Mourinho quiere ganarse el favor de los aficionados ingleses. No pierde ocasión de mostrar su deseo de volver a entrenar en Inglaterra. Sus gestos y palabras del martes son una nueva prueba de ello. El Manchester fue mejor, dijo. La expulsión de Nani, injusta, añadió. Solo le faltó pedir perdón por la clasificación del Madrid. El Mourinho más amable, más contenido y hasta pasado en revoluciones de respetuoso se dejó querer en el Reino Unido. No da puntada sin hilo el portugués, que ni dudó en dirigirse a Alex Ferguson en cuanto el árbitro expulsó a Nani, con evidente gesto de complicidad, de mostrar su pesar por la drástica decisión; ni siquiera ocultó un toque de consuelo al futbolista expulsado cuando éste dejaba el campo. Hasta se marchó al vestuario antes de que acabase el partido, para que no hubiese ninguna posibilidad de que le traicionase su impulsivo carácter y se pusiese a dar brincos en Old Trafford, una forma de celebrar victorias que no está nada bien vista en Inglaterra porque se considera demasiada ofensiva para el fair play que debe presidir una competición deportiva. Y durante el recorrido por la banda aguantó como si nada los gestos que hicieron varios espectadores como dando a indicar que había comprado al árbitro. Después de esta exhibición de buenas relaciones públicas va a tener difícil que se le crea cuando se muestre el ofendido porque si tan comprensivo es capaz de mostrarse cuando hay tanto en juego más deberá exigírsele cuando las citas no sean tan decisivas.