La selección española lo puso todo para ganar el primer partido del Mundial. Portugal sólo puso a Cristiano, suficiente para arrancar un empate que no explica lo que ocurrió en el campo. España se sobrepuso a dos adversidades, al inicio y al final del primer tiempo, que hubiesen tumbado a cualquiera. Pero ya no tuvo tiempo a reaccionar al tercer mazazo de Ronaldo, el único realmente a la altura de su ego: un extraordinario lanzamiento de falta que dejó con el molde a De Gea. El portero español fue el símbolo de la confusión que ha atrapado a España en vísperas del Mundial: afrontó un penalti en frío, se tragó un tirito de Cristiano cuando la selección estaba dando la vuelta a la tortilla y no pudo hacer nada para evitar el empate definitivo.

De mano, Hierro no tocó nada de lo que supuestamente tenía planificado Lopetegui para el debut. Y el Mundial, por esas cosas del fútbol, recibió al nuevo seleccionador con un golpe en frío. A los dos minutos, Nacho alargó la pierna lo suficiente para que Cristiano, en una esquina del área, buscase el contacto que confundiese al árbitro. Al del campo y a todos los que escrutaban los monitores del VAR. Rocchi afinó el oído y no encontró motivos para varias el veredicto que había dado desde su privilegiada posición, a un palmo de la jugada. La espera no descentró a Cristiano.

Lo malo para España es que la contrariedad podía disparar las dudas lógicas después de tres días de locura. Lo bueno, que tenía muchos jugadores y tiempo de sobra para poner las cosas en su sitio. Lo hizo con el estilo de siempre, el del éxito de Luis Aragonés y Del Bosque. Y el que pretendía prolongar Lopetegui. Con paciencia, tejiendo la jugada desde atrás con pulcritud, la selección empezó a inclinar el campo hacia el área de Rui Patricio, que se llevó el primer susto a los nueve minutos con un remate alto de Silva. La selección empezó a encontrarse tan cómoda en Sochi que un córner a favor derivó en una contra en superioridad de Portugal, salvada in extremis por un providencial de Jordi Alba.

Así, con espacios y aprovechando el error ajeno, era la única manera de que una patosa Portugal tuviese algo que decir en el partido. El discurso lo marcaba España, con un juego coral en el que sólo chirriaba un desconocido Iniesta. Curiosamente, el empate no llegó por la vía del toque, sino por un balón largo de Busquets que Diego Costa, aislado entre los dos centrales, convirtió en una obra de arte. Ganó la batalla aérea a Pepe y después, con un par de amagos ante Fonte, cruzó un derechazo imparable.

El empate dejó a Portugal desnuda, a merced de una España con viento a favor. Tanto que un minuto después rozó el segundo, tras una jugada de tiralíneas coronada por un cañonazo de Isco que se estrelló en el larguero y botó en la línea. En el 34 estuvo a punto de llegar un gol "made in Spain", tras una combinación a toda velocidad por toda la frontal del área portuguesa coronada por un centro de Jordi Alba, un intento de remate de Iniesta y un toque de tacón de Koke que se perdió por poco junto al poste.

Al borde del descanso, el 1-1 era malo para España, pero lo que ocurrió en el 43 fue todavía peor. Los centrales se tragaron otro balón largo a la frontal, que Guedes bajó al piso con toda la ventaja para entrar al área o disparar. Pero prefirió buscar a Cristiano que, sin una posición tan ventajosa como su compañero, no dudó en rematar. Era un balón fácil para De Gea, que pagó su exceso de confianza con una de esas pifias que marcan una carrera. Salvo que tus compañeros lo arreglen.

Y lo arreglaron. Al principio pareció que España no había dejado las dudas en el vestuario, pero la reconocida incapacidad de Portugal para proponer otra cosa que una defensa a ultranza facilitó la remontada. El primer paso llegó otra vez de la forma más inesperada, gracias a una vulgar falta en el centro del campo. El toque preciso de Silva, la ventaja en el salto de Busquets ante Guedes y el oportunismo de Diego Costa obraron el milagro.

Así que España entendió que era la oportunidad de dar el golpe definitivo. Y no tardó en darlo, o eso parecía en aquel minuto 57. Ese tercer gol sí que entra en el catálogo de la mejor época de La Roja. Otra vez conectaron los jugones, que ante una defensa superada por los acontecimientos aceleraron en el pico izquierdo del área. Isco no llegó para poner la puntilla, pero el balón salió liberado hacia la otra esquina, por donde apareció Nacho para dar más lustre a su gran partido con un remate con el exterior de la bota que mandó el balón teledirigido al poste derecho y, finalmente, a la red de Rui Patricio.

La reacción portuguesa, con más garra que fútbol, y el carrusel de cambios derivaron en unos minutos de confusión, hasta que Thiago aportó el desparpajo y la serenidad que ayer le faltaron a Iniesta. Costa tuvo el "hat trick" en otro centro de Jordi Alba, pero el remate desviado no pareció ningún problema ante la evidente superioridad española. Pero el partido aún tenía reservado un último guiño para Portugal. A falta de tres minutos voló otro balón desde la defensa hacia la frontal del área, donde Cristiano controló sin oposición. De espaldas a la portería consiguió lo que quería, una falta innecesaria de Piqué que lo puso ante la gran ocasión de acaparar las miradas de todo el mundo. Y lo consiguió con un lanzamiento inapelable, que De Gea solo pudo seguir con la mirada.