El GP de Australia y el de Malasia forman el primero de los siete dobletes de la temporada. El «Circo» traslada la carpa de Melbourne a Sepang sin descanso. Embalar y desembalar material en menos de 24 horas, listos de nuevo los equipos para una nueva batalla. Enlazar grandes premios tiene el doble objetivo de ahorrar costes en desplazamientos y prolongar el interés mediático de la competición; no dejar que se enfríe el ambiente.

Las escuderías, así, se presentarán el pròximo domingo a la segunda cita de la temporada (carrera a las diez de la mañana) sin opciones a realizar cambios en los monoplazas más allá de los mínimos retoques obligatorios en suspensiones y aerodinámica que implican las características especiales de cada circuito. El de Sepang es un trazado «tradicional», con dos largas rectas en meta y contrameta, mientras que Albert Park tenía una parte urbana más sinuosa y que obligaba a «encajonar» a los monoplazas entre muros de seguridad y escasas escapatorias.

Y nada mejor para relanzar el interés por el campeonato que el resultado de Albert Park. McLaren apareciendo en lo más alto y cortando el tiránico dominio de Red Bull. Ecclestone se salió con la suya y los nuevos aspectos reglamentarios traen más igualdad al menos en cabeza. Nada peor para el espectáculo y los intereses de Ecclestone que lo vivido en 2009 tras idear Ross Brawn el doble difusor que hizo campeón a Button, o lo sucedido los dos últimos años cuando el legendario lápiz de Adrian Newey convirtió en invencible al Red Bull de Vettel; un Red Bull al que da gusto ver salir ahora «culeando» de las curvas cuando llevaban dos años pasando sobre raíles.

Button y Vettel siguen estando al frente, pero ahora los McLaren y los Red Bull aparecen entremezclados. Tras ellos, cerca en puntos pero lejos en tiempos, está el Ferrari de un Fernando Alonso que hizo en Melbourne un «supercarrerón» en palabras del director deportivo de la escudería, Stefano Domenicali.

Y tanto. Sacó Alonso diez puntos prácticamente de la nada, como evidencia tanto su propia carrera (pasó del duodécimo en la parrilla al quinto en meta) como la de su compañero Felipe Massa, que acabó retirándose cuando rodaba decimotercero. Es conveniente recalcarlo: Ferrari está lejos, muy lejos, de la cabeza. Basta para comprobarlo echar un vistazo a las vueltas rápidas logradas por cada piloto en Albert Park, o certificar cómo Button le sacó 21,5 segundos en las dieciséis vueltas finales tras retirarse el coche de seguridad.

Ferrari, tras el batacazo de 2011, exigió a sus ingenieros un coche «revolucionario»... y da la impresión de que se han pasado en algunos aspectos y quedado cortos en otros. Les falta velocidad punta (la propia escudería italiana reconocía ayer que el F2012 de Alonso alcanzó en Melbourne los 304 kilómetros/hora, diez por debajo del McLaren de Hamilton) y les sobra inestabilidad en curva. Es el problema de haber tenido que hacer un monoplaza totalmente nuevo cuando McLaren y Red Bull sólo debieron adaptar el coche del pasado año a las nuevas exigencias técnicas. Hay mucho, muchísimo trabajo por delante, y el presidente Montezemolo llamaba ayer mismo a capítulo tanto a Domenicali como a su director técnico, Pat Fry, a quienes hacía regresar de Melbourne a Marenello para dar explicaciones de lo sucedido y empezar a buscar soluciones antes de que vayan a Malasia. Palizón de viaje que evidencia el zafarrancho de combate que se vive en la factoría rossa.

En Malasia, sin tiempo para mejoras técnicas, repetir el quinto puesto sería, como reconocía Alonso en Australia, «sacar más puntos de los que esperábamos».

Por lo demás, el primer GP del año apuntó la mejoría de Mercedes, Lotus y Sauber, que se postulan como los rivales directos del actual Ferrari, y el impagable regreso de Raikkonen, genio y figura, que ganó nueve plazas en carrera para finalizar séptimo, y que animó la retransmisión con sus llamadas por radio al garaje de Lotus preguntando el significado de las banderas azules o comentar los problemas en el alerón trasero del Sauber de Kobayashi.

Tampoco hay que olvidar la cruz de la escudería española HRT. Sus tiempos en clasificación fueron tan decepcionantes (casi 15 segundos peor que los McLaren) que los jueces no tuvieron dudas a la hora de prohibirles formar parte de la parrilla. En Malasia, reglamento en mano, sus opciones de disputar la carrera seguirán bajo mínimos.