Bajo la batuta de Franz Welser-Möst, los ligeros y alegres valses de la familia Strauss se entrelazaron con la música de Richard Wagner y de Giuseppe Verdi en el Concierto de Año Nuevo de la Filarmónica de Viena.

Desde la célebre Sala Dorada del Musikverein, decorada con 30.000 flores llegadas de San Remo (Italia), los filarmónicos abrieron un gran jubileo para la música: 2013 celebra el doble bicentenario del nacimiento de Verdi y Wagner.

Pero los protagonistas del recital fueron una vez más los valses, polkas, cuadrillas y galopes de la dinastía Strauss y algunos de sus contemporáneos, una música que, tras conquistar al mundo en el siglo XIX, no ha perdido nada de su alegre magia.

Todo empezó con una polka de Josef Strauss, dedicada a su mujer Angelika, homónima de la esposa del director de la orquesta, y una de las once piezas que debutaron en este célebre concierto.

Le siguieron otras cuatro dedicadas por los filarmónicos al director, entre ellas la Cuadrilla-Teatro, del mismo autor, y el vals "Desde las montañas", de Johann Strauss hijo, que aluden a las dos pasiones de Welser-Möst: su trabajo al frente de la Ópera de Viena y el alpinismo, que practica en su tiempo libre.

Tras una pausa, el ritmo del vals volvió a sonar para introducir suavemente el homenaje a Wagner: en las "Armonías de las Esferas", Josef Strauss revela su admiración por el genio alemán y hace sonar allí su "melodía infinita".

La música de las hilanderas en la ópera wagneriana "El holandés errante" fue recordada en la polka siguiente, también de Josef Strauss, y estas dos piezas conformaron la introducción al homenaje al autor de "Tristán e Isolde".

Acostumbrado a dirigir óperas, Welser-Möst cosechó hoy entusiasmados aplausos tras dirigir el preludio al tercer acto de Lohengrin.

A Verdi, los filarmónicos rindieron tributo con el "prestissimo" del ballet de su ópera Don Carlo en la última parte del programa, rodeado de valses y danzas dedicadas a Italia y a su gran maestro.

Los motivos de "Rigoletto", "Ernani" y "Macbeth" aparecieron en la "Cuadrilla Melodías" del rey del vals, Johann Strauss hijo.

Los bailarines de la Ópera de Viena irrumpieron, en la versión televisada, con coreografías del británico Ashley Page en el suntuoso palacio Hof, situado junto a la frontera con Eslovaquia.

Que los filarmónicos vieneses no siempre necesitan mirar a la batuta, y menos con un vals de los Strauss, quedó demostrado durante "El Carnaval de Venecia".

En esa fantasía de Johann Strauss padre tocaron a la perfección mientras Welser-Möst se dedicaba a obsequiar a los músicos con animalitos de peluche, cascos vikingos y otras curiosidades, hasta que terminó él mismo llevando un gorro de cocinero y dirigiendo con un cucharón de palo, que le ofreció un violinista de la orquesta.

El famoso vals "El Danubio Azul" (Johann Strauss hijo) y la marcha de Radetzky, acompañada con las palmas del auditorio de la sala, fueron las ineludibles propinas que cerraron la 73 edición de este concierto, después del "bis sorpresa", una polka de Josef Strauss.