Aniversario del trágico temporal
El retrato de Paiporta trazado por el zamorano Diego Hernández un año después de la DANA de Valencia: "Todavía pisamos polvo y barro"
Diego Hernández, zamorano de El Cubo del Vino, vivió en primera persona la mayor catástrofe natural del siglo XXI
"Quiero pensar que no tengan el valor de dejar que vuelva a pasar"
"Todo está muy sucio. Han desaparecido las montañas de coches, pero ahora tenemos vertederos

GALERÍA | Paiporta un año después de la DANA / D. H.
Ha pasado un año desde que la furia del agua arrastró al pueblo de Paiporta y la vida aún está muy lejos de la normalidad. Lo cuenta Diego Hernández, zamorano de El Cubo del Vino, que vivió en primera persona la mayor catástrofe natural del siglo XXI. "Quiero pensar que no tengan el valor de dejar que vuelva a pasar".
"Nos hemos adaptado a vivir de esta manera". A convivir en un mundo del color del barro, entre montañas de muebles destrozados, colchones, electrodomésticos o escombros. A mirar con cuatro ojos cuando transitas por calles y aceras sembradas de boquetes o subir a casa por las escaleras porque no le ha llegado el turno a la reparación del ascensor. A aparcar el coche en algún descampado, pues acceder al garaje aún es una ensoñación. Vivir en la "zona cero" de la DANA que hace un año engulló buena parte de la Huerta Sur de Valencia está lejos de la normalidad. "Tendrán que pasar cinco, diez años, quién sabe. Quedará un pueblo más moderno, pero ¿a qué precio?".
Diego Hernández, policía zamorano de El Cubo del Vino residente en Paiporta junto a su mujer y sus dos hijos, vivió hoy hace un año en primera persona el desbordamiento del barranco del Poyo que arrastró a todo el pueblo sembrando un escenario de muerte y destrucción. "Todo está muy sucio. Han desaparecido las montañas de coches, pero ahora tenemos vertederos. Sin ir más lejos, uno a escasos metros del Instituto" describe el zamorano sobre el escenario con el que conviven los vecinos de un pueblo que no ha vuelto a ser el mismo.
El golpe al comercio
"En la calle principal han desaparecido la mitad de los comercios. Es cierto que hay otros nuevos, pero muchos de toda la vida se han ido con la riada. ¡Cómo empezar de cero a los cincuenta y tantos!".
Los que han continuado intentan pasar página y volver a su vida de antes del desastre. "Lo privado ha avanzado. Negocios, tiendas, las casas, bares. Es tu pan y la gente se ha puesto las pilas. Pero lo público va muy lento" opina el zamorano sobre la reconstrucción de Paiporta. Los tres puentes sobre el barranco que comunican los dos lados del pueblo tampoco fluyen como se esperaba. "Se montan unos atascos de tráficos temerosos, coger el coche es un suplicio. Primero para aparcar y para salir o entrar al pueblo es un caos" describe Diego, quien aún no ha podido recuperar uno de los vehículos arrastrados por el agua ni puede tomar el ascensor para subir a casa.
"Hay desabastecimiento de piezas que generalmente tienen que venir de Alemania o Suecia. Puede que el 80 ó 90 por ciento de las fincas aún estén sin ascensor". ¿Cómo lo hacen las personas mayores o con dificultad de movilidad? "No me lo quiero imaginar" relata Diego al otro lado del teléfono.
El ruido de los políticos
Y de fondo el ruido de los políticos. "Van a lo suyo. Aquí ha habido culpables de todos los colores, antes, durante y después. El Ayuntamiento ha puesto cuatro farolas, cuatro semáforos, pintan pasos de cebra, pero les faltó tiempo para subirse el sueldo y si no opinas lo que ellos quieren, eres un inquisidor. No se ve un plan estratégico fiable" expresa sin remilgos.
Aunque se ven obras "por todos los lados", un año después de la DANA en Paiporta se sigue pisando barro y polvo, el alumbrado público es escaso y de vez en cuando falla la luz en casa. Lo peor es que el miedo sigue en el cuerpo. "Es cierto que hay gente que cuando caen cuatro gotas psicológicamente no lo pasa bien". Acaba de ocurrir con las fuertes lluvias de los últimos días. "Dices, a ver a ver; te fijas más en el barranco, te metes en la web del Ayuntamiento para ver cómo van las cámaras, los grupos de WhatsApp están muy vivos" cuenta el policía zamorano.
"La gente no se fía. Quiero pensar que no tengan el valor de dejar que vuelva a pasar, pero no se ve que estén tomando soluciones" lamenta este vecino de un pueblo donde "no ves alegría", todavía desbaratado, roto. Paiporta no se ha despojado del color del barro.
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