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Antonino, el hijo de Sesnández que ayuda a los presos

El docente jubilado narra sus reflexiones como voluntario ayudando a las personas más vulnerables de las cárceles

Asistentes a la presentación del libro y a la derecha, el autor | CH. S.

Asistentes a la presentación del libro y a la derecha, el autor | CH. S.

Antonino Rodríguez Fínez ha regresado a sus orígenes, allá por el entorno de la mítica y mística Sierra de la Culebra para presentar ante sus queridos y orgullosos convecinos de Sesnández de Tábara, arropado por sus amigos Toribio Ferrero Ferrero (trabajador social) y Ángel Ferrero Rodríguez (maestro), su nueva obra "En la trinchera de la justicia y la libertad" donde cuenta sus experiencias personales de voluntariado en prisiones españolas y en otros lugares: "en una sociedad excluyente y con una legislación punitiva, ¡voluntarios en acción!".

Comenzó la historia de Antonino Rodríguez Fínez, en plena posguerra, en el seno de una humilde familia formada por padre Leoncio y su madre Virgilia, un ya lejano día 18 de mayo de 1954 en Sesnández de Tábara y allí, entre serranías, fue creciendo y forjando los sólidos cimientos de una existencia, la suya, en un ambiente de carencias, "creo que excesivas" recuerda, aprendiendo a convertir las necesidades en virtudes y oportunidades, "nunca en pretexto para el victimismo".

Antonino, el hijo de Sesnández que ayuda a los presos

Antonino, el hijo de Sesnández que ayuda a los presos

Apenas trece años tenía cuando se convertía en un sesnandino errante camino del Seminario de Medina de Rioseco en Valladolid donde los religiosos claretianos del Corazón de María les ofrecieron a sus padres la posibilidad de que su hijo hiciera el Bachillerato, una oportunidad que tenía que aprovechar y vaya si la aprovechó, completando luego su formación en Filosofía y Teología en el teologado de Colmenar Viejo en Madrid.

Como maestro, su pasión fue siempre primero la de aprender y luego la de enseñar, desarrollando su docencia donde casi cuarenta años en el colegio Jesús Nazareno de Getafe donde se ganó el cariño, admiración y respeto de los cientos de niños, padres y maestros gracias a su muy peculiar forma de ser, siempre abanderada por la honestidad, la honradez y la sencillez.

Pasó el tiempo y llegada la jubilación sigue manteniendo como principal opción el voluntariado como un componente imprescindible de su vida, mostrando los valores que le enseñaron sus ancestros: "Mis padres Leoncio y Virgilia eran capaces de dar incluso lo que ellos necesitaban y fueron mis mejores profesores. Aunque con pobres medios materiales, nunca se olvidaron de que sólo la ternura, el trabajo, el esfuerzo y el amor gestan personas libres y felices".

Orgullosos de su maestro

Acogieron con orgullo propio y ajeno los sesnandinos la nueva obra de su paisano al que reconocen y valoran en su justa medida la labor de voluntario: Alegrate, Sesnández, sacúdete o mejor espúrrete y aleja de ti todo lo triste y doloroso de un pasado próximo y "archiva en el olvido aquella noche tremenda en que ante el triunfo del fuego lloraron hasta las peñas" y es que Antonino una vez más ha exprimido su inteligencia para poner sobre el papel sus abnegadas experiencias. Un voluntario con voluntad también cuando regresa a Sesnández apoyando en lo que haga falta.

A hablar de aquellas experiencias que más han marcado su vida sus padres siempre aparecen en primer lugar, contándonos con enternecedores relatos el panorama de la vida familiar: "mis padres fueron unos sesnandinos errantes por los campos de la Sierra de la Culebra viviendo del cultivo de cereales y con escasez de recursos para criar a sus cuatro hijos. Construyeron su propia casa, pero una casa convertida en hogar y con una mente y un corazón y educando con un amor que no se vende en ningún supermercado".

Narra también su trayectoria formativa, su experiencia laboral, en el campo de la educación y el proceso de implicación personal en el voluntariado, que actualmente, ya jubilado, es uno de los baluartes y motivos de ocupación de su tiempo y de su compromiso, "practicando el arte de la escucha, de la compresión y de la acogida" cosas propias de un hombre sabio y muy buena gente.

Su mirada a la realidad nos traslada a la ola de incendios que hemos sufrido este año poniendo de manifiesto la fragilidad de nuestro entorno y la debilidad de los medios de protección destacando la labor de los voluntarios en cada pueblo, colaborando en su extinción, con sus escasos recursos, complementando la intervención de profesionales y poniendo de manifiesto que "todos somos necesarios y más aún en los momentos difíciles". Sesnández fue evacuado en 2022 y en 2025.

Y si miramos a tiempos pasados en nuestros pueblos, la vida comunitaria dependía en gran manera, de la colaboración y apoyo mutuo: "Recuerdo en el pueblo de Abejera, cuando se realizaban tareas de colaboración vecinal como ir a "carreto" para la construcción de casas o tareas de siembra, siega o trilla, para familias con dificultades, para que no se quedaran atrás. Eran formas de voluntariado, respetando la dinámica de cada familia, hoy por ti, mañana por mí".

El autor nos presenta el recorrido de esas personas que hacen del voluntariado una forma de compartir, gratuitamente, lo mejor de cada uno de ellos. Leerlo "es como adentrarnos en un bosque en el que, sin perder la senda principal, se observa la diversidad de personas que lo transitan y las reflexiones que genera en cada uno" señala Ángel Ferrero Rodríguez.

Nos recuerda Antonino que voluntario es una persona que, además de sus obligaciones personales, dedica una parte de su tiempo, de modo continuado, desinteresado y responsable a desarrollar actividades en favor de los demás y de intereses sociales colectivos, según un proyecto compartido. "Y lo más bonito es que lo hace con alegría, con buen rollo y con una gran capacidad de hacer fácil lo difícil. Aportan los valores intangibles de la ternura, la escucha, la delicadeza, la ilusión, la imaginación creativa al servicio de las causas y de las personas en el día a día".

Humanización

El voluntario, maestro y sesnandino se interesa principalmente por el voluntariado en la cárcel, donde ha adquirido una gran experiencia y sigue colaborando activamente: "es increíble el grado de humanización que me han aportado y siguen aportando los presos, te hacen consciente de tus propias limitaciones y te impulsan a desarrollar la capacidad de compartir con los desclasados de este mundo; en los presos he encontrado una nueva versión del Evangelio".

El voluntario, asevera, "hace de puente entre el preso y su entorno. Ejerce una función de información, acompañamiento y comunicación. Ayuda a preparar el retorno a la comunidad de la que forma parte y la asunción de responsabilidades. El voluntario no está solo, colabora con los profesionales de la acción social y busca su complementaridad, con espacio propio, pero con una acción coordinada y disciplinada, poniendo de manifiesto que otro mundo es posible".

En el libro intenta conjugar la experiencia personal con documentación contrastada, la sabiduría de quienes acompañan a los encarcelados y materiales para desarrollar talleres diversos en la cárcel. Escrito con lenguaje sencillo, está cargado de testimonios y aportaciones. Se puede leer sin prisa y sin un orden preestablecido, deteniéndose en los relatos o avanzando según el sentir de cada uno, descubriendo y saboreando su contenido.

Su paisano Toribio Blanco Ferrero sentencia que "Antonino refleja toda su experiencia y compromiso con el mundo de la cárcel. Hace una opción creyente desde el mensaje de Jesús de Nazaret, como la acción del Samaritano con cierto hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó. Escribe a corazón abierto, recoge testimonios, cita a personas significativas, comparte mensajes y abre puertas a la reflexión. Nos invita a una lectura reposada y cargada de esperanza y nos reta al compromiso, a adentrarnos y saltar la trinchera de la justicia y de la libertad".

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