La confrontación en las impresionantes instalaciones de Lezama no empezó nada bien para los intereses del Zamora que a las primeras de cambio, como ha venido ocurriendo tantas y tantas veces en la presente temporada, encajó el primer gol en la primera ocasión que el rival pisaba su área.

Muy pronto a Raúl González y a los suyos se les torcieron sus intenciones de hacer un buen papel y puntuar en Lezama. Corría el minuto 9 cuando Angulo se metió hasta la cocina por su banda izquierda y el centro hacia el área sólo lo tuvo que empujar al fondo de las mallas su compañero Garmendia que campaba a sus anchas por la zona peligrosa zamorana.

Era el 1-0 y el Zamora no daba ningún tipo de señales de vida. Más bien todo lo contrario. Los rojiblancos se veían superados por un Athletic B que tocaba el balón con más rapidez y lo conducía con más fluidez por el césped de Lezama. Martins, Garmendia e Iturriaga se comían literalmente al Zamora; de sus botas salía un buen fútbol ante el intento, en vano por otra parte, de los zamoranos de poderlo impedir. Al cuarto de hora las cosas pudieron empeorar para los intereses del Zamora pero Lizoain que se internó en el área tras sortear a todo aquel que le salía al paso, lanzó alto y privaba a los suyos del 2-0 que quizá hubiese sido ya una barrera infranqueable para un Zamora que se veía arropado en las gradas por un centenar de aficionados que se dejaban la garganta apoyando a los suyos, aunque también se desesperaban porque no veían el juego que ellos deseaban de los Candela, Juanlu, Emilio y compañía.

Con el tiempo reglamentario cumplido, el colegiado señaló una cesión al borde del área pequeña del Athletic B. Se abría la esperanza del empate para el Zamora. Roberto Encinas tocó para Omar y el disparo a "quemarropa" del interior rojiblanco salió por encima del larguero tras rozar en la cabeza de un defensa. Se había perdido una gran ocasión para enmendar una primera mitad que en el Zamora pudo estar llena de buenas intenciones, pero está claro que sólo con esto... no se va a ningún sitio, y menos a intentar puntuar en casa de los "cachorros".

La confrontación dio un tremendo vuelco tras el descanso. No tenía nada que ver con lo presenciado anteriormente. El Zamora salió con una, o incluso dos velocidades más que un Athletic B que pareció saltar al terreno de juego con el freno de mano puesto.

Quini y Emilio, este último en dos ocasiones, tuvieron el empate en sus botas pero en todas ellas se toparon con las intervenciones del guardameta Alcalde quien especialmente se lució en un lanzamiento de Emilio sacando una manopla para enviar el balón a córner cuando en las gradas los zamoranos ya cantaban el gol.

Era otro Zamora, con más ímpetu incluso que el de Burgos. El centro del campo se había hecho dueño y señor de la situación, Quini y Javi Ballesteros luchaban por todos los balones y se llevaban la mayor parte de ellos y tanto Omar como Encinas por las bandas comenzaban a crear peligro y más peligro con sus internadas y centros; la defensa rojiblanca pasaba por minutos plácidos y es que ahora quien no daba señales de vida era el Athletic B. Y por fin el Zamora tuvo su recompensa: las manecillas del reloj cruzaban por el minuto 59 cuando Quini se internó en el área, levantó la cabeza y ante la salida de Alcalde cedió el balón a su compañero Omar quien sólo tuvo que empujarlo al fondo de las mallas.

Era el principio del fin de los bilbaínos, y el inicio para el Zamora de una gran remontada, de una gran tarde y de una excepcional segunda mitad en la que todos los jugadores brillaron a una gran altura y en particular lo hizo el canterano Javi Ballesteros que iba a aprovechar un saque en largo de Dani para llevarse un balón que peleó y peleó, y ante la salida de Alcalde lo batió por bajo. El 1-2 ya estaba en el marcador y aunque por delante quedaba un cuarto de hora, el Zamora nunca vio peligrar la victoria. Todo lo contrario.

Los rojiblancos siguieron con ambición sobre el campo, tenían hambre de victoria y ésta la acabaron saciando con el 1-3 tras un penalti que transformó Xaco.

Fue una tarde redonda que habrá que esperar que se repita muchas veces hasta mayo.