Tito Vilanova ha sido, hasta ayer, protagonista como entrenador al haber llevado al Barça al liderato más apabullante de la historia liguera. Tito es, desde ayer, noticia humana, porque la vida, que tanto le sonríe como hombre del deporte, le ha vuelto la espalda, y se le ha reproducido el cáncer de la parótida del que fue operado. Inmediatamente, la recaída del entrenador barcelonista se ha convertido en un correcalles para adivinar quién o quiénes le pueden sustituir de aquí al final de temporada o hasta que vuelva a ser intervenido y recupere fuerzas para volver al banquillo. Inevitablemente, la solución más racional sería que volviera Pep Guardiola. Este está obligado moralmente a sustituir a su amigo. Con ello no rompería la promesa del año sabático.

El sustituto, más o menos improvisado, está obligado a no romper nada. La nave lleva buen rumbo. Guardiola es quien conoce mejor la deriva del club. De la misma manera que Vilanova ha sido el alter ego de Guardiola, el club necesita reproducir su versión más ajustada. Si Vilanova ha sido el otro Guardiola, quien tome las riendas ha de ser el otro Vilanova.

Justo cuando los médicos han considerado que Abidal está en condiciones de volver a jugar al fútbol, se ha dado la noticia de la enfermedad de Vilanova. Abidal ha superado gravísima dolencia con trasplante incluido y según los doctores que han seguido su evolución puede volver a ser jugador de fútbol. Vilanova ha conseguido como técnico hacer olvidar a su antecesor. Su nombramiento como sucesor de Guardiola fue sorprendente para algunos, porque no suele ser bien visto el ascenso del segundo. El deporte no suele gozar con los «poulidores». Y menos en un club de elite como el Barcelona. Su actuación ha sido de matrícula de honor, porque con él al mando el equipo ha mejorado las actuaciones del que dirigió Guardiola.

Vilanova se había ganado el aprecio general del barcelonismo y el respeto general del fútbol español. En lo que va de temporada, líder de la Liga de manera apabullante y líder de grupo en la primera fase de Liga de Campeones, así como «recordman» en lo que se refiere al número de partidos invicto, ha hecho cambiar de opinión a cuantos tuvieron en la cabeza la idea de que iba a ser una chapuza tras las brillantes campañas de Guardiola.

Tito Vilanova se había ganado humanamente el aprecio de sus jugadores, de la grada barcelonista y el aplauso general del fútbol español. Su enfermedad es principalmente dolorosa para él y su familia, como es natural, pero el Barça tendrá que hacerle llegar el sentimiento de dolor que afecta a todos cuantos directa o indirectamente vivimos el fútbol. Tito Vilanova ha sido de los nuestros y, con todo cariño, le deseamos que venza el cáncer de parótida. Es luchador y no debe bajar los brazos. El ejemplo de Abidal debe ayudarle a llevar la recaída con la mejor moral.