"El pueblo era como un western. Una película que yo había ido a ver por error pero de la que no me podía salir". Con estas palabras se refería Manuel Puig a General Villegas, la localidad en la que había nacido el 28 de diciembre de 1932. Una fecha cargada de simbolismo en una infancia que, en el caso del pequeño Manuel, resultó premonitoria. Como si fuera una inocentada, o más bien una maldición bíblica, Puig sufrió durante su niñez la hostilidad de los vecinos de ese agreste lugar de la provincia de Buenos Aires. "Era la vigencia total del machismo. Allí estaba aceptado que debían existir fuertes y débiles. Lo que daba el prestigio era la prepotencia. Lo que realmente hacía respetar a alguien era que gritara fuerte", explicaba el escritor, al que de niño llamaban cariñosamente Coco, durante una entrevista en el programa A fondo de TVE en 1977.  

Villegas era una pequeña ciudad muy colonial. "A la hora de la siesta, ¿qué hacíamos los muchachos de 10 o 12 años? Nos escapábamos para no dormir la siesta. Agarrábamos nuestra bicicleta y nos íbamos al parque. Coco no venía nunca y el padre protestaba. Le sacaba la bicicleta verde con el dinamo cromado, que era una bicicleta bárbara. Se la ponía y le decía ‘Coco, andá con los muchachos’, y Coco decía ‘no’ —recordaba José Luis Chavarri, uno de los amigos de la infancia de Puig, en el documental sobre el escritor Regreso a Coronel Vallejos—. ¿Qué hacía Coco? Ponía música clásica en los primeros combinados, que eran radio y tocadiscos, y escuchaba música y leía. No venía nunca con nosotros. Eso sí, a las seis de la tarde, si vos lo querías ver a Coco, iba con su mamá al cine todos los días".  

Manuel Puig - entrevista "A fondo" - tve from Manuel Laf on Vimeo.

Manuel Puig era hijo de un comerciante y una licenciada en químicas que había ido a parar a General Villegas para encargarse del laboratorio de uno de los hospitales de la localidad. Consciente de la sensibilidad extrema de Manuel, su madre intentó protegerlo de ese entorno y encontró en el cine el mejor de los refugios. "El paisaje de la Pampa, que en realidad es la ausencia de todo paisaje, resulta una pantalla en blanco donde cada uno proyecta la fantasía que quiere. Ahí, un chico que no puede aceptar la realidad por sentirla hostil, cambia los términos y toma como realidad a la ficción, ya sea la ficción del cine o la que le dicta su propia imaginación", argumentaba Puig, que antes de decantarse por la literatura valoró la posibilidad de ganarse la vida en la industria del cine.

Tras recibir una beca para estudiar en Italia, comenzó a trabajar en rodajes, aunque no tardaría mucho en comprobar que el mundo del cine no se diferenciaba demasiado de ese General Villegas de su infancia. "Lo que yo buscaba era un refugio de la realidad. No luchar. El plató es una cosa terrible. Hay que saber muy bien lo que se quiere, tenerlo muy claro y proyectar una seguridad en ti mismo […]. Cada integrante del equipo tiene su película en mente y es el director el que tiene que poner un poco de orden. Se necesita un modo de ser muy especial para lograrlo", reflexionaba en una de las entrevistas recogidas en el libro Puig por Puig. Imágenes de un escritor, de Julia Romero, del que proceden muchas de las declaraciones citadas en este texto.

El salto a la literatura

A pesar de ese desencanto, Puig intentó seguir vinculado al mundo del cine a través de la escritura de guiones, aunque con poco éxito. "Mientras escribía sentía un gran placer. Pero terminados, vistos a distancia, los detestaba. Eran copias de grandes filmes ya realizados. O sea, que lo que me daba placer era la copia y no crear", relataba el escritor, que un día, mientras trabajaba en uno de esos guiones, experimentó una sensación inédita hasta entonces: por primera vez percibió la voz del personaje sobre el que estaba escribiendo. Se dejó llevar por ella y, después de treinta páginas, entendió que ese material rebasaba las posibilidades del cine y pedía ser una novela.

Mario Vargas Llosa amenazó con abandonar el jurado si se premiaba a "ese argentino que escribe como Corín Tellado".

Tres años más tarde, Puig acabó La traición de Rita Hayworth, la más autobiográfica de sus novelas y un libro que, gracias a la mediación del director de fotografía Néstor Almendros, cayó en manos de Juan Goytisolo. El autor de Señas de identidad la presentó a la edición de 1965 del Premio Biblioteca Breve de Seix Barral, donde quedó finalista por detrás de Últimas tardes con Teresa, de Juan Marsé. Aunque Guillermo Cabrera Infante siempre defendió que la novela de Puig debería haber ganado tan solo por el título, Mario Vargas Llosa amenazó con abandonar el jurado si se premiaba a "ese argentino que escribe como Corín Tellado".

"Mis raíces son diferentes, están en artes más populares, como el cine y el cancionero. Si esos autores no me aprecian es porque se resisten ante una corriente renovadora de la que mis obras forman parte. El rechazo más explícito llegó de Mario Vargas Llosa que, paradójicamente, es el más joven", reflexionaba posteriormente Puig sobre esa animadversión por parte de algunos de sus colegas.

Finalmente, La traición de Rita Hayworth se publicó en 1968. Un año más tarde vería la luz Boquitas pintadas, a la que siguieron The Buenos Aires Affair en 1973 y El Beso de la mujer araña en 1976. Para entonces, la influencia de Puig ya era evidente en el mundo literario. Ejemplo de ello es que, en 1977, Mario Vargas Llosa, tan beligerante en el pasado con el escritor argentino y sus temas mundanos, publicó La tía Julia y el escribidor, una historia de amor atravesada por los seriales radiofónicos.

Un autor rupturista

"Hemos olvidado que, en ese momento, en la literatura latinoamericana no se escribía como escribía Puig. Su uso de la lengua oral, los distintos formatos, como el folletín, los recortes de periódicos, las recetas médicas, e incluso sus personajes, como amas de casa, niñas bien y disidentes sexuales, eran totalmente excéntricos y nada bien vistos en su época", explica Lucía Litjmaer, que hace especial hincapié en la faceta disolvente de Puig como autor. "Es enormemente transgresor. Usa la evasión, sea esta el cine o la novela romántica, además de como evasión en sí misma, como una bomba de deseo y de revuelta", señala la autora de Cauterio, que considera que la falta de consideración que sufrió Puig en su época no solo se debía a su gusto por temas considerados poco elevados, sino a un indisimulado sentimiento homófobo. "Puig es un autor moderno y absolutamente vigente, cuya figura tiene y tendrá multitud de lecturas, entre ellas, la queer. Aunque en el mundo anglosajón Puig es muy estudiado desde esas perspectivas y creo que llegará a ser reivindicado como Copi, en España sigue siendo un gran desconocido, incluso entre escritores y lectores voraces".

Aunque no todas sus novelas son igual de buenas, las mejores son obras maestras. De hecho, no creo que ningún crítico actual le pueda poner ni un pero a 'Cae la noche tropical'",

Manuel Guedán, novelista y estudioso del autor argentino, es autor de Literatura Max Factor. Manuel Puig y los escritores corruptos latinoamericanos, y comparte la opinión de Litjmaer sobre la trascendencia de la obra de Puig desde la segunda mitad del siglo XX hasta la actualidad. "Su importancia en la literatura argentina es absolutamente indiscutible. Si bien algunas de sus sobreactuaciones vanguardistas han envejecido peor, y no todas sus novelas son igual de buenas, las mejores son obras maestras. De hecho, no creo que ningún crítico actual le pueda poner ni un pero a Cae la noche tropical", afirma convencido. Y añade: "los mejores lectores argentinos, como PigliaAira Pauls tienen textos fundamentales sobre él y, además, la obra de Puig ha cobrado nuevos valores con el tiempo. Por ejemplo, es clave para obras como Tengo miedo torero de Pedro Lemebel, sus novelas se hermanan fantásticamente con las películas de Almodóvar y autores internacionales como Foster WallaceMurakami Wong Kar-Wai han reivindicado a Puig, lo que no es fácil para un escritor hispanohablante".

Como Litjmaer, Guedán lamenta que el lector español no se haya atrevido aún a dar el salto y dejarse seducir por el universo de Puig. "Aquí seguimos pronunciando su nombre como si fuera catalán, cosa que a él le repateaba, y solo conocemos El beso de la mujer araña. Por eso, como devoto de Puig, agradezco el esfuerzo de Seix Barral y Jesús Rocamora como persona al frente del proyecto, por el exquisito cuidado que ha puesto en estas reediciones. Ojalá sirvan para que se descubran también Boquitas pintadas o Pubis angelical, porque por fin ahora tenemos el contexto cultural adecuado para entenderlas y disfrutarlas en toda su complejidad. Como dijo Rodrigo Fresán de forma inmejorable: ‘Puig muerto está mucho más vivo que muchos’".

‘El beso de la mujer araña’ o el manual para el joven homosexual español

El beso de la mujer araña es tal vez la obra más popular de Manuel Puig. No solo por sus ventas o sus adaptaciones teatrales, entre las que destaca la protagonizada por Pepe Martín Juan Diego bajo las órdenes de José Luis García Sánchez, sino también por la película del mismo título estrenada en 1985. Dirigida por Héctor Babenco e interpretada por William HurtRaúl Juliá Sonia Braga, la cinta, que contaba la historia de un preso político y un hombre encarcelado por homosexual que coinciden en una celda y las evocaciones y discusiones que comparten, ha eclipsado cualquier otra adaptación cinematográfica de Puig, incluyendo Boquitas Pintadas de Torre NilssonPubis angelical de Raúl de la Torre y Happy Toghether, la versión de The Buenos Aires Affair rodada por Wong Kar-Wai en 1997.


Además, El beso de la mujer araña aglutina casi todos los ingredientes que caracterizan la obra del escritor argentino. Entre ellos, la cultura popular, el cine, la militancia política y, muy especialmente, las sexualidades no normativas. Escrita en el exilio, la novela se publicó inicialmente en España en 1976. "Ningún editor en Argentina podía en aquel momento publicarlo, porque era exponerse a que le secuestraran una edición completa que, bueno, es un capital", explicaba Puig que, durante la escritura, tuvo muy en cuenta al lector español. "Pensé mucho en un chico homosexual de quince años que está recién abriéndose los ojos a su condición en un pueblo de España. Era una España que estaba esperando la muerte de Franco minuto a minuto. Entonces, digo, tal vez cuando se acabe este libro ya murió el viejo maldito, y a esos chicos de esas aldeas, por ahí les cae el libro".


Con ese objetivo, Puig incorporó al texto principal notas explicando determinados aspectos de la homosexualidad. "Algunos de los críticos han asegurado muy pedantemente que las notas son de dominio público y que realmente no eran necesarias. ¿Puedes creerlo? ¡En la España de 1976! ¡En el México de 1977! ¡Y eso es totalmente falso! En esos países la gente tiene muy poca información sobre los orígenes de la homosexualidad. O ninguna del todo", protestaba Puig que, fallecido en 1990, no pudo ver los avances sociales y legislativos en el campo de relaciones igualitarias experimentados en las últimas décadas.