La Liga de Campeones absorbe mucho fútbol. Tanto que suele dar para hablar de cada partido al menos tres semanas. Una para el resultado de ida, otra para el de vuelta y la tercera de resaca de todo ello. Tiene además el don del acojone en el sentido de que casi nadie se suele descojonar del contrario hasta que se hace el completo: ida y vuelta. Además hay vueltas que las carga el diablo y algún árbitro que enciende la mecha. Por eso es recomendable mantener un silencio absoluto hasta el final de "la vuelta", que es además cuando uno se puede poner chulito y decir al amigote de turno: "Nosotros estamos de vuelta".

Hay otra cuestión muy interesante en la Liga de Campeones, que es donde reconocen al rey del fútbol mundial. Tiene el Madrid mejor y más prestigio por ahí fuera que en España, donde le coincidieron un par de épocas de gafapastas y hipsters a los que les gusta más mirar para otros equipos que están en su línea y filosofía "levitante". La filosofía "levitante" es una corriente cuyo principal mandamiento es "somos guays"; y el segundo, "qué guays somos". Se adoran unos a otros, aunque se traicionan y se ponen a parir cuando no están los (H)unos o los otros.

Una cualidad más de la Liga de Campeones es el muestrario de árbitros y directivos que viven con ella, a cuenta de ella o trabajando en ella (en esto último más bien poco). Son todos muy obedientes y no se cortan a la hora de meter un tajo a algún equipo inocente de los que viajan por la competición. Tampoco se cortan si tienen que darle un machetazo a un poderoso díscolo que protestó alguna cosa. Aun con todos sus defectos, la Liga de Campeones produce unas emociones inusuales para lo bueno y para lo malo. Tanto que se discuten hasta los sorteos, lo que crea expresiones propias, léase bolas calientes. De hecho, dependiendo quién le toque a determinado equipo, las lecturas son dispares. Eso también va en función del Madrid. Si a la merengada le toca un inglés, se trata de un equipo menor, que cuando toca en otro frente se convierte en el "peligrosísimo...". Si le toca un "gordo", es que lo "pilla" en baja forma, y si lo "pilla" en su mejor momento, es cuando sale a relucir que retrataron a los de Concha Espina. Con todo lo dicho, lo evidente es que la Liga de Campeones es apasionante, un gran espectáculo como la gala de los "Oscar", o así.