¿Incómodo? Caminar con dos zapatos del pie derecho es incómodo, y estar sentado en una terraza sevillana sin sombrilla llevando un jersey de cuello de cisne, y medir dos metros y tener que viajar en una línea aérea de bajo coste, y retirar el plástico de un DVD nuevo después de cortarse las uñas, y hacer cola en la pescadería aguantando las ganas de ir al baño, y tener que utilizar cubiertos de diseño, y leer el periódico en hora punta en el metro de Tokio, y dormir en una cama con las sábanas arrugadas, y utilizar un servicio público siendo tan escrupuloso como Sheldon Cooper, y cargar con las bolsas de la compra cuando llueve mientras intentamos sostener el paraguas con el cuello. Todo eso es incómodo. Pero el partido que jugó el Barça en Getafe fue algo más que incómodo. Nada que ver con caminar con dos zaparos del pie derecho o sostener un paraguas con el cuello. Presión indesmayable del Getafe, orden defensivo capaz de desquiciar a un monje budista, muchas faltas que hicieron del partido algo más espeso que un discurso de Rajoy un domingo por la tarde, un portero con ganas de pararlo todo, barullos en el centro del campo tóxicos para el toque azulgrana, pocos espacios, ninguna concesión, Messi atado y bien atado, Dembélé se lesiona, Suárez sigue buscándose a sí mismo y, encima, el japonés Gaku suelta un disparo desde fuera del área tan imposible de parar como la marabunta. Hala, 1-0 y al descanso.

Pero resulta que este Barça, al que tanto hemos criticado por sus fichajes sospechosos y carísimos, es capaz de sobrevivir a la incomodidad del Getafe como fue capaz de llevarse por delante la fiereza defensiva de la Juve en el partido de Liga de Campeones. Dos cambios después del descanso, y dos goles. El físico inglés Lord Kelvin dijo en 1900 que ya no quedaba nada por descubrir en física, y que sólo era posible hacer mediciones cada vez más precisas. En el fútbol también hay algún que otro Lord Kelvin convencido de que nada quedaba por descubrir en el Barça de la era Messi, y que los entrenadores sólo podían hacer mediciones cada vez más precisas alrededor del jugador argentino. Pero resulta que no. Hubo física después de Newton y parece que hay Barça después de Luis Enrique. Denis Suárez y Paulinho no se limitaron a hacer mediciones del incómodo Barça de la primera parte, sino que se presentaron como la teoría cuántica se presentó en la física. 1-2, y fin del partido. La física no ha muerto.