Se acercaba a la muerte "a paso de tango", decía hace pocos años Joan Margarit en este mismo diario, con su inquisitiva e inteligente mirada y su serena voz, siempre vestida de poesía. "A mi edad pones sobre la mesa toda tu vida y te enfrentas a las cosas terribles que has sufrido -sobre la muerte del padre, de la madre, que tu compañero o compañera te deje, que se te muera un hijo-. Es necesario reinterpretar la relación de la gente con la propia muerte. La muerte se ha reinterpretado siempre. Thomas Mann, en 'Doctor Faustus', vio a la muerte desaliñada pero inteligente, e Ingmar Bergman la puso a jugar al ajedrez. Yo la veo como una chica con blusa blanca, tejanos, bambas", añadía con una sonrisa quien afirmaba que "la poesía es una herramienta, de las más efectivas, para dar consuelo en momentos de grandes penas, de pérdidas difíciles en la vida de cada uno. Aunque tengas cerca a las personas que amas, hay un momento en que estás solo con tu dolor y solo la poesía y la música pueden darte ese consuelo". Este martes, el poeta catalán, uno de los más populares y probablemente el más querido, sin el cual no se entendería la poesía contemporánea, se ha encontrado con su propia muerte a los 82 años, en Sant Just Desvern, a causa de un cáncer que le había sido diagnosticado hace poco menos de un año. Muchos hallarán refugio ahora en sus versos.

El poeta será despedido en la más estricta intimidad familiar, según han comunicado sus allegados. Margarit, prueba de que hasta el último aliento le acompañaron sus versos, había estado trabajando con su editor de Proa, Josep Lluch, la próxima publicación de nuevos poemas bajo el título de 'Animal de bosc'.

Multitud de premios

Joan Margarit (Sanaüja, Lleida, 1938) era poeta, pero también arquitecto y catedrático de Cálculo de Estructuras de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona. Gracias a su trayectoria como bardo, bilingüe, en catalán y castellano, había recibido hasta una veintena de premios y distinciones, que coronaba el año pasado con el Premio Cervantes, galardón que no pudo recoger a causa de la pandemia en abril de 2020 y que recibía de manos de los Reyes Felipe y Letizia el pasado diciembre, después de que estos viajaran en secreto a Barcelona para entregárselo en un acto privado dado el avanzado estado de la enfermedad que sufría.

Entre sus celebrados poemarios en castellano y en catalán (y traducidos a ocho lenguas, entre ellas el ruso, el alemán, el francés, el inglés y el hebreo) destacan 'Casa de misericòrdia', con el que logró el Premio Nacional de Poesía; 'Joana' (2002), donde volcó el dolor por el fallecimieneto de su hija -los únicos versos, afirmaba, que se había permitido "escribir en caliente"-, 'Càlcul d'estructures' (2005), 'Misteriosament feliç' (2009), 'Estació de França' (1999), 'Es perd el senyal' (2012), 'Des d'on tornar a estimar' (2015) o 'Un hivern fascinant' (2017).

Humildad

Poco antes de ganar el Cervantes, cuyo jurado valoró "su obra poética de honda trascendencia y lúcido lenguaje siempre innovador" y el haber "enriquecido tanto la lengua española como la lengua catalana", era premiado también con el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2019), máximos reconocimientos de un currículum que ya sumaba ese Nacional de Poesía que concede el Ministerio de Cultura, el Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya, el Carles Riba de Poesía (1985), el Jaume Fuster de la AELC (2015) o, en tres ocasiones, el de la Crítica Serra d'Or (1983, 1985, 2006). Pero siempre recibía los premios defendiendo una humildad que aplicaba a su poesía. "Un escritor que se lo cree y que no duda es tonto y no sabe lo que tiene entre manos".

Poesía clara y profunda

Lo que él tenía entre manos era una poesía directa, clara y certera, a la vez profunda, que defendía la belleza, la cultura y la verdad -porque "la poesía no tolera mentiras", recalcaba Margarit-, capaz de llegar diáfana a todos los que se acercaban a ella. Unos versos en los que flotaban la vida, la muerte, el amor y la vejez. "La poesía no debe ser algo sutil y elevado que no se entienda", defendía. "Cuando escribes, intentas hacerlo lo mejor posible. Lo que desearías es hacer un gran poema, que siendo corto, intenso y breve pueda salvar la vida a alguien", señalaba quien siempre llevaba en el bolsillo una libretita o un papel para apuntar un verso o un poema inspirado en cualquier momento de lucidez.

Su mente de arquitecto (trabajó en el proyecto de la Sagrada Família y en la cubierta de la Universitat Pompeu Fabra, entre otros) también la aplicaba a su obra poética. Igual que concebía una construcción sabía armar los poemas con palabras como si fueran acero y hormigón con un relleno de experiencia vital.

Catalán y castellano

Nunca alineado en ninguna corriente, comenzó su carrera poética en castellano en 1963 con 'Cantos para la coral de un hombre solo' y no fue hasta los años 80 cuando empezó a publicar en lengua catalana, animado por Miquel Martí i Pol: "Tardé 20 años en usarla. Un poema, una buena obra poética, ¿se puede escribir en una lengua que no sea la materna? No. Se puede escribir poesía en dos lenguas, yo lo hago. Porque una es la materna, la catalana, y la otra me la metió Franco a patadas y la llevo dentro, y no pienso devolvérsela a ese señor, me la quedo", reivindicaba. Y desde finales de los 90 simultaneó ambas lenguas. Pero no se traducía a sí mismo, aseguraba. "Son dos poemas distintos, cada lengua camina por su lado. Un poeta lo que quiere es hacer un buen poema, sea en el idioma que sea".