ido acumulando éxitos con el Barcelona, una parte de la crítica y la afición albiceleste comenzó a dudar de él; que si no es tan bueno, que si no siente los colores... Críticas que contrastan con los elgios de sus rivales, siendo aplaudido incluso por la afición canarinha.

Quizá por eso, el capitán albiceleste se ha pensado hasta en dos ocasiones abandonar la selección; tras la Copa América de Chile 2015 y después del Mundial ruso. Pero siempre vuelve, convencido de que la próxima será la buena, porque aún tiene una cita con la historia.

A Brasil llegó rodeado de un plantel totalmente remozado y pese a deambular en la primera fase, apareció en el gran día contra Brasil. Creó peligro, asistió y hasta disparó al poste en una ocasión.. pero no fue suficiente.

Quejoso del árbitro, que no quiso recurrir al VAR en los dos penaltis que pidieron los argentinos, Messi ha anunciado que no tira la toalla, porque se siente arropado. Pero Argentina aún no tiene claro hacia donde encaminará sus pasos. Es un laberiento que impide a Messi ser también el más grande en su país.