Festival de cine
Jessica Hausner ataca torpemente al fanatismo dietético con 'Club Zero' en Cannes
La película está protagonizada por un hombre y una mujer, dos seres deprimidos y castigados por una Helsinki hostil
Nando Salvà
Los peligros de la fe ciega y la falacia de las medicinas alternativas son asuntos de los que la austriaca Jessica Hausner ha hablado a lo largo de su filmografía, pero nunca antes lo había hecho con la tosquedad de la que hace gala en ‘Club Zero’. Primera de las películas aspirantes a la Palma de Oro presentadas este lunes, arranca con la llegada a un exclusivo instituto de una joven profesora (Mia Wasikowska, desaprovechada) que imparte una asignatura llamada Alimentación Consciente, y que inmediatamente convence a su reducido grupo de alumnos de los beneficios -para el medio ambiente, para la economía mundial, para la salud, para mantener la línea- que aporta dejar de comer.
Los chavales deciden someterse a las enseñanzas de su gurú como acólitos de una secta terraplanista, y no hace falta explicar más para que sea evidente hacia dónde se dirige la historia a partir de aquí. En lugar de avanzar, en cualquier caso, la película se limita a dar vueltas sobre sí misma, repitiéndose una y otra vez. Entretanto, trata de lanzar su carga satírica contra asuntos como la técnica ‘mindfulness’, el fanatismo dietético y medioambiental, las instituciones docentes de élite y, por supuesto, la gente rica. Todos ellos son blancos muy fáciles, pero la mirilla de Hausner está desenfocada.
Siempre Kaurismäki
‘Fallen Leaves’, también presentada este lunes a concurso, no es ni más ni menos que lo que se espera del cine de Aki Kaurismäki. El estilo del finlandés es tan hermético y tan reconocible que, más que como entes independientes, los largometrajes que va estrenando invitan a ser entendidos como subtramas de una única película, hecha de humor impasible y absurdo mezclado con melancolía y amargura e influenciada por autores como Robert Bresson y Jim Jarmusch. A estas alturas no tiene sentido esperar de él un ápice de innovación pero, ¿y qué más da, si generalmente hace tan bien lo que hace?
La película está protagonizada por un hombre y una mujer, dos seres deprimidos y castigados por una Helsinki hostil. A él lo echan de todos sus empleos porque es incapaz de mantenerse sobrio; ella está tan sola que para invitar a alguien a cenar necesita comprar antes un plato y unos cubiertos.
Kaurismäki les da la oportunidad de conocerse, ir a ver una película -de Jarmusch-, compartir una cena que acaba en desastre y darse una segunda oportunidad. Y sin variar lo más mínimo su método -de nuevo, ¿por qué iba a hacerlo?-, y aplicándolo a la perfección, nos acaba convenciendo de que, a pesar de que en Ucrania hay una guerra y que el mundo está lleno de gente desalmada, nunca es tarde para conocer a un perro llamado Chaplin y a un alma gemela con la que mitigar la soledad o, al menos, experimentarla en compañía.
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