A pocos días de volver a disfrutar de la alegría de contar con un ciclista de la tierra en la Vuelta a España, el mundo de las dos ruedas en Zamora sufrió ayer una de las más tristes pérdidas de los últimos años. Una irreparable y que deja un enorme hueco en sus raíces, en su corazón; el fallecimiento de Mariano Quevedo. Un hombre que encarnó el ciclismo como pocos, poniendo en la capital del Duero los cimientos de cada carrera que se disputa hoy en día y creando una estructura de la que han salido decenas de corredores.

El ciclismo zamorano tiene en su más alta estima a Mariano Quevedo. Un cariño ganado a pulso, como todo lo que consiguió este zamorano sobre la bicicleta en unos años en los que este deporte nada tenía que ver con el que disfruta el aficionado actual.

"En su época, las cosas no eran como ahora. El ciclismo era un deporte en pañales y cada uno tenía que buscarse la vida, pasabas a profesional nada más acabar tu formación si podías", apunta Manuel Campesino, una de esas personas que se unieron a Quevedo a través de una bicicleta. "No contaba mucho de sus hazañas en las carreras, pero si que nos transmitió el valor de poder competir porque alguna vez nos contó que en aquellos tiempos tenías que ir con tu propia bici, subirla al tren, desplazarte a cada carera y competir por tus propios medios", recordaba ayer Ismael Aguado, otro de esos zamoranos que dio sus primeras pedaladas de la mano de Mariano Quevedo, quien le contagió el "gusanillo" por el ciclismo.

Quizá, al estar el ciclismo español aún en pañales, quedan pocos registros de sus logros sobre el sillín. Eso sí, a sus "hijos deportivos" no se les escapa que "tuvo que ganar más de una vez y más de dos, porque por entonces esa era la forma de poder costearte cada carrera. Y seguro que acudió a todas las citas que pudo".

Quevedo, tras pelearse con los ciclistas amateur de todo el país y también con los profesionales, acabó por dejar de competir pero no por ello puso los dos pies en el suelo. "Su amor por este deporte era tal que lo sacrificó todo por vivirlo, por construir ciclismo. Hasta el punto de complicarse muchas veces su vida personal", confesaba Daniel Aguado, a quien cedió el testigo al frente de la Delegación Provincial de Ciclismo en 2005, una de las tareas por las que Quevedo será recordado.

Una vez finalizó su etapa como ciclista, Quevedo pasó a dirigir equipos y ha crear la base del ciclismo zamorano junto a algunos de sus amigos y compañeros. Formó parte del Frinca, del que fue director Ramón Chamorro, y empezó a adiestrar a jóvenes locales.

Por la Escuela de Ciclismo pasaron muchos niños, entre ellos su hijo Francisco Javier Quevedo quien hizo honor a su apellido siendo Campeón de España de pista en, ganando etapas en la Vuelta Ciclista Costa Blanca o el Cinturón de Mallorca hasta acabar siendo un "sprinter" profesional llegando a formar parte del CLAS, con quien fue tercero en una etapa de la Vuelta a España. Un gran palmarés en el que también figura una de las grandes citas que su padre organizaba, el Trofeo Iberdrola. Y es que, además de enseñarle a él, entrenar a los hermanos Aguado o a Campesino, Mariano Quevedo puso a Zamora en el calendario ciclista español.

Tanto al frente del primer club de ciclismo zamorano como de la Delegación Provincial, Quevedo dio forma a las principales pruebas ciclistas de la provincia. De él nació el ya desaparecido "Trofeo Hervija" y se llevó a cabo muchos años el Trofeo Iberdrola, ese al que acudían ciclistas de renombre como el ganador de 1984, Miguel Indurain. "Organizó un montón de competiciones, equipos y escuelas. Incluyó en muchas personas, incluso más allá del ciclismo", recuerda Daniel Aguado, apuntando que de todas esas creaciones "la Vuelta era su niña bonita".

Una Vuelta a Zamora que "data del año 36, aunque fue Mariano quien la rescató y le dio el formato que tiene hoy en día", según admite un Manuel Campesino que no oculta que aprendió de él lo que significaba organizar esta cita.

"El me enseñó mucho, especialmente la pasión que requería organizar esta carrera", destaca quien tomó el testigo de Quevedo al frente de la cita ciclista por excelencia en Zamora. "Mariano daba el mil por cien con la Vuelta a Zamora. Vivía 24 horas al día, 365 días al año para ella y la organizaba sin móvil, yendo puerta por puerta", relata de un hombre al que siempre asociará a una bicicleta. "Íbamos al taller donde trabajaba a buscarle para ir a entrenar, y corría con nosotros aunque fuera una vez a la semana por Monfarracinos y sus alrededores", recuerda Campesino como también Ismael Aguado confesaba que sus "primeras pedaladas fueron con él", con un Quevedo "capaz de contagiar su obsesión por el ciclismo" y que como su hermano Daniel asegura: "se subió al sillín hasta que le aguantaron las fuerzas. Incluso después, siguió de cerca el ciclismo, animándonos a practicar ciclocross y a fomentar esta modalidad en Zamora, apoyándonos en todo lo que podía incluso ya fuera del mundillo".

A los 79 años, Mariano Quevedo se hizo a un lado y dejó activamente el ciclismo, recibiendo merecidos homenajes por su gran obra en Zamora con este deporte. Por un legado del que, como ayer reconocían aquellos que le recordarán por siempre, sobresale su filosofía. "Lo importante del ciclismo no es formar ciclistas, ni deportistas, es formar personas". Hombres que lo den todo por sus sueños y avancen sin mirar atrás hasta cruzar la línea de meta, como hizo él.