Unai Emery se había enfrentado veinte veces al Barcelona sentado en el banquillo-es un decir- del Almería, Valencia, Spartak de Moscú y Sevilla. Y, pese a que varias veces lo rozó, no había cantado victoria ni una sola vez. Hasta ayer, cuando diez minutos pletóricos de su equipo fueron suficientes para hundir a un rival que fue muy superior en juego y una hermanita de la caridad en las áreas. En su reaparición, Bravo se mostró más solvente que Ter Stegen, pero no pudo con los zarpazos de Krohn-Dehli e Iborra. En el otro lado, Sergio Rico soportó un auténtico bombardeo, con 28 remates sobre su portería, tres de ellos a los postes. En el colmo, una falta lanzada por Neymar dejó el balón paseándose por la raya con Piqué de espectador privilegiado. Fue la prueba definitiva de que no era la tarde del Barça.

El Barça jugó su mejor partido de la temporada en el Sánchez Pizjuán, incluso más convincente que el del Calderón resultado al margen. Sin Messi apareció un bloque más compacto, que tomó la iniciativa ante un Sevilla cargado de dudas. Sorprende ver a un equipo de Unai Emery que concede tantas oportunidades, por muchas bajas que acumule en la defensa. Sí mejoró en la faceta atacante, con Krohn-Dehli y Vitolo al frente, aunque sus oportunidades no fueron tan claras como las de los barcelonistas.

Luis Enrique se atrevió a sentar a Dani Alves para conceder el lateral a Sergi Roberto y montar un centro del campo muy musculoso, con Rakitic, Mascherano y Busquets. Sin Messi ni Iniesta, el Barça dominó a partir de la intensidad, más que del control. Por eso y por la velocidad del Sevilla por las bandas, el primer tiempo fue muy abierto. Amenazaban Neymar y Luis Suárez, replicaban Vitolo y Krohn-Dehli. Resultó raro el empate a cero al descanso, sobre todo en el casillero barcelonista.

Cuatro días después de su golazo al Bayer, a Luis Suárez se le apagaron las luces. Desde el principio hasta el final. Porque ya a los trece minutos estropeó con un recorte innecesario una gran jugada de Neymar que le dejó en posición de remate. Y cuando le llegó la inspiración, como en un toque bombeado en el minuto 37, se encontró con el larguero. Claro que el momento clave, el que marcó el partido, había llegado en el minuto 22. Neymar lanzó con maestría una falta desde la frontal del área y el balón, tras golpear en el poste y en la espalda de Rico, se paseó por la línea de gol esperando a que Piqué, a un metro, lo empujase. No lo hizo y dio tiempo a que Coke llegase para despejar a córner.

El desenlace de esa acción cobró más importancia a la vista del comienzo del segundo tiempo. Salió con rabia el Sevilla y pilló dormido al Barcelona, que no tardaría en lamentarlo. Porque ninguna defensa puede estar tranquila con alguien tan rápido enfrente como Gameiro. El delantero francés se marchó como un tiro de Jordi Alba y Mathieu para meter un pase que fue de la muerte por la llegada de Krohn-Dehli. El excéltico también apareció en el 2-0, esta vez para meter un centro que peinó en el área pequeña Iborra, habilitado por Mathieu.

Reaccionó Luis Enrique y el equipo entendió el mensaje. En un minuto tuvo tres oportunidades, salvadas por un crecido Sergio Rico y por Krychowiak, que salvó bajo los palos un córner lanzado por Neymar. La ceguera rematadora del Barça fue tan aguda que solo pudo marcar en un penalti por mano de Tremoulinas. Se aculó el Sevilla en su área y cargó con todo el Barcelona, que siguió estrellándose en Sergio Rico y en su ejército de defensas. Y cuando no alcanzó con eso bendijo a su poste derecho, que devolvió un remate a bocajarro de Sandro tras una maniobra magistral de Luis Suárez. Quizá entonces Emery entendió que había llegado su hora.