Bale va camino de ocupar el número uno del ranking de las peores inversiones -ya sea en el fútbol o en sus otros negocios- de Florentino Pérez. Las lesiones están transformando al expreso de Gales en una locomotora diesel poco fiable, y encima cara. Los amigos de los números lo tienen claro: en cinco años el extremo ha sufrido 19 lesiones, se ha perdido un total de 73 encuentros (40 de los últimos 60), sólo ha disputado el 55 por ciento de los minutos? Tomando estas cifras y haciendo una simple división entre lo que le cuesta Bale al Madrid (168,6 millones hasta la fecha entre el traspaso y la nómina) al club merengue le sale cada partido jugado por el británico a más de 1 millón de euros.

Por eso no es extraño que la nueva "caidita de Roma" del galés al infierno de la enfermería se haya convertido en objeto de análisis de traumatólogos, dietistas, médicos de familia y hasta de videntes limpiadores de auras y chakras. Todos coinciden en no saber explicar qué pasa con el chaval, que es todo un atleta, que come bien, que no sale de fiesta? Y que incluso llegó a cambiar de coche por si el problema estaba en una mala postura a la hora de frenar y acelerar. Vamos, el yerno perfecto. Por eso la teoría de que se trata de otro de esos futbolistas de cristal comienza a no cuadrar y ya empieza a sospecharse de que la raíz de sus complicaciones físicas puede tener un punto psicológico. A Bale, como buen británico, le interesa poco aprender español, lo que se convierte en un problema a la hora de integrarse con el resto de sus compañeros y en la ciudad. Y luego está la presión añadida de tener que reprimir la frustración de estar obligado a supeditar su ego al del tipo al que debería sustituir en un par de temporadas, que con esa idea lo fichó Florentino. Ver cómo Ronaldo va aguantando el tirón y tú te consumes entre fisios y recuperadores debe producir mucha rabia. Ésta acaba saliendo y convirtiendo una inversión millonaria en mercancía defectuosa que a este paso será difícil colocar en el mercado a buen precio.