Francis Montesinos presentó en la Cibeles Madrid Fashion Week una larguísima colección de estética "hippy" en la que predominaron los vestidos cortos y largos, adornados con volantes y superposiciones de croché. El valenciano recuperó su primer estampado para trabajar camisas y pantalones, algunos de ellos los lució el hijo de José Coronado y Paola Dominguín, Nicolás.

Inspirada en un "picnic" en el bosque, Ailanto mostró una colección correcta, en la que en la mayoría de las prendas se descubrían superposiciones de tejidos. Se vieron "shorts", minipantalones, vestidos muy cortos, monos con distintos largos y boleros de líneas fluidas, que dejaban al descubierto piernas y espaldas.

Los estampados, configurados a base de flores, plumas de codorniz y frutos del bosque, junto con un colorido que iba desde el frambuesa hasta el verde musgo, pasando por el rosa empolvado, el ceniza o el piedra, eran más propios de las estaciones frías que de las cálidas.

Con estampados de fibras musculares, glóbulos rojos y leucocitos, Ana Locking presentó una colección de siluetas longilíneas, una oda al interior del cuerpo humano. "He buscado lo que tenemos en nuestro interior para vestirnos por fuera", explicó la diseñadora.

Con la idea de mostrar lo corporal y lo espiritual, abrió el desfile con una serie de chaquetas muy armadas y estructuradas, en las que las espaldas abiertas se ajustaban a la piel con correajes de cuero y las mangas se despojaban del tejido para otorgar mayor movilidad. Algunas tan solo eran medias chaquetas con tiras que reflejaban la estructura corporal ósea.

En la segunda parte del desfile subió a la pasarela prendas de siluetas longilíneas, alargadas, como si se tratara de regios monolitos bien anclados a la tierra. Sedas, tafetas, satenes y lonetas de algodón fueron algunos de los tejidos sobre los que trabajó su colección. La seda, íntimamente ligada a las creaciones femeninas, la incluyó en camisas masculinas. El encaje, trabajado de manera muy artesanal, lo reservó para los diseños de fiesta y noche.

Y, como no podía ser de otra manera, el rojo, el color de la sangre, fue el denominador común de su paleta cromática. Aunque también aparecieron azules, "por aquello de la sangre real", así como limas y amarillos que simbolizaban la bilis, y suaves tostados que representaban los diferentes tonos de piel. Entre los complementos, llamaron la atención los collares y cinturones que simulaban la cadena del ADN humano y que adornaban las prendas masculinas y femeninas.

Más serena y reposada fue la propuesta de Juan Duyos, que rindió un homenaje a la mujer madura. "Son igual de bellas que a los veinte", explicó el diseñador, que apostó por tonos suaves que reforzaba con optimistas fresas, quisquillas y azules.

Con líneas rectas y fluidas, salpicadas con la magia de los cortes orientales, el madrileño propuso vestidos y conjuntos de faldas y blusas con estampados originales pintados por Belén Rodríguez. Delicados dibujos que impregnaban con la exquisitez de las piezas únicas cada prenda.

Como un homenaje sin protagonista no es un homenaje, cuatro mujeres maduras, entre cálidos aplausos, exhibieron creaciones del madrileño. Eloisa Bercero, la coleccionista de alta costura más importante de España, cerró el desfile con un maravilloso vestido largo plisado de color malva, acompañado con abrigo-kimono adamascado en amarillo dorado.

El trabajo de los gemelos Iñaki y Aitor Muñoz puso punto y final a la cuarta jornada de Cibeles Madrid Fashion Week, jornada que terminó como empezó: envuelta en una atmósfera otoño-invernal.

Por la mañana, Cibeles se presentó muy invernal, con colecciones destinadas a la primavera-verano en la que tejidos nada frescos, como las pieles, las plumas y los tipo 'neopreno', tendrán un papel primordial.

Andrés Sardá estrenó la pasarela con una línea en la que el diseñador catalán y su hija Nuria no han dudado en recurrir a las pieles y los chubasqueros combinados con botas altas de agua.

Inspirada en el mundo del fotógrafo australiano de origen alemán Helmut Newton, famoso por sus imágenes de seductoras amazonas en los ochenta, la colección de Sarda es rica en contraste de tonos y materiales, con el blanco y el negro como colores casi únicos.

Nuria Sardá explicó que en esta colección han querido jugar con el masculino y el femenino, introduciendo chaqués y esmoquin que se feminizan al convertirse en seductoras piezas según el momento.

Una vez más, las piedras de Swarovsky juegan un papel fundamental en biquinis, bañadores y lencería, así como las anillas estratégicamente situadas para regular el tamaño de las piezas, las lentejuelas y las prendas reversibles.

Entre las principales novedades, la firma apuesta por la supresión de los aros en sujetadores, manteniendo las copas, así como una línea más escotada del bajo de las piezas para estilizar la figura.

Al blanco y el negro, colores centrales de la colección, se unen el coral, turquesa y frambuesa, aunque en pequeñas dosis, mientras que la firma introduce una línea de estampados urbanos en una rica gama de grises, así como otra de rayas y topos en su versión vintage más sesentera.

Si durante el día los reyes de la colección son las gasas, las transparencias y los volúmenes etéreos, al caer la noche el toque de glamour lo aportan las plumas y los cristales, en una colección cuya línea principal cuya seña de identidad es el diálogo entre lo masculino y lo femenino.

A Sardá le siguió en la pasarela Jesús del Pozo, de cuya colección se aplaudió sobre todo sus creaciones de inspiración greco-romana, repletos de drapeados, así como sus sugerentes vestidos de noche, que se acortan hasta transformarse en bodys.

El madrileño deja el blanco roto para la mañana, con trajes chaqueta de faldas asimétricas que van adquiriendo pinceladas de naranja y cadmio y diferentes tonalidades de azules en piezas en las que destaca un colorido encordado, ya sea en el pecho o en la espalda.

Del Pozo no olvida en esta colección las características texturas rústicas de la casa, en lino y seda, que dan forma a vestidos en la gama de los tierra, de corte muy urbano y "sport".

Para la noche deja tonos más fuertes como el morado, con atractivas capas, mientras que en las horas centrales del día introduce las superposiciones de distintos tejidos dentro de una misma prenda.

Miguel Palacio, al igual que Sardá, también ha dejado en segundo lugar la comodidad de las prendas frescas para el verano, poniendo el acento en tejidos rígidos y acartonados, tipo neopreno, con la intención de crear una estructura compacta.

Jugando al contraste, Palacio -a cuyo desfile asistió Simoneta Gómez Acebo-, combina este tipo de algodón negro grueso, que utiliza en vestidos y chaquetas de corte redondeado, con tejidos más fluidos como la seda, con la que da forma a vaporosos vestidos en los que introduce distintas tonalidades de naranja, rojos y bordados de flores.

Los piqués de algodón de gran relieve y los "pailletes" aportan luminosidad a los vestidos y faldas de la colección, salpicada de diminutos bordados, en la que se crean volúmenes inesperados con la ayuda de nudos y frunces.

No obstante, la principal nota de color Palacio la aporta con el calzado, unos altísimos "peep toes" de lengüeta subida en fuertes tonalidades.