Como el Barça no acababa de ir a por todas tuvo que esperar el favor del Betis para seguir al frente de la tabla. Tras dos goleadas, el equipo de Luis Enrique volvió a la Liga real, la que obliga a trabajarse los triunfos. Así fue porque en el clamoroso fallo de Adán y Pezzella tuvo que mediar un pase marca de la casa de Messi. El "10" tardó media hora en entrar en juego, pero volvió a ser determinante. Provocó la expulsión de Westermann, absolutamente incontestable, y repartió al menos media docena de pases de gol, que sólo Rakitic y Luis Suárez, ya muy al final, mandaron a la red.

El Barcelona cayó en el error de otras muchas veces y no fue a por el partido desde el minuto 1. Pareció más preocupado de no conceder opciones a su rival que de ganarse las suyas. Y no consiguió ni una cosa ni otra. Porque a los cinco minutos el Betis tuvo una contra de tres para dos, que acabó en córner. Y Adán no necesitó estirarse hasta casi la media hora, para detener un remate de Neymar no excesivamente complicado. Esa jugada sí pareció marcar un cambio de ritmo en el Barça, ya que no tuvo consecuencias inmediatas en el marcador, pero sí en el panorama. Porque en apenas cinco minutos, Westermann se ganó la expulsión con dos tarjetas por un agarrón continuado a Messi y una zancadilla por detrás al croata Rakitic.

Las dos tarjetas eran tan indiscutibles que el central del Betis se marchó sin rechistar. En realidad, no convenía llevarle la contraria ayer a Mateu, que desenfundaba al más mínimo amago de protesta. Incluso Messi sufrió la rigurosidad del valenciano por una charla sosegada a la espera del saque de una falta. Fue Messi precisamente el que desató las hostilidades en cuanto abandonó la banda para dirigir el juego de ataque como acostumbra. Dejó un ramillete de regates y de pases en profundidad, que hasta el descanso no tuvieron mayor consecuencia.

Tras el descanso, sí que apareció un Barça dispuesto a zanjar la discusión. Neymar, mejorado respecto a las últimas jornadas, le metió un balón a Luis Suárez de esos que son coser y cantar para el uruguayo. Pero falló. A Luis Enrique solo le duró tres minutos el digusto. Porque Messi picó el balón sobre la defensa del Betis, a un lugar tan indeterminado que provocó la falta de entendimiento de Pezzella y Adán. La sorpresa no impidió a Rakitic marcar a puerta vacía, para alegría de los barcelonistas y, de paso, de los sevillistas.

El gol fue la puntilla para el Betis, que lo apostaba todo al empate a cero. La inferioridad numérica acentuó las carencias de un equipo que sólo ha ganado cinco de los 18 partidos del Benito Villamarín. Los de Merino eran incapaces de dar dos pases seguidos y cada vez perdían el balón más cerca de su área. En una de esas, Messi decidió regalarle un gol a Suárez, que en vez de colocar pareció interesado en agujerear al "madridista" Adán. Así que, aunque sólo fuera por la estrechez del marcador, siguió la incertidumbre. Hasta que Messi sacó la escuadra y el cartabón para dar un pase milimétrico que Suárez convirtió en el gol de la tranquilidad. Por lo menos durante una semana. Lo que tardará en volver la Liga.