El pasado miércoles, José Celedonio Rodríguez y María Gallego recorrieron los 40 kilómetros que separan Vigo de Sanabria „ el pueblo de ella „ de Mombuey para acudir a la salida de la undécima etapa de la Vuelta a España. Allí, pudieron abrazar a su nieto, Óscar Rodríguez (Euskadi Murias), uno de los ciclistas anónimos del pelotón, un joven de 23 años que aquel día se subía a la bici muy cerca del pueblo donde se hunde una parte de sus raíces.

Dos días más tarde, en el Alto de la Camperona, las miradas de los aficionados al ciclismo en todo el mundo estaban puestas en la batalla por el triunfo de etapa entre Dylan Teuns y Rafal Majka. Este último apuntaba a la victoria tras dejar por el camino a otros grandes especialistas. Faltaba kilómetro y medio para la meta cuando, de fondo, apareció un ciclista de maillot verde llamativo y gran cadencia de pedaleo.

Se trataba de un rival inesperado, un invitado a la fiesta de Majka que, poco a poco, dio alcance al polaco y le sobrepasó con suficiencia. En la agonía del último kilómetro, pocos se podían creer lo que estaban viendo. Atrás no había fuerzas. La primera etapa del tríptico por la montaña asturiana era para un chico del Euskadi Murias. Para Óscar Rodríguez, que dejaba de ser anónimo.

Nunca lo fue, obviamente, para José y María, que siguieron con atención la etapa desde que una llamada de su hija les alertó de que Óscar iba en la escapada. El matrimonio disfruta de los últimos coletazos del verano en Vigo de Sanabria y allí pudo vivir una experiencia que "no se puede explicar con palabras". "Le vimos llegar por detrás y estaba claro que los otros dos tenían la cara dislocada. Cuando quedaban 100 o 120 metros ya lo miraba sin respirar", explica el abuelo, casado con una sanabresa y natural de un pueblo cercano a Astorga.

Al ver levantar los brazos a Óscar, su familia zamorana se manejó, como el propio ciclista, entre el éxtasis y el estupor: "Pensé que esto no estaba a mi alcance", dijo él tras cruzar la meta; "no nos lo esperabamos nadie", reconoce José, que echó la vista diez años atrás para recordar cómo el niño que fue su nieto arrasaba con todo por los caminos de Vigo: "Le decíamos que se iba a pegar el castañazo y que ese deporte era demasiado sacrificado", rememora.

No hubo manera. Óscar creció en su Navarra natal, siguió empeñado en correr con la bicicleta y ahora, con su triunfo en La Camperona, muchos le señalan como una de las promesas del ciclismo patrio: "Tiene un gran porvenir por delante y va para figura", advierte su abuelo, que pasa temporadas entre Vigo y León, aunque tiene fijada su residencia en San Sebastián de los Reyes (Madrid).

Los habitantes del pueblo zamorano comentan que el matrimonio disfruta con orgullo del triunfo de su nieto. De hecho, este domingo, mientras Óscar se fajaba por las rampas de los Lagos de Covadonga, la pareja invitó a un grupo de vecinos al café para festejar la hazaña del chico que, "cuando va a Vigo, no perdona la bicicleta" y que ha pedaleado "mil veces" hasta Peces. Ahora, lo hará con un triunfo de altura en su incipiente palmarés.