La concentración de la selección en Krasnodar se ha convertido en un viaje a lo "Asco y miedo en Las Vegas", la novela de Hunter S. Thompson en la que un periodista acude a la ciudad del pecado para hacer un par de reportajes con una maleta cargada de todo tipo de drogas. Todo un canto a la paranoia y a la psicodelia. En lo que está ocurriendo con la Roja alguien se ha caído de cabeza en la marmita de metanfetamina. El sainete empezó con el Madrid anunciando el fichaje de Lopetegui, que al parecer gusta porque recuerda a Zidane (claro que sí, tiene un currículo clavadito), y prosiguió ayer con el despido en directo del seleccionador a 48 horas del inicio del primer partido de España en el Mundial. Ahora está por ver cómo prosigue, porque seguirá. Vayan preparando las palomitas, los torreznos y las birritas, que el espectáculo promete.

Para empezar, hay que esperar a conocer cómo se han tomado los jugadores el despido y cómo puede afectar en el campo cuando todo empiece. Puede entenderse que la decisión se tomó en un calentón de Rubiales en pleno ataque de cuernos tras enterarse cinco minutos antes de la puñalada de Lopetegui y al que -a pesar de ser hombre de Villar y defensor de la honradez del expresidente- había renovado días antes. Seguro que a Rubiales le hubiera gustado una escenografía más militar: sacar a Lopetegui a la calle y delante de la plantilla, las cámaras y del que empuja el carrito de los helados, que diría García, arrancarle del pecho a fustazos el escudo de España con la estrella. Pero Rubiales lo hizo dando gracias por los servicios prestados, deslizando la traición de Lopetegui y las malas formas del Madrid, pero sin conocer aún a su sustituto, que finalmente será Hierro, al que no parece que haga mucha gracia volver a los banquillos y menos en una situación así. Habría sido mejor que, para seguir manteniendo al pueblo enganchado al sainete, hubiera acabado de seleccionador Maxim Huerta, ministro defraudador y "hater" del deporte.

El pluriempleo de Julen duró poco. Rubiales no quería una foto más con el traidor, que la próxima vez que hable será como entrenador del Madrid, y al que se espera que el viaje de vuelta a casa se lo haya pagado Florentino y no la Federación. No estaría mal que su presentación en el Bernabéu fuera el viernes a las ocho de la tarde para que coincida con el España-Portugal y seguir así echándonos unas risas, que es lo que queda ante este ridículo de escala planetaria del fútbol español.

De paso, Rubiales le ha hecho un favor a las arcas blancas, de las que no tendrán que salir los dos millones de euros de la cláusula de rescisión de Julen. Y ojo, no vaya a ser que al nuevo técnico blanco le dé por reclamar el sueldo de los años que le quedaban de contrato o la parte proporcional de los premios que le corresponderían (ja, ja,ja) si España va pasando eliminatorias.

Y "gran favor" del Madrid, el equipo que presume de españolidad, a los aficionados a los que le gusta la Roja. Cierto es que el club debe pensar en lo suyo, que era resolver lo de la huida a medianoche de Zidane. Sí, dirán que es imposible decir que no al proyecto merengue y a la avalancha de dinero en la que habrá quedado sepultado Lopetegui. ¿Pero tenía que ser así? Todo ello en un esquema que comienza a repetirse: moción de censura a Rajoy, dimisión de Zidane; Urdangarín camino de la cárcel, despido de Lopetegui. Venga, y que la fiesta no pare, que en la maleta del guionista del sainete tiene que quedar mucho material para seguir alucinando viendo elefantes rosas. Y que el tío Floren no se olvide de que quien apuñala una vez por la espalda lo puede hacer dos, tres... ¡Qué miedo y qué asco!