Llevamos años, décadas y casi siglos criticando las anodinas declaraciones post-partido de los futbolistas. Años, décadas, casi siglos suspirando por un futbolista que no nos revele que en un partido de fútbol juegan contra once contra once, que no resuma el partido diciendo que fue "difícil y complicado", que no nos descubra que la Liga es muy larga y que hay que luchar partido a partido sin rendirse nunca y bla, bla, bla. Años, décadas, casi siglos escuchando a los futbolistas como si estuviéramos en un karaoke, de forma que podríamos cantar sus respuestas casi a la vez que son pronunciadas. Y, en esto, llega un tipo como Piqué y todo el mundo se le echa encima porque es un provocador, un pirómano, un charlatán peligroso, un xenófobo y un demagogo. Si Piqué quiere dejar de ser el futbolista más odiado fuera del Camp Nou, tiene que dejar de decir lo que piensa y de ofrecer titulares con chicha, y debe regresar al cálido "once contra once", al tierno "partido difícil y complicado" y al entrañable "la Liga es muy larga". O, quizás, podría dejar de ser el azote de lugares comunes y convertirse en el rey de la humildad, en el emperador de la perogrullada, en el Gran Khan de lo políticamente correctísimo.

Al final de "El misterio del cofre español", uno de los capítulos de la serie de televisión basada en las novelas cortas de Agatha Christie protagonizadas por Hércules Poirot, el detective belga dice a una mujer a la que ha salvado la vida que "no ha sido nada", y que sólo ha tenido "suerte". El capitán Hastings, asistente de Poirot y buen conocedor de la personalidad del detective, se sorprende del repentino ataque de humildad de un tipo que, para empezar, siempre habla de sí mismo en tercera persona. Poirot, entonces, explica a Hastings que está aprendiendo humildad, porque así resulta más inglés. Será la persona más humilde del mundo, dice Poirot con su media sonrisa, y nadie podrá compararse con Hércules Poirot en cuando a humildad. Pues bien, recomiendo a Piqué que en la próxima rueda de prensa se comporte como Hércules Poirot en "El misterio del cofre español" y procure ser el futbolista más humilde del mundo, de forma que nadie pueda compararse con él en cuanto a humildad. ¿El Espanyol? Un gran equipo de fútbol al que lamento haber marcado un gol porque merecía haber ganado al Barça por goleada. ¿Los insultos de la grada a Piqué y a su familia? Cosas del fútbol, naderías sin importancia, una forma como otra cualquiera de animar. ¿La distancia entre el Barça y el Madrid en la Liga? Despreciable, ridícula, patética, si tenemos en cuenta la enorme capacidad del Madrid para recuperar el terreno perdido con un equipo de mierda como el Barça. ¿Cataluña? Bien, gracias. ¿España? Una.

Venga, Piqué, conviértete en el rey, en el emperador, en el Gran Khan de la humildad y ganarás el corazón de los aficionados. ¿El Barça? Un equipo con diez jugadores, porque mientras yo sea titular el equipo juega con uno menos. ¿La selección española? No soy digno de jugar con la selección, pero una sola palabra del seleccionador bastará para sanarme. ¿El gesto mandando callar a los aficionados del Espanyol en Cornellà-El Prat? Un error imperdonable, una acción que sólo se debería permitir a futbolistas tan elegantes como Raúl y en estadios tan anodinos como el Camp Nou. ¿Futuro presidente del Barça? Cuando me retire me dedicaré a la jardinería y a ver los partidos del Real Madrid en la tele. ¿El mejor defensa central del Barça de los últimos tiempos? Cualquiera menos yo, y cuando digo cualquiera incluyo a Chigrinski?

Pero, aún así, algunos se acordarían de que santo Tomás de Aquino decía que algunos sienten soberbia hasta de su humildad. Eso iba por ti, Piqué. Santo Tomás de Aquino te tenía muy calado.