El mallorquín Javier Sansó pasará las Navidades completamente solo en el lugar más remoto del mundo, en los temibles mares del Sur, por donde discurre actualmente la Vendee Globe, la regata vuelta al mundo para navegantes solitarios. Sansó no ha tenido demasiada suerte hasta el momento y se mantiene en un lugar intermedio, en el noveno puesto de los trece barcos supervivientes.

Como el resto de los «skippers» que siguen en competición en este verdadero Everest de la vela transoceánica, Sansó ha afrontado el reto de dar la vuelta al mundo en un velero de la clase Imoca de 20 metros de eslora y casi 30 de palo, pero sin más ayuda que el viento que propulsa a estos verdaderos fórmula 1 del mar que son capaces de recorrer mil kilómetros en tan solo 24 horas.

La regata partió del puerto francés de Les Sables d´Olonne el pasado 10 de noviembre con veinte barcos en la línea de salida, de los que siete ya han tenido que abandonar.

La flota descendió todo el océano Atlántico hasta acercarse a las costas de Brasil y, tras rodear el anticiclón de Santa Elena que permanece inamovible entre Sudamérica y Africa, doblaron el cabo de Buena Esperanza y tras dejar atrás el océano Indico, surcan en la actualidad el Pacífico Sur camino del mítico Cabo de Hornos con el francés Armel Le Cleac´h en cabeza, manteniendo una dura pugna con su compatriota François Gabart cuando les faltan todavía por recorrer 9.100 millas náuticas hasta la meta situada en el punto de salida.

Una regata de estas características supone un serio reto para cualquier navegante ya que es imposible prever las incidencias que el océano puede deparar. Así han sido múltiples las causas de abandono aunque, afortunadamente, no ha ha habido que lamentar hasta el momento percances personales.

Se han producido abandonos por colisión contra barcos de pesca o contra objetos flotantes que ni siquiera los propios patrones han sido capaces de identificar. La británica Samantha Davies se vio obligada a recalar en un puerto portugués tras partir del palo de su «Saveol» y ayer mismo el suizo Bernard Stamm se vio obligado a acercarse a las costas de la isla Sur de Nueva Zelanda para reparar los hidrogeneradores que permiten a los patrones disponer de energía para el piloto automático y para los sistemas electrónicos de que disponen abordo.

Pero cualquier reparación debe realizarla el navegante con sus propios medios, sin recibir ningún tipo de ayuda exterior al barco, lo que supone un serio inconveniente por muy sencilla que sea la avería.

El propio Sansó se vio obligado a situar su barco al abrigo de las Islas Canarias hace días para solucionar un problema en el palo de su «Acciona». Tras varias horas subido en lo alto del palo mayor, a unos 20 metros de altura, aprovechando la relativa calma del abrigo de una de las Islas Afortunadas, consiguió darle una solución a esta avería que le impediría continuar en la regata.

Pero los reveses para el mallorquín no terminaron ahí y hace solo unas horas ha vuelto a sufrir un problema parecido y tendrá que que colocarse el arnés de nuevo para ascender el palo de su barco. El mismo explicaba ayer la situación que vive perdido en los mares del Sur a una distancia de cualquier lugar habitado donde un rescate de emergencia sería imposible porque un helicóptero no tendría suficiente autonomía y cualquier barco tardaría varias jornadas en llegar hasta donde se encuentra.

En esta situación, Sansó relataba ayer vía internet que «se ha vuelto a romper el carro de la driza de la vela mayor pero por otro sitio. Esta mañana cuando fui a soltar un rizo, el carro estaba trabado; he conseguido que el carro baje pero una pieza se ha quedado en la carrilera a unos 27 metros de la cubierta, así que mañana intentaré subir otra vez al palo a ver qué pasa ahí arriba. Teóricamente aquí debería ser más fácil que cuando lo hice la última vez, ya que el barco navegará estable y no dará bandazos...». Y añadía: «Creo que podré solucionarlo cuando amanezca. He subido de latitud porque se me congelaban los dedos poder hacer bien el trabajo ahí arriba... y un poco de norte espero que ayude. Espero poder arreglarlo y continuar con la vela mayor entera; si no, tendré que ir con un rizo hasta el final, lo que significa que iré mucho más despacio con vientos medios y flojos. Mañana haré el trabajo lo más rapido que pueda».

Sansó navegaba a un buen ritmo defendiendo el noveno puesto que superará gracias a la parada de Stamm, pero con uno de sus dos timones «recortado» tras sufrir una colisión contra un «objeto flotante no identificado», otro de los percances que ha sufrido en su travesía.

Mientras tanto, los barcos que continúan en cabeza de la flota ya se plantean batir el récord de los 80 días en dar la vuelta al mundo. En 1993, Bruno Peyron y sus cuatro tripulantes se llevaron por primera vez el Trofeo Julio Verne a bordo de un catamarán al cubrir la distancia en 79 días, 6 horas y 15 minutos. Veinte años más tarde, la mítica barrera de los 80 días podría ser franqueada, por primera vez, por un navegante solitario en un monocasco.

En 2008, Michel Desjoyeaux dobló el cabo de Hornos en algo más de 56 días y 15 horas e hizo la remontada del Atlántico en 27 días y 12 horas. Los dos líderes actuales podrían doblar el cabo que marca el sur del continente americano en 52 días, camino de un nuevo récord.

François Gabart y Armel Le Cléac'h lo conseguirían repitiendo la remontada del Atlántico en el mismo tiempo que el mítico Desjoyeaux, tal vez el mejor «skipper» de todos los tiempos, a lo que contribuirá el intenso «codo a codo» que mantienen casi desde la salida los dos patrones franceses.