De repente, la indolente Rusia tuvo un ataque de furia. Acusados tantas veces de trasladar al campo su frialdad, los jugadores rusos empataron casi sobre la hora con un gol propio del "a mí, Sabino, que los arrollo". Lo interpretó así un central de toda la vida, Berezutski, que arrolló al pequeño Rose en el salto y consiguió conectar un cabezazo bombeado, que speró a Hart y, sobre la línea o más allá, fue remachado por Glushakov. La UEFA, quizá auxiliada por el "Ojo de Halcón", decidirá el autor, pero el caso es que el empate ahogó la fiesta inglesa, mucho más pacífica que en las calles de Marsella. Un palo para la selección inglesa, con un ramillete de prometedores futbolistas, pero todavía sin el cuajo necesario para transformar sus intenciones en resultados.

Inglaterra se ha presentado en la Eurocopa con un arsenal ofensivo muy estimable. Roy Hodgson tiene tanto donde escoger que se ha inventado un 4-1-4-1 para poner a la espalda de Kane, su "9" por delante de Vardy, a cuatro estiletes. Lallana, Alli, Rooney y Sterling combinan calidad y atrevimiento con cierta dejadez para el trabajo defensivo. Por eso resulta tan importante la presencia de un escudero como Dier. El mediocentro del Tottenham dio equilibrio a Inglaterra y, en vista de que sus ilustres compañeros no eran capaces de superar a un inspirado Akinfeev, tomó la responsabilidad de abrir el marcador con un lanzamiento de falta.

Dier fue el jugador del partido, aunque el último plano se lo reservó Bererzutski con su salto, tan poderoso como preciso para darle al balón la trayectoria adecuada. El empate parece un guiño hacia el destino de sus selecciones que, históricamente, prometen mucho para no conseguir nada. Inglaterra tiene muchas y buenas individualides, pero le falta un hervor. Slutsky ha conseguido formar un blo que interesante, al que le vendría bien un jugador, tipo Dzagoev, que marcase las diferencias.

Inglaterra empezó bien, con vigor y asaltando el área rusa con cuatro y hasta cinco jugadores. Con dos laterales muy ofensivos, sobre todo Walker, Lallana, Alli y Sterling sorprendían con llegadas que incomodaban a los centrales. Pero Akinfeev ni se inmutó, resolviendo con la serenidad de un veterano que ya ha visto de todo. El guardameta ruso vivió mucho más tranquilo en el segundo tiempo, cuando sus compañeros dieron la vuelta a la tortilla y, al menos durante veinte minutos, obligaron a Inglaterra a replegarse. Los focos apuntaron entonces a Hart, que tuvo que protegerse incluso del fuego amigo, como un cabezazo inesperado de Dier.

El partido tenía mala pinta para Inglaterra, que se pasó mucho tiempo corriendo detrás del balón. Hasta que, en el minuto 70, Rose rompió por su banda y metió un centro que llegó en las condiciones ideales para Rooney. El capitán remató bien, fuerte y abajo, pero Akinfeev sacó una mano espectacular y palmeó el balón al larguero. Poco después llegó la falta en la frontal y el lanzamiento Dier, fuerte pero mucho más parable que la anterior. A falta de un cuarto de hora, Hodgson creyó que sustituyendo a Rooney y Sterling por dos centrocampistas cerraba el partido. Su colega ruso maniobró en sentido contrario. Se la jugó y recibió el premio con ese gol inesperado que demuestra que la Eurocopa más multitudinaria de la historia también puede ser la más igualada.