Quedan menos de dos días para el estreno. Es jueves por la tarde y los componentes del MMT Seguros atienden a los medios sobre la pista del Ángel Nieto. Rueda de prensa, fotos y vídeos. Atención para un grupo que inicia su segundo periplo en Asobal tres meses y medio después del ascenso logrado en Palma del Río. De nuevo, un reto mayúsculo para los hombres de Eduardo García Valiente, siempre dispuestos a ir a por el más difícil todavía.

El equipo es prácticamente el mismo que el del ascenso. Todavía sin Anderson, los de Jaime González y Carlos Calle son los únicos rostros nuevos que aparecen en el entrenamiento. El resto no necesita presentación. Menos aún si la vista se dirige hacia Jortos, Octavio, Fernando, Iñaki, Peli o el entrenador, Eduardo García Valiente. Estos seis más Guille, lesionado, conocieron etapas muy diferentes en el club; los inicios, la Segunda Nacional.

Del ascenso de Vigo en el 2009 hasta la segunda etapa en Asobal, los siete supervivientes del MMT Seguros han sido protagonistas de un crecimiento imparable. Cada final, cada milagro, cada reto superado lleva la firma de los irreductibles: «Este modelo de hacer las cosas ha llegado de nuevo a Asobal y me hace especial ilusión regresar con estos jugadores», señala García Valiente, con sus escuderos alrededor.

Uno de ellos, Jortos, capitán del equipo, apela a aprovechar cada aventura que quede por delante: «Somos muy viejos ya. Nos quedan dos días y lo bonito es poder disfrutar entre compañeros, amigos y casi hermanos», indica el primera línea vallisoletano, presente en todas las fotos históricas del club: «Será difícil poner punto y final», reconoce.

Por el momento, ya con todos salvo Guille por encima de la treintena, darle continuidad y estabilidad al proyecto sigue siendo una prioridad: «Puede que sea una generación irrepetible y, tal vez, este sea el final de un ciclo, pero habrá que pelear para que la gente que viene de abajo tome el testigo», subraya Iñaki, también consciente de que, no hace tanto, el escenario era el Camba, el único apoyo los familiares y la competición, Segunda Nacional.

La historia es la del grupo de amigos que llega a la élite. ¿Un milagro? «No es nada sencillo. La gente habla mucho del buen ambiente, pero yo siempre reivindico que no se está en la élite del balonmano sin ser deportistas. En Zamora también se entrena. Y mucho», advierte García Valiente, que reconoce que también existen momentos de tensión y enfado, fruto de la exigencia competitiva a la que se ven sometidos.

En todo caso, ese modelo de apostar por los de siempre e ir rodeándolos con nuevas piezas que se adapten al momento que vive el equipo está funcionando: «La gente que viene está muy a gusto y se integra», apunta Jortos, que se muestra esperanzado ante la posibilidad de que, sin ellos, «todo siga por el camino indicado».

Desde luego, quienes llegan de la base, como Raúl o Magariño llevan consigo ese espíritu de bloque sin fisuras que representa el alma pistacho: «El resto de los equipos no sé si sentirán la liga como lo hacemos nosotros. Aquí hay amigos con los que he jugado en categoría regional y lo que más valoro es esa amistad. Quizá otros lo ven más como algo profesional o su modo de vida», apostilla Peli.

Uno de esos amigos, Octavio Magadán, tuvo buenas ofertas para salir en su momento. No lo hizo: «Tocamos techo en el año del primer ascenso a Asobal. La gente nos reconoció el mérito, pero con el descenso pensó: hasta aquí han llegado estos tíos. Regresar tiene doble valor y espero que sea un año bonito», comenta el central, que aún tiene fresca en la mente la derrota del 2008 ante el Almería que les dejó otra temporada en Segunda Nacional: «Nos pasaron por encima»; rememora.

De aquella plantilla de hace ya casi una década algunos se mantienen jugando o colaboran desde los despachos u otros ámbitos. Muchos otros se han incorporado a echar una mano en la estructura de un club cada vez más profesional: «Hay gente partiéndose la cara y que lleva tres meses de locos para que esto funcione y nosotros podamos disfrutar en la pista», afirma Iñaki, sabedor de todo lo que conlleva por detrás el crecimiento deportivo.

Y delante, lo que la gente que acude al pabellón ve: las victorias, los ascensos, las machadas, las miradas cara a cara a las estrellas: «Queremos el éxito a nivel deportivo y que los que vengan mantengan la esencia del Balonmano Zamora», concluye Fernando. Pero antes de dejar la pista aún quedan unos cuantos bailes. Que suene de nuevo la música en el Ángel Nieto.