La atención del montañismo mundial continúa centrada en el Annapurna donde el zamorano Martín Ramos y el asturiano Jorge Egocheaga velan sus armas para realizar el ataque a la cumbre a partir del miércoles cuando las predicciones meteorológicas anuncian una ventana de buen tiempo.

Ayer mismo se completaba la ascensión de Edurne Pasabán con el regreso al campo base junto al equipo de "Al filo de lo imposible" que le acompaña en el reto de completar los catorce "ochomiles". Con esta cumbre, la montañera vasca suma ya trece de las grandes cumbres y en las próximas semanas afrontará la que le falta, el Shisha Pangma. Por su parte, la coreana Oh Eun Sun podría intentar también la cumbre esta misma semana y coincidiría en la ascensión que le puede convertir en la primera mujer que completa las catorce cumbres con Ramos y Egocheaga.

El zamorano regresó al campo base el sábado después dar por concluido su proceso de aclimatación tras alcanzar el Campo 3.

«El pasado 15 de abril subimos, para sorpresa de más de uno, desde el CB hasta el C3, dejamos la tienda y bajamos a dormir al C2 -narra Martín Ramos-. Al día siguiente subimos de nuevo hasta el C3».

No fue sencillo montar este tercer campamento que para Ramos y Egocheaga será el segundo y último. Al asturiano no le gustó el primer emplazamiento que eligieron para instalar la tienda y el depósito de material, justo donde habían estado acampados los de "Al filo de lo imposible".

El vasco Juanito Oiarzábal y sus compañeros, que llegaron algo más tarde al lugar, opinaron los mismo y se dispusieron a buscar un lugar más idóneo. En ese momento, se producía un alud espectacular: «Todo fue demasiado rápido, bloques de hielo del tamaño de una lavadora estaban pasando por encima de nuestras cabezas. El tiempo se detiene y, cuando la avalancha cesa, raudos y veloces, desmontamos el C3 y lo bajamos por debajo del serac que tenemos pocos metros más abajo».

Los montañeros montaron de nuevo el C3 y poco antes de hacerse de noche por completo ya se encontraban metidos en sus sacos dispuestos a pasar la noche a 6.500 metros.

El catalán Xavi Arias, compañero de Lluis Rafols, vivió también en primera persona este percance y lo definía como «una sensación que no desearía ni al peor de mis enemigos "si es que tengo". Una vez tras otro, en la cabeza, la espalda ... dentro de la tienda minúscula, Lluís Pérez y un servidor tratando de esquivar lo que no se ve. Son unos segundos que parecen interminables y los que te preguntas: ¿qué coño hago aquí?. Los gritos de los otros compañeros y un silencio sepulcral nos hacen entender que lo peor ya ha pasado, tan sólo hay que salir, unos de la tienda destrozada, los otros bajo la nieve».

El aragonés Carlos Pauner también fue explícito en su narración del incidente: «De repente, un estruendo terrorífico se cierne sobre nosotros. Levanto la mirada y veo una avalancha de bloques de hielo que se precipita como una lluvia de meteoritos. Esquivo el primero, que me arranca el gorro de la cabeza y me lanzo al suelo, al igual que hacen mis compañeros. Una primera andanada de golpes y alguien chilla: ¿estáis todos bien? No hay respuesta, o por lo menos, no la que esperábamos. Otra segunda andanada de bloques tamaño televisión nos golpea sin piedad. Después, silencio. Absoluto silencio y un grupo de sombras de aspecto humano que se van levantando poco a poco, todavía con el miedo en la mirada. Milagrosamente todos hemos salvado la vida y seguimos en el mismo lugar».

Al día siguiente, mientras Ramos y Egocheaga descendían al campo base, Pasabán y el que fuera compañero del zamorano en el Broad Peak, el portugués Joao García, alcanzaban la cumbre del Annapurna.

Los miembros de la expedición de Edurne Pasaban, que lograron coronar la cima del Annapurna, se encuentran ya en el campo base «felices, sanos y a salvo».

«Ahora sí que podemos decir que la aventura ha terminado con éxito. Es el momento de celebrar el triunfo», asegura la página web de la montañera guipuzcoana, que ayer consiguió conquistar su decimotercer "ochomil".

Edurne Pasaban dijo ayer en su "blog", que había sido «muy, muy duro», pero que había «salido todo bien», ya que el equipo logró hacer cumbre sobre las 10:30 hora española (3,45 horas más en Nepal). El primero en llegar fue Asier Izaguirre y, unos minutos después, lo hicieron Edurne Pasaban, Álex Txicón, Joao García y Nacho Orviz.

Aunque habían coronado la cima del Annapurna, el reto no se daba por concluido con éxito hasta que todos los miembros de la expedición regresaran al Campo Base, situado a 4.200 metros de altitud, lo que ya es una realidad.

Pasaban se encuentra en el Himalaya con el doble objetivo de ascender el Annapurna (8.091 metros), que ya lo ha conseguido, y enfrentarse ahora al Shisma Pangma (8.027 metros), que eran los dos únicos "ochomiles" cuyas cimas no había hollado todavía.

De conseguirlo, la deportista tolosarra podría convertirse en la primera mujer del mundo en coronar las 14 montañas más altas del planeta, aunque parte en desventaja respecto a su más dura rival, la surcoreana Oh Eun Sun, quien ya se encuentra en el Annapurna, el único que le falta para intentar completar la hazaña.

De las dos cimas que le faltaban a Pasabán en su palmarés, el Shisha Pangma era en principio más asequible, aunque ya se le ha resistido en cuatro ocasiones, mientras que el Annapurna se presentaba como el gran enemigo, que ya ha sido batido por la alpinista guipuzcoana.

Joao García, que ascendió el sábado el Annapurna y se convirtió el primer portugués en coronar las 14 grandes cimas por encima de los ocho mil metros, destacó que la subida al pico fue «un esfuerzo tremendo». En declaraciones publicadas ayer en la edición digital del canal portugués SIC, García, de 43 años, contó que pernoctará en el Campo 2 (5.600 metros de altura) y que en la jornada de mañana proseguirá el descenso.

«No tengo sherpas como la expedición española, y tengo que llevar también yo solo los más de 20 kilos de equipación que traje», comentó el alpinista.

Lo más meritorio de la ascensión de este lisboeta ha sido que ha realizado una ascensión relámpago, más rápido que nadie en la historia de la ruta, la recorrió en solo tres días de escalada desde el campamento base a la cima y apenas cinco días después de llegar al pie del Annapurna.