Noruega es un país extraordinario, su abrupta geografía le confiere una belleza sin igual. Situado entre la cordillera escandinava y el mar de norte. Las auroras boreales y los vientos polares dominan el norte de este enorme país con más de 2.650 km de costas, fragmentado en profundos valles glaciares inundados por los mares; los conocido fiordos, más profundos al sur y oeste, menores y laberinticos en el norte. Este narco geográfico fue el elegido por los zamoranos Daniel Hidalgo, Juan Pedro Garrido, José Tuda, Sandra Calvo, David de Dios, Pedro Cifuentes y Evaristo Alvarez para protagonizar una atractiva aventura en el extremo norte de Europa.

Desde hace algún tiempo las montañas de Noruega son visitadas por alpinistas y esquiadores de otros países en busca de grandes descensos por mágicas laderas cubiertas de nieve polvo. En la parte más al norte se encuentran los Alpes de Lyngen montañas que surgen de los los fiordos y se elevan hasta los 2.500 metros del Jiekkevarri altura máxima de esta cordillera. La belleza es sobrecogedora en un ambiente absolutamente virgen entre estrechos fiordos, una visión ártica que se apodera de las retinas nada más poner los pies en Tromso, ciudad más austral de Noruega y centro neurálgico de la actividad de montaña. Desde Tromso partieron las expediciones polares al descubrimiento del Gran Norte; exploradores como Admusen y otros conocidos personajes fletaron sus embarcaciones con todo lo necesario para estas gestas que fueron las exploraciones del misterioso y brutal norte de nuestro planeta.

Varios meses de preparación y un año especial de nieve en las montañas españolas sirvieron de entrenamiento a los miembros de la AMZ para surcar las laderas de las montañas noruegas. Con esta ilusión desembarcaron en el aeropuerto de Tromso en un ambiente absolutamente helado. La nieve está presente por todos los rincones. Estas gentes viven en la nieve, circulan en el hielo, aterrizan en superficies heladas y sus hobbies se desarrollan sobre este medio durante la mayor parte del año sin inmutarse por las grandes ventiscas o las oscuridades invernales. Parecería por ello que sus gentes se dejarían influir por este gélido ambiente, nada más lejos, como pudieron experimentar más tarde los zamoranos, con su carácter amable y acogedor siempre dispuesto a solucionarles problemas.

Es así como desde su confortable cabaña en la localidad de Lindseng diseñaron las primeras excursiones muy pendientes de los partes de avalanchas que en estas montañas son bastantes frecuentes. Realizaron el primer paseo sobre un profundo manto de "nieve polvo" atravesando el bosque de abedules que rodea la cabaña al atardecer y en medio de la nevada ascendieron sin esfuerzo, debido a las fantásticas condiciones de la nieve, hasta divisar el fiordo en cuya ribera se encuentra la que iba a ser su casa.

La mañana lucía enormemente luminosa con -6 grados, una temperatura aparentemente alta para estas latitudes, pero esa es la particularidad de este territorio, su clima es relativamente benigno debido a las corrientes marinas que dulcifican el frío Ártico. Con la ruta fijada el grupo se dirigió a la punta más al norte de la península de Lyngen, al Russelvfjellet (890 m.), altura aparentemente baja, pero se parte de cero metros desde la carretera que bordea el fiordo, con coches alquilados perfectamente equipados con neumáticos de clavos preparados para rodar permanentemente sobre hielo y carreteras continuamente nevadas. En Noruega es obligatorio este equipamiento en invierno. El itinerario al borde del fiordo es tan espectacular y permitió a los montañeros contemplar cinco pequeñas ballenas nadando confiadas próximas a la carretera.

Pusieron proa hacia el objetivo para experimentar las montañas de Lyngen, sobre sus esquíes. El paisaje resulta tan espectacular que no se dan cuenta del esfuerzo, las vistas son de tal belleza que resultan un espejismo. Cerca de la cima, la "nieve polvo" desaparece dejando ver una capa de duro hielo que les obliga a tomar precauciones.

Foto de cumbre, rodeados por la inmensidad del ártico, pero casi sin tiempo para disfrutar de la vista debido a un cambio de tiempo repentino muy característico de estas latitudes. Descendieron b por las sábanas de nieve virgen disfrutando en cada pala. Más abajo, el reagrupamiento en el bosque de abedules con los compañeros justo cuando la tormenta se desataba. La esquiada finaliza en la orilla del fiordo, casi hasta introducir los esquís en las frías aguas del mar.

Los días se sucedieron con ascensiones al Rissavarri (1.259 metros) y con la participación en la carrera de esquí de montaña de la localidad de Lingseidt. Fue el especialista en carreras de esquí Dani Hidalgo (finalista en la Copa Norte en las montañas cántabras), quien se las tuvo que ver con los corredores noruegos. Fue el único extranjero, consiguiendo acabar después de completar los 21 kilómetros a -15 y 1.800 metros de desnivel. Fue aplaudido y galardonado en el acto de clausura que dio paso a la degustación de un cocido de reno "cuya digestión nos duró a todos varios días", señalan los miembros de la AMZ. La expedición zamorana terminó su estancia en los Alpes de Lyngen disfrutando de una fantástica noche de auroras boreales. Por fin dejó de nevar y los cielos se llenaron de estrellas y formas fantásticas.

Los zamoranos se trasladaron a la isla de Kvaloya, a unos 170 kilometros al oeste, alojándose en una cabaña a orillas del fiordo con vistas a uno de los gigantes de esta región, el Bentsjordtind (1.168 m.), muy vertical y de difícil ascensión. Optaron por el Grantinden, de 871 metros, y el Lille Blamannen (844 m.). Daniel Hidalgo y Juan Pedro Garrido subieron el el Kvithergfjellet y lo enlazaron después de bajar del Lille Blamannen. El viaje finalizó con una visita a la capital de la región, Tromso, visitando el Museo Polar, donde se puede encontrar todo tipo de enseres y fotografías que relatan la épica de las exploraciones polares.