Mi primera sensación fue que el suelo se abría bajo nuestros pies y una grieta nos tragaba. En un instante vi cómo mi compañero Martín comenzaba a deslizarse, cómo una enorme placa de nieve de más de cien metros de ancho se rajaba y desprendía tres metros por encima de nuestras cabezas. Agarré la cuerda con fuerza con mi mano izquierda mientras le gritaba a Martín que no se soltase. Nos deslizamos 200 metros por una empinada pendiente mientras mi mano intentaba sujetar la cuerda y salvar la caída. Finalmente un salto olímpico sobre una grieta nos hizo parar. Martín se asusta al ver cómo tengo los dedos, pero yo sé que estos no tienen ahora importancia pues ¡estamos vivos! Me pregunta si me duelen; sé que en ese momento, lo importante no es el dolor, sino conseguir alcanzar el campo base.

Soy plenamente consciente de los peligros que acechan montañas como ésta; peligros amplificados en función al estilo por nosotros escogido para ascenderlas. Los estilos cuentan y mucho, aunque sólo los que estamos en esto conocemos de veras las enormes diferencias. Creemos que lo importante no es subirse a una piedra; lo importante es la forma en la que esta ascensión se realiza. Cajastur apoya, una vez más, el planteamiento arriesgado de la aventura. El sueño queda por encima del aseguramiento del éxito y es difícil encontrar a alguien que te apoye en estas circunstancias. Por ello, no puedo más que estar inmensamente agradecido.

Las heridas son importantes y en el campo base intento lamérmelas como puedo. Mientras me trato, mis compañeros preguntan si me duele mucho. Yo solo pienso que tengo que abandonar una vez más el Kangchenjunga después de tantos esfuerzos, de tantos sueños. Siento dejar este lugar en el que me encontraba a gusto, en paz conmigo y con los que me rodean, sentimiento cuasi quimérico en mi puñetera personalidad (muchos afirman que rara). Somos evacuados sin drama, pues somos nosotros los que escogemos estar aquí. El hombre nace libre, responsable y sobre todo, sin excusas. Martín me apoya; ya no es solo un amigo.

He fracasado de nuevo. Mi vida se cuenta mucho más en fracasos que en éxitos, pero son estos fracasos los que más me enseñan, de los que más aprendo, los que más me fortalecen. Caerse y levantarse, ésa es la esencia de la vida; buscar tu trayecto a pesar de los innumerables obstáculos que siempre y de manera continua te encuentras. Mientras podamos, mientras nos dejen.