Los pueblos de Zamora como esperanza

Fresno de la Carballeda, entre bosques y el embalse de Valparaíso

Un bucólico pueblo en el norte de la provincia de Zamora

Embalse de Valparaíso.

Embalse de Valparaíso.

El río Tera cruza por el centro de La Carballeda encajado en un valle angosto y sinuoso. Esa hondonada ha sido aprovechada para la creación de tres de los embalses más importantes de la provincia de Zamora, el de Cernadilla, el de Valparaíso y el del Agavanzal. Al norte de ese surco orográfico se extiende una despejada planicie en la que se ubican numerosos pueblos, siendo Fresno de la Carballeda uno de ellos. A esta atractiva localidad es preciso citarla con el apellido unido a su nombre, ya que hay otras tres más en las tierras zamoranas que se llaman igual. Su topónimo procede de ese popular y abundante árbol de la familia de las oleáceas, designado científicamente con el vocablo latino de "fraxinus".

Este Fresno que visitamos se emplaza en una suave depresión, apenas marcada, cuya escorrentía es recogida por el arroyo del Valle, emisor del Tera, el cual atraviesa por el medio del casco urbano. Todos los espacios circundantes se presentan llanos o como mucho levemente ondulados. Antaño estuvieron destinados a la agricultura, pero en nuestros días aparecen en baldío, aprovechados como pastizales. Prosperan en ellos numerosos árboles, siendo los robles los más abundantes, pero con chopos a orillas de las corrientes acuáticas. Tal proliferación arbórea hace de cualquier paraje un enclave íntimo y acogedor.

Evocando la historia local, se sabe que estas tierras estuvieron pobladas desde muy antiguo. Quedan restos visibles de un importante castro emplazado al sur del pueblo, a unos dos kilómetros de sus casas. Se le data como perteneciente a la II Edad del Hierro, habitado por los astures hasta los momentos de la conquista de los romanos. A este poblado se le denomina Castro del Buracote, distinguido con la declaración de Bien de Interés Cultural desde el año 2014. Para su asentamiento eligieron un cerro limitado por cuestas empinadas que se precipitan hacia el cauce del Tera y hacia dos vaguadas que allí convergen, quedando solamente una zona de fácil acceso. Ahora el paraje aparece rodeado por el mencionado embalse de Valparaíso en casi todo su contorno. Sus ventajas estratégicas fueron potenciadas con unas importantes defensas añadidas. Sus espacios se rodearon con una recia muralla, conocida por los lugareños como El Muradón, que contó, al menos, con unos tres metros de altura y dos y medio de grosor. A su vez, por delante, en el lateral más accesible, se excavó un foso ahora muy cegado. Finalmente, formando una barrera complementaria, agregaron una extensa franja de piedras hincadas, cuyo objetivo era el impedir un ataque sorpresivo con caballerías. En el interior así protegido, de unas seis hectáreas de extensión, se debieron de ubicar las viviendas, posiblemente circulares, además de establos y almacenes. La presencia de una densa vegetación, maleza sobre todo, impide divisar cualquier vestigio que pudieran subsistir. Aún así se han hallado restos de cerámica. La realización de trabajos arqueológicos sistemáticos ayudaría a esclarecer los enigmas ahora existentes.

La fantasía popular señala que los antiguos residentes tenían sus viviendas excavadas por debajo de las piedras hincadas. Señalan que en ellas quedaron escondidos fabulosos tesoros, lo cual incitó la codicia y propició una búsqueda furtiva sin resultados positivos. A su vez, en uno de los costados existió una peña con un gran agujero o buraco; de ahí el nombre del "Buracote". Dicen que por ese hueco penetraban los animales y salían al otro lado del cerro.

bucólico lugar, rodeado de bosques, muy apto para el sosiego y descanso

Iglesia de Fresno de la Carballeda. / J. S.

Un segundo asentamiento prerromano, menos definido, se localiza hacia el noreste, junto a la raya con Mombuey, siendo conocido como castro del Burro. Ocupa la cima de un altozano dominante, pero apenas se aprecian restos de sus instalaciones.

Avanzando hasta la Edad Media, las primeras noticias escritas que se conocen sobre el lugar están datadas en el año 1145. En esa fecha el rey Alfonso VII, junto con su esposa Berenguela, entregó diversas heredades situadas en La Carballeda a Miguel Pérez. El documento en el que se registra esa donación aparece redactado y firmado en el propio Fresno, donde debían de estar en ese momento los propios monarcas. Siguiendo el discurrir del tiempo, en el 1518 Catalina de Osorio vendió la mitad de la localidad, del cual era señora, a don Alonso de Pimentel, conde de Benavente. Fechada en 1566 existe una noticia que indica que el concejo local llevaba 55 vacas bravas a la Sierra Segundera. Ya en el siglo XVIII, la población pertenecía a Francisco Cárdenas. En cuanto a su inclusión administrativa formó parte de la Tierra de Mombuey y como tal participó en todos sus avatares históricos.

Según el nomenclátor del Instituto Nacional de Estadística del año 1991, el pueblo figura con la categoría de villa, desconociendo nosotros el momento en el que le fue concedida esta distinción. En el siglo XIX, cuando se estableció la moderna división territorial, fue incluido en el ayuntamiento de Valparaíso. No obstante, con la integración de éste municipio en el de Mombuey en el año 1970 pasó a pertenecer al de esa pujante localidad vecina.

El casco urbano local se presenta hermoso y atractivo. Está formado por inmuebles construidos mayormente con piedra de gneis "ollo de sapo", que es la roca común de la zona. Hallamos ejemplares creados con sillería bien cortada, pero admiran aún más los de mampuesto, ya que las desiguales piezas que los forman aparecen encajadas con una precisión admirable. Sus techumbres son mayormente de teja curva, pero en algunos casos se añadieron hileras de losas de pizarra en los aleros. Muchas de esas casas aparecen restauradas con esmero, mostrando un atractivo aspecto. Completan la dotación constructiva viviendas de nueva construcción, creadas con materiales modernos y diseños actuales.

Uno de los recintos urbanos más frecuentados es la Plaza de España, la cual actúa de lugar de encuentros y sede de las concentraciones festivas. Posee una considerable amplitud, pero sus formas son irregulares. Por uno de sus extremos cruza el arroyo del Valle, localizándose en otro una de las vetustas fuentes locales, provista de una bóveda de medio cañón. También se ubica ahí la vieja fragua, centro actual de reuniones. A su vez, en el extremo sureste del pueblo se halla la plaza de los Donantes de las Escuelas, animada con una especie de isleta central sombreada por arbolillos decorativos. Por su nombre, está dedicada a los altruistas patrocinadores del vetusto edificio docente. Un tercer enclave muy concurrido se sitúa a la entrada de la carretera según se llega desde Mombuey. A un lado de la calzada se tiende un pequeño parque infantil y al otro, campos muy amplios dotados de porterías.

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Portada de la iglesia. / J. S.

El principal monumento local es sin duda la iglesia, consagrada a San Bartolomé. Viene a ser un templo de orígenes románicos, que contó con una sola nave y cabecera posiblemente recta. Sufrió intensas reformas en los siglos XVI y XVIII, pero mantuvo ciertas partes de esa estructura originaria. Destaca la fachada septentrional, coronada por la línea primitiva de canecillos, todos ellos lisos, sobre los cuales aún carga el voladizo del primitivo alero. En ella se abre la puerta, formada por dos archivoltas de arcos parabólicos, un tanto peculiares, apoyados en impostas básicas. Un modesto pórtico, sujeto sobre rústicos postes de madera, protege toda esta parte. Románica pudiera ser también la espadaña, alzada sobre el hastial de poniente. En su base abarca todo el muro, pero mengua en anchura con sucesivas escotaduras para concluir arriba en un piñón bastante agudo. Se aligera con un par de vanos de grandes dimensiones, remarcados por vierteaguas salientes. Hasta hace unas décadas contó con un cuerpo adosado macizo, formado por la escalera de acceso y el piso de las campanas. Esa parte aneja fue eliminada, ganando en esbeltez todo el conjunto. Sabemos que en el año 2024 han cambiado todo el tejado, consiguiendo un aislamiento más eficaz.

Ahora por dentro, comprobamos que consta de una nave espaciosa, a la cual han agregado capillas por ambos lados. El presbiterio actual es cuadrado, al que se accede por un generoso arco de triunfo del siglo XVIII. Como techumbres posee armaduras funcionales de madera, pero perduran algunas zapatas talladas con esmero que testimonian la existencia antaño de artesonados más elaborados. Destaca el retablo principal, el cual muestra formas barrocas, animadas con denso ornamento, provisto además de una policromía bastante áspera. Sobresalen sus cuatro columnas corintias con los fustes animados con estrías ondulantes.

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Camas del moro y de la mora. / J. S.

Muy interesante es un canecillo incrustado por encima de la puerta de acceso a la sacristía. En él cincelaron la cabeza de un carnero, bien caracterizada por sus enroscados cuernos. Al hallarse repintado de antiguo con trazos de colores se acusa más su efecto plástico. Arrinconados, sin uso, hallamos otras piedras similares: una decorada con rollos y otra con una testa de felino bastante rota. Curiosa es la pila del agua bendita, cuadrada en su exterior, ornada con gruesas bolas y especie de blasones con cruces de diversos tipos. Más antigua, acaso románica, es la pila bautismal, con un grueso sogueado en su borde superior y una franja lisa por debajo limitada por un par de boceles.

Antaño debieron de existir dos ermitas. Una de ellas, situada hacia el oriente, fue la del Santo Cristo, cuyas ruinas llegamos a ver. Sus piedras fueron utilizadas para ampliar el cementerio, perdiéndose así todo testimonio visual de ella. A su vez, hacia el oeste, a unos tres kilómetros, existe un pago conocido como La Ermita que hace pensar en la existencia de otro oratorio en aquel paraje. Perduran allí dos tumbas antropomorfas cinceladas en un afloramiento rocoso. Se las denomina las "Camas del moro y la mora" y pudieron acoger los restos de un hombre y una mujer, pues una de ellas es larga y estrecha, siendo la otra corta y más ancha. Ciertas muescas superiores testimonian que estuvieron cerradas con losas ahora perdidas. Forman una pequeña pero interesante necrópolis, acaso del siglo X o del XI, similar a otras cercanas, como la descubierta no hace mucho en el vecino pueblo de Valparaíso.

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