El festival Serielizados de 2022 ha querido que lo inaugurara una serie con mucha historia detrás: la creó Guillem Clua (Barcelona, 1973) en 2011 para un torneo de dramaturgia; se estrenó en una sala minúscula; luego en otras, también del resto del mundo; adoptó forma de libro y ahora salta a Netflix en forma de ocho capítulos de media hora de duración. 'Smiley' es una historia de gays, pero no solo para gays, porque es, sobre todo una historia de amor. Además, para la serie se ha nutrido de otras tramas con una gran diversidad, que hace que cualquiera se pueda identificar. La protagonizan los actores Carlos Cuevas y Miki Esparbé, que la hacen muy creíble. Una sabia elección, como la de Pepón Nieto en la piel de un transformista. Como las grandes comedias románticas, llegará por Navidad.

'Smiley' fue su primera comedia. Y resultó ser un éxito total en el teatro, también en el resto del mundo, se escrito un libro....

Has resumido en una frase 10 años. Es mi primera comedia, a la que me vi un poco obligado. Su origen es un texto breve que se presenta en el Torneo de Dramaturgia, en el Temporada Alta de 2011. Y me tocó enfrentarme a Jordi Galcerán, que escribió lo que en el futuro sería 'El crédito/ El crédit'. Se comenta que ese enfrentamiento ha sido unos de los míticos del torneo. Yo era un principiante y él, el autor de 'El método Grönholm', con lo que pensé: tengo que escribir una comedia o estoy muerto. Y me puse a escribir lo que sería 'Smiley', porque descubrí que tenía una materia muy buena, que era mi vida sentimental. Ganó Jordi, obviamente, pero el organizador del torneo, Jordi Casanova, que era el director artístico de la sala barcelonesa Flyhard, de solo 40 butacas, me dijo: "Amplíala". La estrenamos, funcionó muy bien y empezó el fenómeno.

La comedia romántica perdura por los tiempos, porque el amor es un sentimiento universal.

La búsqueda del amor, ser queridos, es un motor tan poderoso que siempre hace que las obras, las películas, las series que hablan de eso sean muy atractivas. Pero lo que sí cambia es la forma. No es lo mismo una comedia de Howard Hawks de los años 50 y una de Nora Ephron de los 80 o 90. Hay unos parámetros sociales que cambian. Ahora el tema del género está más presente y la diversidad LGTBI, y por eso cambia la forma. Y la motivación a la hora de escribir 'Smiley' fue esa: recuperar los elementos narrativos de la comedia romántica clásica con todos sus clichés y trasladarla a una historia de dos hombres. Creo que eso fue lo que hizo que la obra fuera tan atractiva en su momento.

No es una historia de gays, sino una historia de amor.

Una de las claves del éxito de la obra, y espero que de la serie, es que es una obra contada desde una realidad muy concreta: la LGTBI. En la obra es la de dos chicos, pero en la serie hay también la de dos lesbianas, de heteros, de personas más mayores... No vamos a contar una historia de amor de gays solo para gays. Todo el mundo se sentirá identificado.

¿Ha sido difícil trasladarla al formato audiovisual? 

Contar la historia de Álex y Bruno, la pareja protagonista, fue relativamente sencillo, porque ya estaba hecha. Solo había que irla repartiendo en los capítulos. Y hacerla más compleja. Lo más complicado fue crear ese universo de personajes alrededor, que fuera un contrapunto en la historia principal. Que la alimentase y aprendiéramos cosas nuevas tanto de la realidad LGTBI como de diversas maneras de ser y amar. Fue también lo más apasionante: el hecho de tener una pequeña historia y que te dé Netflix la oportunidad de convertirla en algo diametralmente opuesto en cuanto a magnitud y poder explorar, crear nuevos personajes.

¿Ha sentido pudor de desnudarse contando sus historias personales?

Ninguno, porque siempre lo hago. Todo lo que escribo viene o de mi experiencia personal o de cosas que a mí me afectan personalmente que hacen que me plantee preguntas que necesito responder a través de la escritura. Y esta serie en particular, que habla tanto de nuestro tiempo, de nuestra realidad, de mi vida sentimental, de mis amigos, de mi entorno inmediato. es una fuente inagotable de comedia. Las citas de Grindr es una cantera de gags inagotable (ríe).

En cuanto al 'casting', ¿a quién se le ocurrió la brillante idea de convertir a Pepón Nieto en transformista?

Todas las decisiones creativas pasan por mí. La elección de Pepón fue posterior, pero desde guion el personaje estaba creado para que fuera un actor de más de 50 años. Tenía la necesidad de reivindicar la figura tradicional del transformista barcelonés, que tiene mucha historia ya olvidada. Ahora está muy de moda Paul Rudolph, 'Drag Race' y el mundo drag, con gente de 20 o 30 años. Pero se han olvidado un poco los que abrieron camino. Y el personaje de Pepón intenta ser un homenaje a esos travestis que el mundo gay masculino sobre todo, invisibiliza, relega. Porque quedan fuera del foco los hombres cuando pasan de los 50 y ya no son esos objetos de deseo. A eso se le he hecho mucho hincapié.

Y ese personaje, con sus monólogos aglutina todos esos sentimientos. ¿Buscaba esa figura? 

Sí. Es como el referente sabio, que tiene todas las respuestas, pero a la vez está solo. El personaje de Pepón es secundario, pero es muy poderoso su mensaje y sus tramas son de lo más bonitas.

La elección de Carlos Cuevas y Miki Esparbé también es muy acertada. 

Era la más complicada, porque eran los protagonistas de una serie que se basa en una obra de teatro que estrenaron otros actores. Hace una década que los personajes de Álex y Bruno estaban perfectamente marcados. Con lo que era muy difícil encontrar al mejor actor para ese papel, y que además hubiera química entre ellos, y que creyéramos que se iban a enamorar... Creo que nos tocó la lotería con ellos. 

Hay diálogos en catalán. ¿Es un intento de Netflix de paliar esa ausencia del idioma o decisión suya? 

Cuando se planteó la serie a Netflix, yo dije que quería que hubiera tramas en catalán y personajes que lo hablaran. Quería rendir homenaje al origen de la serie. No solo se enseña Barcelona, sino una Barcelona real, en la que se habla catalán y castellano.

También es muy acertada la corta duración de sus capítulos.

Hay muchas veces que la historia te pide el formato, incluso alguna el género: que sea teatro, película o serie. Y en este caso pedía ser una serie de 30 o 35 minutos. Que sea consumible, que no se haga bola. A nivel de contenido y de tiempo. Con lo que su duración es el ideal.

La obra teatral tuvo una secuela: 'Smiley, després de l'amor'. ¿La serie podría tener una segunda temporada?

Si eso ocurriera, yo encantado, pero está en manos de la audiencia. Ojalá eso pasara. Si llegara ese momento, material hay.

Por cierto, hay un momento Navidad. ¿Es un guiño a 'Love Actually'?

Durante toda la serie hay referentes a películas. Y 'Love Actually' tiene su momento, obviamente. La comedia romántica pide Navidad.