Entre el 22 de abril y el 14 de agosto de 1985 tuvo lugar en Buenos Aires el juicio contra las juntas militares que habían gobernado Argentina entre 1976 y 1983, que se saldó con las condenas ejemplares a figuras tan tétricas como Jorge Rafael Videla, Eduardo Massera y otros responsables de las torturas y desapariciones de decenas de miles de personas que habían tenido lugar en ese periodo; y ‘Argentina 1985’, la ficción del director Santiago Mitre que este año compite en la Mostra, recrea ese proceso centrándose tanto en la persona del fiscal Julio César Strassera, encarnado por Ricardo Darín, como en el equipo de jóvenes letrados que lo ayudaron a lograr esas penas.

Pese a que en sus primeras secuencias la película amaga con alinearse con los ‘thrillers’ conspiranoicos estadounidenses de los años 70, no tarda en poner sobre la mesa sus verdaderos ingredientes: retratos de hombres buenos dispuestos a llegar hasta donde haga falta en pos de la justicia, testimonios estremecedores sobre torturas, loas al trabajo en equipo, vagos reveses procesales, héroes y villanos perfectamente delineados, discursos finales catárticos y abundancia de violines en la banda sonora entre otros clichés probablemente inspirados en muchas películas previas sobre procesos judiciales célebres, investigaciones contra escándalos de corrupción a gran escala y recreaciones de episodios históricos vengonzantes. En otras palabras, resultará formularia y previsible para todo aquel espectador mínimamente familiarizado con títulos como ‘Vencedores o vencidos’, ‘Spotlight’, ‘Algunos hombres buenos’, ‘El juicio de los 7 de Chicago’ y tantos otros. Resulta difícil en qué medida e fiel a los hechos contrastados, porque en ningún momento se molesta en ocultar cuál es su verdadera inspiración.

Documental sobre la adicción al OxyContin

También presentada hoy entre las peliculas candidatas este año al León de Oro, ‘All the Beauty and the Bloodshed’, recurre al formato documental para hablar de un genocidio de muy distinto: la epidemia generada por la adicción al medicamento conocido como OxyContin, comercializado por la familia Sackler -una de las más ricas y poderosas del mundo- y que ha causado la muerte de centenares de miles de personas en Estados Unidos; y con ese fin su directora, Laura Poitras, pone el foco en la ilustre fotógrafa Nan Goldin, que entre 2014 y 2017 fue adicta a él y que en los años posteriores se ha dedicado en cuerpo y alma a combatir al todopoderoso poder farmacéutico y, en concreto, a orquestar acciones de sabotaje en museos -el Guggenheim, el Met, el Louvre- patrocinados por los Sackler.

La película dedica partes parejas de su metraje a relatar la vida y exhibir la obra de Goldin, por un lado, y a testimoniar su reciente celo activista, por el otro; y entretanto no ahonda ni en un aspecto ni en el otro. Poitras no logra capturar la magnitud iconográfica de los sudorosos retratos neoyorquinos que Goldin llevó a cabo entre los años 70 y los 90, y tampoco se muestra interesada en ahondar lo más mínimo en la crisis de opiáceos que lleva años asolando su país; en ese sentido, está tan centrada en ensalzar el activismo de la fotógrafa que no encuentra espacio para una sola voz discrepante. La película, ojo, ha sido producida por Goldin.