La doctrina oficial del Atlético de Madrid de Simeone ha abandonado el "partido a partido" por el "aspiramos a ser terceros". El mismo Koke, autor del gol del Atlético en el Camp Nou, dijo alto y claro después del empate de su equipo ante el Sevilla que el objetivo del hasta ahora colíder de la Liga siempre había sido ser terceros. Reconozco que, hasta el partido del sábado, creía que la supuesta modestia del Atlético de Madrid al renunciar no sólo a ganar la Liga, sino a disputar el subcampeonato no era más que otro conejo salido de la chistera mágica de Simeone, una maniobra dialéctica para que Barça y Madrid se confiaran. Pero el partido del Camp Nou me demostró lo contrario. El Atlético de Madrid no quiere ganar la Liga. Simeone quiere que su equipo sea tercero.

Sólo así podemos encontrar una explicación a la brutal patada de Filipe Luís a la rodilla de Messi en el último minuto de la primera parte y un motivo de la absurda entrada de Godín a Luis Suárez en un oscuro rincón del campo. El Atlético de Madrid jugaba para ganar, o al menos empatar, en el Camp Nou y entonces Simeone ordenó el suicidio matemático de su equipo: si con once jugadores somos capaces de poner en aprietos al Barça, pensó el entrenador argentino, hagamos que el equipo juegue con diez; y si jugando con diez todavía metemos el miedo en el cuerpo a la defensa del Barça y a la afición del Camp Nou, hagamos que Godín se gane a pulso la segunda tarjeta amarilla con una entrada tan fuera de lugar como un poeta en el consejo de administración de un banco suizo. A pesar de la ayuda de las matemáticas (nueve contra once), el Atlético de Madrid todavía pudo empatar el partido, pero eso habría destruido la doctrina oficial de "ser terceros", así que los dioses del fútbol echaron una mano a los planes de Simeone castigando a Augusto con una lesión que le obligó a retirarse en camilla. No sé. El Atlético de Madrid insiste en presentarse como el invitado pobre a la fiesta de la Liga, pero en época clásica incluso el ateniense más pobre podía alzar la mirada y contemplar con orgullo la espléndida Acrópolis. No creo que el Atlético de Madrid sea el ateniense pobre de nuestra Liga, y me niego a creer que si lo es no sueñe con esa Acrópolis donde Simeone, por cierto, ya tiene una estatua. O dos.