Jara Santamaría (Aragón, 1990) estudió Periodismo y Comunicación Audiovisual en la Carlos III de Madrid y publicó su primera novela con diecisiete años. 'Te comerás el mundo', una historia sobre los trastornos de alimentación, ganó el II Premio Jordi Sierra i Fabra y se publicó bajo el sello de SM en 2007. Casi diez años más tarde, en 2016, publicó 'Londres después de ti', con el que ganó el Premio Literario La Caixa. Pamplonica, aunque nacida en Zaragoza, comenzó a interesarse por la cultura mitológica de su tierra desde Madrid, donde trabaja en el ámbito de la comunicación de la empresa japonesa Nintendo.

Para escribir 'Los dioses del norte', que se publicó el pasado abril, Jara volvió a visitar con su madre el valle del Baztán. Allí, cuentan los mitos, conviven criaturas como galtxagorris, gentiles y lamias amparados por la luz de Mari, pero también bajo la sombra de Gaueko. 'La leyenda del bosque' es la primera parte de una historia protagonizada por Emma, Teo y Ada, tres primos que no se gustan demasiado, y que sin embargo se ven obligados a pasar un verano juntos en el valle, en casa de su abuela Casilda. Allí descubrirán que poseen talentos que ni imaginaban.

Naciste en Zaragoza, te criaste en Pamplona y vives en Madrid. ¿Cómo te interesas por la mitología vasco-navarra?

La mitología, en general, siempre me ha llamado mucho la atención. Creo que es una manera de acercarse a los miedos de la gente. Los mitos surgieron intentando dar respuesta a cosas que no entendíamos. ¿Por qué se hace de noche? ¿Por qué morimos? Me parece una manera de conocer a la gente en la intimidad y, a la vez, me da mucho respeto. Curiosamente, pese a tener la mitología vasco-navarra al lado de mi casa, no la conocía. Ha sido desde Madrid, a base de leer a Dolores Redondo y también porque se ha popularizado un poquito, cuando me he dado cuenta de que existe un universo tan rico. El resto ya es ataque de morriña, es decir: si esto está pasando en Navarra, quiero volver a mi casa, interesarme por ello, visitar el valle, verlo otra vez.

¿Cómo ha sido todo ese proceso de documentación?

He hablado con compañeros de mi madre que vivían en el Baztán o que tenían familia allí. También leí a Barandiarán para documentarme bien de todos los personajes que hay, de las zonas, para tener esa base. Pero a mí siempre me ha parecido imprescindible, en la medida en que sea posible, y en mi caso, lo era, ir al lugar donde se ubica la novela. Al menos para escucharlo, para olerlo. Yo ya conocía el valle, pero en cuanto supe que iba a escribir esta novela volví allí con mi madre. Fue muy bonito.

Las criaturas que aparecen en la novela, sin embargo, no se corresponden exactamente con las de los mitos.

Porque me he quedado con algunas de las cosas que me interesaban. No he pretendido hacer divulgación, sino más bien hacer un homenaje con mucho cariño. He tomado los ingredientes que me gustaban e intentado que la novela respirase las mayores preocupaciones o temáticas de la mitología vasca, su esencia. Luces 'versus' sombras, el día contra la noche. Son recurrentes en los mitos. Además, de pueblo a pueblo a Mari, por ejemplo, se la representa de una manera diferente, o con otro nombre. Habría sido complicado hacer algo completamente fidedigno, porque me tendría que haber limitado a la mitología de un pueblo en concreto.

Ya tienes publicadas dos novelas que van dirigidas a un público muy distinto al que leería 'Los dioses del norte'. ¿A qué se debe la decisión de dirigir esta novela a un público infantil y juvenil?

No lo decidí como tal. Siempre había escrito novelas muy realistas, sentimentales, que trataban la psicología de personajes. Los temas eran complicados o introspectivos: desamor, ausencia de planes de futuro, trastornos de alimentación... Aunque en estas dos anteriores novelas utilicé la literatura como conexión y reconexión conmigo misma, en esta ocasión la he utilizado para pasármelo bien e irme de viaje. Este verano, que es cuando escribí la novela, lo estaba pasando mal porque falleció mi padre, así que decidí escribir un libro que me permitiera pasármelo bien. De ahí el salto a la fantasía: por las ganas de ponerme la cabeza en "modo vacaciones".

La novela presenta a tres primos con una personalidad muy definida. En especial Emma, que nada más presentarse ya deja claro que no encaja en el modelo de niña femenina.

Me pareció interesante que los tres tuvieran ese miedo a ser diferentes. Es algo que pasa especialmente en la niñez y adolescencia; ser diferente suele ser sinónimo de algo malo porque evita que encajes en clase. Al final, al menos en Gaua, es su mayor virtud, su mayor fuente de poder. Emma no se siente lo suficientemente femenina e incluso al principio de la novela desea serlo más para encajar. Aún falta saga, pero ella va a reivindicar eso como suyo. Tampoco he planteado esto como ninguna moraleja: el concepto de qué se entiende por feminidad y los roles de género siempre me han interesado. Al final, plasmas tu visión del mundo en lo que escribes.

Has dicho que falta saga.

(Ríe). Sé que estoy escribiendo el segundo, pero no sé si serán tres, o más...

¿La Jara de diez, once, doce años, se habría interesado por esta novela?

Sí. Porque, de hecho, mi obsesión al escribirla era hacer el libro que me hubiera gustado leer a mí, uno con todos los ingredientes de las novelas que yo leía entonces. Que no fuera un universo mágico totalmente imaginario, sino que pudiera convivir con el mundo real, como pasa en 'Harry Potter', por ejemplo, que hace que pienses que puede llegarte la carta de Hogwarts. Que diera pie a que pudieras imaginarte la de cosas que están pasando cuando tú no miras. Lo de contar la historia en primera persona era algo que también me había gustado al leerlo en otra novela. He cogido los ingredientes que a la Jara de once años le gustaban, los he mezclado todos y a ver qué pasa. No sé si gustará, espero que sí.

Publicaste tu primer libro cuando tenías 17 años. Para hacer algo así habrás sido una ávida lectora. ¿Qué leías entonces?

'Harry Potter', no me canso de mencionarlo. Fue un antes y un después para mucha gente. También me gustaba mucho la trilogía de 'Los guardianes del tiempo', de Marianne Curley."Mi obsesión al escribir esta novela era hacer el libro que me hubiera gustado leer a mí con once años, uno con todos los ingredientes de las novelas que yo leía entonces"

Dos premios, de momento, por tres novelas publicadas. Evidentemente, detrás hay esfuerzo. ¿También suerte?

Mucha. Lo tengo clarísimo. Sin ir más lejos, el primer libro que escribí también lo presenté a un concurso y no ganó. Está en mi cajón. ¿Era peor que aquel con el que sí gané? No lo sé. Muchos factores influyen en esto; un jurado está formado por personas con sus gustos subjetivos. Es indiscutible que no todo es suerte, pero creo que hay que tener los pies en la tierra y saber que algo sí. Lo mismo cuando mandas un manuscrito a una editorial, pues no significa que si te lo publican es porque eres bueno y, si no, que eres malo. Que entre en catálogo, que tenga sentido, que le encaje justo al editor.

Esto se dice mucho y suena un poco a cliché, pero es verdad: esto es una carrera de fondo. Al final, escritor es el que escribe; hay que trabajar mucho, pero también hay golpes de suerte. Y hay que aprovecharlos.

¿Verá la luz esa novela del cajón? ¿De qué habla?

No... Podría modificarla, pero me da mucha pena. Es sobre unos bailarines.

¿Cuáles son tus referentes literarios?

Me fascinan Almudena Grandes y Rosa Montero. En cuanto a infantil y juvenil. me gusta mucho Rick Riordan. Sus libros se devoran en una pasada.

¿Y del emergente panorama joven español?

Javier Ruescas me parece un fenómeno. Ha sabido entender a la gente joven y conectar con la adolescencia desde distintos prismas, no solamente escribiendo cosas muy buenas y variadas, sino además siendo 'booktuber'. Ha abierto bastante la veda a lo que se supone que es la nueva manera de contar historias.

Como novelista, pero también como periodista: ¿cuáles son tus inquietudes?

El género y el feminismo me interesan mucho, pero más para leerlos que para escribir sobre ellos, porque creo que todavía no sé lo suficiente como para hacerlo. Me parecen tan complejos que lo que intento es tener muy claros los mensajes que mando. Sí me parece importante que, como mínimo, los comunicadores intentemos autoexplorar y considerar si los mensajes que trasladamos son adecuados. Existe esta especie de test [el de Bechdel], que consiste en hacerse preguntas para saber si tu libro contiene micromachismos. Muchos libros no lo pasarían, y dudo mucho de que quien escriba lo haga de manera concienzudamente machista, pero son pequeños posos que tenemos todavía. Por otra parte, me interesa mucho el desarrollo de personajes. Es mi mayor obsesión.

¿Qué papel crees que han jugado los periodistas en los resultados de las elecciones generales?

Mi percepción es que el papel de los periodistas es y ha sido siempre muy relevante en la opinión pública. Soy periodista de formación, por lo que estoy convencidísima de que sí, de que influyen. Las redes sociales también. Al final, la gente se forma su opinión política no solo hablando en un bar, sino también al hablar en un bar con alguien que se haya leído el periódico. La labor de los periodistas se hace especialmente relevante al discernir qué es verdad y qué no, y al transmitir cierto rigor en un momento en el que en Twitter puede haber información de todo tipo.