Ida Vitale, la poeta uruguaya que este jueves se ha alzado con el premio Cervantes, el máximo galardón de las letras en castellano, es una creadora con mayúsculas, una voz limpia y cristalina que ha cruzado casi un siglo de poesía honda e íntima como su personalidad.

Nacida el 2 de noviembre de 1923 en Montevideo, Vitale hace honor a su apellido porque a sus 95 años está llena de curiosidad y sigue escribiendo; y si en 2015 se convirtió en la quinta mujer en ganar el Premio Reina Sofía de Poesía, también se ha convertido ahora en la quinta mujer en pasar a formar parte de la corta nómina de mujeres galardonadas con el Cervantes.

Elegante, lúcida y culta, Vitale, que se exilió en México, huyendo de la dictadura de su país, en 1974, donde estuvo hasta 1989 y donde conoció a Octavio Paz, con quien trabajó en la revista Vuelta, y a José Bergamín, ha tenido siempre como referente y padre poético a Juan Ramón Jiménez, a quien también trató.

Desde 1989, Ida Vitale vivió en Austin (Texas, Estados Unidos) hasta 2016, año en que murió su marido Enrique Fierro. Meses después volvió con su hija a Uruguay.

Perteneciente a la llamada generación del 45, donde también se inscribe a Mario Benedetti, Idea Vilariño o Ángel Rama, entre otros muchos autores que tenían a Juan Carlos Onetti como gran referente, Ida Vitale, aseguró en 2010 en una entrevista con Efe que no le interesa nada la poesía llamada "social o política".

"Para mí, compromiso hay, pero ese es el moral. Eso es lo primero y a ese soy fiel eterna. Con la poesía social o comprometida no se ha conseguido el momento más decoroso de la poesía. No lo fue, ni siquiera con Pablo Neruda que fue un gran poeta. La poesía es otra cosa, y, ya digo, requiere una cierta intimidad, aunque coincida con la intimidad de los otros", decía esta mujer que sigue estando atenta a la "escucha poética".

Traductora, crítica y ensayista, Vitale, que estudió Humanidades, es una mujer de pelo de blanco, rostro dulce y llena de humor. Una mujer siempre dispuesta a viajar y alerta a todo lo que ocurre a su alrededor.

"Pese a las dificultades por las que atraviesa el mundo hoy: las prisas, el poder o el protagonismo mortal del dinero, la poesía perdurará y se leerá hoy y siempre", suele decir.

"Es como la música -recalcó- uno no puede vivir sin ella y siempre tienes que escucharla, pues con la poesía es lo mismo, es eterna y necesaria, porque es la vida. Yo gracias a YouTube escucho música y cosas muy buenas, pero me da miedo porque eso que ahora nos lo dan como un regalo seguro que luego nos lo quitarán".

Su poesía la inició en 1949 con "La luz de esta memoria", al que siguió "Palabra dada" (1953), " Cada uno su noche" (1960) o "Paso a paso" (1963). Después llegarían otros muchos otros títulos de poesía y ensayo y reconocimientos, como El Premio Internacional Octavio Paz en 2009, El Reina Sofía o El Max Jacob en 2017.

Y su icónico poemario "Mella y Criba" (Pre textos), que publicó en España, y donde dice: "(...) La vida te ha ofrecido/imprevistas derivas, el riesgo de excavar/topo, túneles nuevos. /Pero la luz acecha/ aun para lo enterrado. Insiste en dar con ella".

En 2015, cuando recogió el premio Reina Sofía de Poesía, se publicó su obra antológica "Todo pronto es nada", y en ese acto recordó su conexión con España, a la que considera "su segunda patria", desde su infancia.

"Recuerdo los años de la Guerra Civil, tras la cena se desplegaba en la mesa de su casa en Uruguay un mapa de la Península Ibérica donde seguían los partes que oían por radio". "A España le debo, por un lado, la lengua y por otro que me enamoré de Benito Pérez Galdós", dijo.

Vitale, además de escribir, es una gran lectora, pasa la mayoría del tiempo leyendo y a sus 95 años seguro que sigue impresionada por ese misterio que es la poesía y su revelación. "No tengo nada claro como viene ese relámpago, sobre todo el primer verso es mágico, porque los demás vienen arrastrados".