Las doce escuderías que forman esta temporada el pelotón de la Fórmula 1 embalan ya sus miles de kilos de material para que en la madrugada española del viernes el circuito de Albert Park acoja las dos primeras sesiones de entrenamientos libres de la temporada. Veinticuatro pilotos, entre ellos nada menos que seis campeones del mundo (Michael Schumacher, Fernando Alonso, Sebastian Vettel, Kimi Raikkonen, Lewis Hamilton y Jenson Button, por orden de títulos y antigüedad) estarán el domingo en la parrilla de salida del GP de Australia para iniciar una temporada también más extensa que ninguna otra, con una veintena de carreras programadas desde Melbourne a Interlagos a lo largo de más de ocho meses de competición.

En Melbourne inicia el asturiano Fernando Alonso su tercera campaña en Ferrari en busca de su tercer título mundial, tras los obtenidos con Renault en 2005 y 2006. La unión Ferrari-Alonso ha dejado más sombras que luces en estos dos años, con el sobresaliente fiasco del final de la campaña 2010 como nota más negativa. No logró ofrecer la «Scuderia» en esos dos años un monoplaza realmente competitivo al piloto ovetense y de ahí el cambio radical propuesto en Maranello para este tercer intento.

Ferrari ha realizado más pruebas que nadie en la pretemporada. Entre Alonso y el brasileño Felipe Massa han recorrido casi 5.000 kilómetros con el F2012 y han dado más de 800 vueltas a Montmeló en las cuatro últimas jornadas de ensayos en el circuito barcelonés; el equivalente a una docena de Grandes Premios. Trabajo a espuertas para dejar un poso de amargura en la casa del cavallino. Ferrari sigue estando al rebufo de Red Bull.

«Sufriremos en las primeras carreras porque todavía no estamos al cien por cien», advirtió Alonso tras cerrar los ensayos. «Ahora mismo descartaría el podio en Australia», confesaba un cabizbajo Pat Fry, el director técnico de la casa rossa.

El remate al desaliento inicial lo ponía Stefano Domenicali, el director deportivo de la escudería italiana, cuando la pasada semana confesaba que «no estoy contento con el coche. No hemos alcanzado el objetivo prefijado». Y es que si bien los ingenieros de Maranello parecen haber dado con la tecla para ganar potencia con un innovador sistema de escape de los gases del motor, lo han conseguido a costa de perder estabilidad y provocar un sobre calentamiento de los neumáticos. Es decir, pan para unas vueltas y hambre para un Gran Premio.

Hasta Bernie Ecclestone ha metido baza en el tema. «Los problemas de Ferrari están en el lado técnico, en concreto en el departamento de aerodinámica», dijo la pasada semana el patrón del «Circo», que llegó incluso a permitirse dar un consejo a Montezemolo, el presidente ferrarista: «Debería contratar a alguien como Adrian Newey». Y es que Newey, el responsable técnico de Red Bull, se ha convertido en los últimos años en el Midas que convierte en oro (títulos) todos sus diseños.

La Federación Internacional (FIA), en bien de lograr una mayor igualdad que otorgue interés al campeonato (sin emoción no hay audiencias, sin audiencias no hay beneficios y la Fórmula 1 es primero negocio y luego deporte), ha impedido para esta campaña los «escapes soplados», especie de pócima mágica ideada por Newey para otorgar la estabilidad en curva que convirtió a Red Bull en invencible los dos últimos años. A la restricción han respondido desde la escudería austríaca con una nueva solución técnica. El objetivo, el mismo: pegar lo máximo posible el coche al suelo para que corra más y se mueva menos.

Así, y siempre con las reservas que exige un deporte en el que el primer objetivo de cada equipo es disimular su potencial, Ferrari parece iniciar la temporada de nuevo al rebufo de Red Bull, con McLaren, Mercedes y Lotus también aspirando a un podio en Melbourne que auto descartan en Maranello.