Cómic

Kenny Ruiz y Juan Albarrán, los dos españoles pioneros en trabajar para la industria japonesa del manga

Con base en Madrid y Barcelona respectivamente, los dos dibujantes se han hecho un hueco en el ultraexigente mercado nipón, donde capitanean dos series de éxito, 'Team Phoenix' y 'Matagi Gunner'

Una viñeta de ’Matagi Gunner’, la serie de manga que tiene al frente a Juan Albarrán.

Una viñeta de ’Matagi Gunner’, la serie de manga que tiene al frente a Juan Albarrán.

Alex Serrano

Viven en Madrid y Barcelona respectivamente, y no hablan ni una palabra de japonés, pero Kenny Ruiz y Juan Albarrán están al frente de las series Team Phoenix y Matagi Gunner, que se publican de manera mensual y semanal en Japón junto a las obras de decenas de autores autóctonos. En aquel país, donde la cultura popular es un orgullo nacional y, a la vez, un sector económico y empresarial estratégico, el inmenso e influyente panorama editorial conserva un nivel de exigencia y un rigurosísimo sistema de trabajo que han hecho que, hasta la fecha, solo un puñado de autores occidentales hayan conseguido ver sus nombres impresos en revistas de cómic niponas. Dos de ellos son españoles.

Kenny Ruiz ha construido durante dos décadas una completa carrera como dibujante, principalmente centrada en el mercado francés, cuando su participación en Tezucomi, revista en la que autores de todo el mundo eran invitados a reinterpretar los personajes del dios del manga Osamu Tezuka, le abrió las puertas a un ambicioso proyecto. "Me propusieron hace Los Vengadores de Tezuka, un supergrupo con algunos de sus personajes más populares porque, de los occidentales con los que habían trabajado, era el que veían que tenía cualidades más adecuadas para llevar adelante el proyecto", cuenta el dibujante alicantino.  

Meses de trabajo dieron como resultado Team Phoenix, serie que publica de manera mensual en la revista Bessatsu Shōnen Magazine, y cuyo primer volumen recopilatorio acaba de ser editado recientemente en España por la editorial Planeta. Ruiz se encarga de los guiones y el dibujo y trabaja sin asistentes, algo poco muy poco habitual en Japón, donde el alto volumen de trabajo suele requerir que los dibujantes utilicen asistentes para tareas como dibujar los fondos. "Yo escribo el guion no para que sea la mejor versión en castellano que me gustaría, sino la versión más fácil para traducir al japonés", cuenta Kenny Ruiz.

El dibujente detalla cómo el proceso de trabajo incluye la participación del editor francés Frederick Toutlemonde, que habla inglés y japonés y supone un importante apoyo a la hora de supervisar los guiones, diálogos y matices diversos para que funcionen en el idioma y la experiencia de lectura japonesas, y de una traductora español-japonés con la que pule aspectos importantes como que la sonoridad sea mejor. "Ha habido guiones que me han echado para atrás porque, al traducirlo a japonés, se perdía frescura o ritmo, porque la manera de expresarse es distinta", cuenta el autor, que destaca que aún sin saber japonés, "a partir del segundo tomo empecé a aprender más, el tipo de frases que funcionan y quedan bien en japonés. Es un continuo prueba-error. También requiere un diálogo constante con la traductora, porque tiene que entender no solo conceptos de fantasía y ciencia-ficción, sino que tengo que ser muy certero con las emociones de los personajes", concluye.

Partir desde cero

Kenny Ruiz señala cómo la habitual petición de gran número de correcciones por parte de los editores japoneses es una de las grandes diferencias con respecto a sus homónimos europeos. Una costumbre que suele chocar mucho a los autores occidentales, pero que él ha asimilado con rapidez. "He aprendido a reescribir sin cuestionar demasiado, yo ya no pierdo ni un minuto en rebatir cuando me llega que algo no funciona", afirma. "Lo importante es que el público japonés me lea con comodidad".

"Mientras que en Europa y Estados Unidos es habitual que se desarrolle el guion primero y después se dibuje, en Japón el método es distinto. "Trabajamos en algo que llaman 'Nemu', como un 'storyboard' con textos", explica Ruiz

Otra de las grandes diferencias es la manera de organizar el trabajo previo. Mientras que en Europa y Estados Unidos es habitual que se desarrolle el guion primero y después se dibuje, en Japón el método es distinto. "Trabajamos en algo que llaman Nemu, que es como un storyboard con textos", cuenta el dibujante. "Yo no envío un guion textual, porque ellos tienen claro que el manga es un idioma en sí mismo, así que corrigen al mismo tiempo guion y narrativa. Muchas veces el cambio que te piden no es argumental, sino de narrativa", concluye.

Para Kenny Ruiz, el gran reto ha sido la necesidad de sintetizar que requiere el manga, que prima la facilidad y el ritmo de lectura sobre los adornos. "En Europa estamos acostumbrados a cargar mucho el dibujo a nivel ilustrativo", cuenta. "Para revertir eso hay que aprender a no hacer, y eso va totalmente en contra de mi aprendizaje de todos estos años. He tenido que aprender a conseguir que las páginas me queden equilibradas con menos información", apunta.

Ruiz es consciente de lo difícil que es llegar a publicar en Japón, pero no piensa demasiado en ello: "La clave no es llegar, sino mantenerse, y para eso Juan Albarrán y yo, que estamos de punta de lanza, lo tenemos que hacer muy bien. Me espolea pensar que no solo trabajo por mi carrera, si no que va a servir para los que vengan detrás, que tengo que dejar buena imagen con mis editores y compañeros para que se animen a contratar más occidentales. Eso sería lo más bonito de mi carrera", asegura. Una confianza que el autor español se gana día a día. "Hace poco un editor me escribió para decirme que era el único autor con el que trabaja que no se había retrasado ni un solo día en las entregas, y fue un orgullo para mí, porque los japoneses creen que los occidentales no somos tan rápidos o tan constantes como ellos".

El autor de Team Phoenix rechaza paralelismos entre lo que él y Juan Albarrán están haciendo en Japón con la llegada de dibujantes como Carlos Pacheco o Salvador Larroca al mercado estadounidense hace 25 años, que abrió la puerta a una hoy ya asentada presencia de artistas españoles al frente de los títulos Marvel DC: "es demasiado pronto para ver qué pasa y, además, respeto demasiado lo que consiguieron Pacheco y compañía", recalca.

De EEUU a Japón

Uno de los componentes de esa armada española fue durante años, precisamente, Juan Albarrán, que trabajaba como entintador para DC Comics hasta la llegada de la pandemia. "Me quedé sin trabajo en DC en mayo de 2020, en pleno confinamiento. El dibujante con el que yo estaba empezó a entintarse a sí mismo y de repente me vi con el mercado americano y el mercado francés cerrados, y me fui al único mercado que solo parará cuando se acabe el mundo: Japón", rememora el dibujante catalán.

La trayectoria de Albarrán es tan atípica que bien podría protagonizar su propio manga. Se interesó muy pronto por este tipo de cómic e hizo algún tímido intento por enfocar su carrera hacia el dibujo, pero pasó años buscándose la vida en todo tipo de trabajos hasta que, ya en la treintena y a golpe de tesón, empezó a trabajar como entintador para el mercado norteamericano. Aunque confiesa haber sido siempre "más de cómic japonés que de superhéroes", nunca pensó que acabaría dibujando manga. "Cuando empiezas a conocer el mercado japonés, te das cuenta de que es todo muy cara a cara con los editores, y como yo no hablo japonés, siempre pensé que era imposible", destaca. 

Juan Albarrán, autor de manga con base en Barcelona.

Juan Albarrán, autor de manga con base en Barcelona.

La falta de trabajo por el parón impuesto por el covid y unas perspectivas no demasiado halagüeñas para su futuro como entintador ("el dibujo digital y los ahorros de costes de las editoriales ha hecho que, cada vez más, los dibujantes que trabajan para Marvel y DC entinten sus propios lápices", apunta) le animaron a dar un giro a su carrera. "Imaginé que no saber japonés sería una barrera insalvable para dibujar manga, pero pensé que quizás algún mangaka [nombre con el que se denomina a los dibujantes en Japón] me querría como asistente para dibujar fondos". El catalán recuerda cómo, tras publicar un anuncio en un foro especializado, tardaron veinte minutos en responderle ofreciéndole trabajo. "Luego me enteré de que esa persona quería practicar inglés, y por eso me contrató", añade riendo. Las puertas del mercado japonés se habían abierto.

"Me di cuenta de que con traductores web uno puede comunicarse a un nivel de detalle mayor del que yo creía. Me enviaban instrucciones muy detalladas y técnicas y el traductor me lo solucionaba"

"Me di cuenta de que con traductores web uno puede comunicarse a un nivel de detalle mayor del que yo creía. Me enviaban instrucciones muy detalladas y técnicas y el traductor me lo solucionaba", asegura. A lo largo de dos años, Albarrán llegó a simultanear trabajos como asistente para hasta diez dibujantes. Mientras, en su tiempo libre, empezó a escribir y dibujar sus propias historias. "Es así como uno empieza a publicar en el mercado japonés", aclara. El covid hizo que muchas editoriales empezasen a aceptar el envío de propuestas por internet, y esa primera toma de contacto ("los editores japoneses son muy educados y te responden siempre", aclara) es la que, eventualmente, le permitió recibir la propuesta de dibujar la serie que publica desde hace ya un año, Matagi Gunner, un manga protagonizado por un cazador japonés jubilado con reminiscencias de Clint Eastwood en Gran Torino que descubre accidentalmente que sus habilidades cinegéticas le convierten en un jugador de videojuegos de primera categoría. 

El dibujante recuerda cómo estuvo cuatro meses "haciendo pruebas con el diseño de personajes. Pensé que no me iban a coger porque no paraban de pedirme correcciones, pero luego me enteré de que así funciona". Trabajar con un guionista japonés y para una revista que, en sus 40 años de historia, nunca había contado con un dibujante extranjero, supone todo un desafío del que Juan Albarrán ha salido airoso gracias, en parte, a su trabajo y experiencia previas. "En Estados Unidos el cómic funciona como una cadena de montaje. Aquí yo soy un project manager, aprendí el sistema de producción durante mis dos años cómo asistente, y ahora sé cómo aplicarlo con mi equipo", subraya. El resultado es que el autor saca adelante 20 páginas a la semana de una serie que se publica por entregas en una revista tres veces al mes, y que ha sido muy bien recibida en el supercompetitivo ecosistema del cómic japonés.   

"Matagi Gunner es lo mejor y lo peor que me ha pasado en la vida", setencia un Albarrán que se muestra tan consciente del hito que supone ser un mangaka español como del enorme esfuerzo y dedicación que suponen mantenerse en la brecha.