Colgado el cartel de "no hay entradas" el pasado fin de semana en la octava edición del Dcode en la capital, que congregó a 25.000 personas en una única jornada, la cosecha veraniega de festivales se despide en España rompiendo sus propios récords y sin freno a la vista.

"Desde hace años hablamos de techos y posibles burbujas, pero hay que ser consciente de que se trata de un sector muy joven comparado con otros (los primeros festivales empezaron hace 25 años). Ahora se está alcanzando cierta madurez, pero queda mucho recorrido", opina Albert Salmerón, presidente de la Asociación de Promotores Musicales (APM).

Así lo reflejan los datos de los distintos organizadores consultados por EFE: el "top 10" de la temporada estival de 2018 se saldó con aproximadamente 2.057.000 espectadores, cerca de medio millón más de personas que en 2017 (1.580.000 asistentes).

"Hay que coger esos datos con prudencia, pero suponen un incremento muy importante. Los festivales se han instaurado como una nueva forma de ocio, de encuentro social y de consumo cultural", señala Salmerón.

Los primeros puestos de la tabla, estable en su composición pero no en el orden de sus elementos, muestran dos festivales que mantienen sus cifras de asistencia, cuatro que las rebajan ligeramente y otros cuatro que las mejoran hasta alcanzar sus "récords" históricos, con ascensos astronómicos en dos de los casos.

"El mercado de festivales está más sano y fuerte que nunca. Y me remito a los hechos", destaca Javier Arnáiz, director de Mad Cool.

La cita madrileña fue uno de los ases de la temporada, al pasar de 135.000 asistentes en su segunda edición a 240.000 en el mismo número de días (tres) el pasado mes de julio, un 177% más en solo un año gracias a un espacio mayor y una apuesta redoblada en su cartel.

"Era una edición muy complicada por el cambio de emplazamiento, la obra que había que ejecutar en un tiempo récord, los accesos nuevos para todo el mundo, el crecimiento del evento en todos los ámbitos, etc. Hay que darle tiempo a los proyectos para que se consoliden", apunta Arnaiz, que hace un balance "agridulce" por famosos "contratiempos" como los atascos del primer día.

Asegura que ya se trabaja en las "mejoras necesarias" tanto en el espacio interior como en los accesos, aparcamiento y transportes al evento, mientras se sigue adelante "en el proceso creativo del evento con unos números positivos que nos hacen ver el futuro con mucho optimismo".

Mad Cool cerrará 2018 como el mayor festival en cuanto a número de visitantes por jornada y el tercero en asistencia global por detrás del Arenal Sound de Burriana (Castellón), que, con 300.000 espectadores, se ha topado de forma súbita con el Medusa Sunbeach de Cullera (Valencia), que replicó esa cifra después de reunir a 165.000 personas en 2017.

"El éxito puede conllevar problemas, pero en general creo que se está trabajando bien", considera el presidente de los promotores españoles frente a estos incrementos súbitos.

A los festivales del podio les siguen el Primavera Sound de Barcelona, que también batió su mejor registro al reunir a unos 220.000 asistentes (208.400 el pasado año); el Rototom Sunsplash de Benicàssim (Castellón), con 208.000 frente a los 250.000 de su anterior edición; y el Viña Rock de Villarobledo (Albacete), que repitió números: 200.000 personas.

Por detrás, el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), que congregó a 168.000 asistentes (177.000 en 2017), y el Dreambeach, que ha anunciado ya su primera edición internacional en 2019 en Chile tras reunir en Villaricos (Almería) a 155.000 personas (160.000 el pasado año).

Completan el "top 10" el Weekend Beach Festival de Torre del Mar (Málaga), que mejora en 8.000 personas los 132.000 asistentes previos, y la edición número 25 del veterano Sónar de Barcelona, que reunió a 126.000 asistentes, la cifra más alta de su existencia (123.000 en 2017).

No se acabaron las buenas noticias entre los primeros puestos. A la llegada de festivales nuevos como O Son do Camiño, en Santiago de Compostela, que se estrenó con 90.000 espectadores, se sumaron otros que mejoraron sus cifras, como el Bilbao BBK Live!, con 120.000 amantes de la música en directo, o los madrileños Download, con 105.000, y A Summer Story, con 80.000.

Son muchos también los que mantienen su mejor tipo, como el Sonorama de Aranda de Duero (Burgos), que retuvo los 100.000 espectadores, o el Low Festival de Benidorm (Alicante), que cerró su décimo aniversario con el máximo de 75.000 visitantes en tres días y 8.000 personas más en la fiesta de bienvenida.

"Hay una gran tipología de festivales, por lo que no todos tienen que seguir la misma progresión. Hallada una fórmula, puede que algunos no se planteen aumentar su tamaño en unos años. Los de formato pequeño difícilmente pueden crecer más, ni creo que estén en ello. Y el público internacional puede ser el objetivo obvio de muchos para ir hacia arriba, pero no para los de programación básicamente nacional", analiza Salmerón.

Bajo su criterio, no existe hoy por hoy mayor "guerra de cachés" que "la que se viene produciendo en mayor o menor medida desde hace 25 años, algo inevitable en un sistema de oferta y demanda por la competencia, como pasa entre promotores por las giras individuales de los artistas".

Eso sí, para él es fundamental de cara al futuro del sector una mejor colaboración con las administraciones públicas. "Hablamos de grandes eventos que necesitan como mínimo complicidad, permisos, sin contar con subvenciones como las que recibe cualquier otro sector que impulsa la economía", subraya.