Navianos de Alba, un tesoro en el manso valle del arroyo Moratones

Una localidad llena de historia y algunos enigmas

Vista parcial de Navianos de Alba.

Vista parcial de Navianos de Alba.

El sonoro nombre de Navianos que posee esta localidad de la Tierra de Alba zamorana evoca, con casi toda certeza, el origen de las gentes que la repoblaron tras la Reconquista. En algún momento de los siglos IX o X, intrépidos colonizadores, de los que nada sabemos en nuestros días, hubieron de llegar desde alguna aldea inmediata al río Navia, curso fluvial perteneciente a la vertiente cantábrica. Salieron posiblemente desde el concejo asturiano de este mismo nombre o desde el gallego de Navia de Suarna. Es evidente que tuvieron que sentir un cambio muy brusco al trocar aquellos húmedos y brumosos parajes norteños por estas soleadas tierras zamoranas. Aquí, tras esa mudanza, podían sembrar el trigo y cultivar la vid, impensables en esos supuestos lugares de procedencia. Aunque ignoramos detalles de esas migraciones, debieron de hacerse en grupos diferentes, pues generaron, al menos, tres pueblos sinónimos, relativamente alejados entre sí. Dos se ubican en tierras zamoranas, éste de Alba y el del valle de Valverde, quedando el tercero, el de la Vega, ya en la provincia de León.

Centrados en Navianos de Alba, sus fundadores se asentaron en un valle esplendoroso, protegido por dos estribaciones de la Sierra de la Culebra y drenado por el arroyo Moratones, modesto afluente del Esla. La zona central de esos espacios, formada por terrenos profundos y fértiles, era muy apropiada para las labores agrícolas, dejándose otra, la más húmeda, para praderas y quedando para bosques y baldíos las laderas pedregosas marginales.

La historia debió de deslizarse anónima y sin sobresaltos por este lugar a lo largo de muchos siglos. Administrativamente formó parte de la Tierra de Alba y como tal participó indirectamente en todos los avatares en los que se vio inmersa la comarca. Perteneció así a los templarios, por entrega del rey Alfonso IX y, tras la disolución de esa orden militar, pasó por distintos señoríos. Al fin recayó en los Enríquez, siendo Enrique Enríquez de Mendoza el que recibió en 1459 el título de Conde de Alba de Aliste, creado a su favor por Enrique IV, agradecido por su apoyo en acciones guerreras en contra de los portugueses y los moros granadinos.

Dentro de los ámbitos del Condado de Alba, el término local marcó su extremo norteño, generando una especie de enclave incrustado entre otras jurisdicciones. Confluyen ahí espacios que fueron de la Encomienda de Castrotorafe, dependiente de la Orden de Santiago; con parajes propiedad de los marqueses de Tábara y otros dominios que constituyeron el marquesado de San Vicente del Barco. La localidad debió de ser siempre diminuta, basculando entre la condición de aldea y la de latifundio. A kilómetro y medio hacia el noroeste se ubica la dehesa de Moratones, la cual fue una heredad de los Pimentel, señores tabareses, quienes intentaron repoblarla insistentemente en 1471. Un relato, repetido secularmente en los pueblos del entorno, señala que los colonos que los dueños trajeron para asentarse en esa finca la abandonaron asustados porque se propagó un rumor que aseguraba que en los montes del entorno moraba una terrible serpiente que devoraba a las gentes con las se topaba. Lo que sí parece comprobado es que algunas de aquellas personas encontraron acomodo en Navianos, el cual potenció así su censo, muy escaso hasta entonces.

La insignificancia del lugar queda patente por la carencia en él, en tiempos antiguos, de cualquier tipo de recinto religioso. Consta documentalmente que hasta el siglo XVIII sus vecinos debían de desplazarse hasta Marquiz para asistir a los cultos y recibir los sacramentos.

A pesar de esa señalada modestia, la localidad se vio implicada en ciertos acontecimientos que afectaron la rutina comarcal. Un confuso relato local indica que en sus eras se dio una ignota batalla. Afirman que sobre aquellos suelos quedaron marcadas diversas zanjas o trincheras, realizadas por los soldados que allí pelearon. También se distinguía un círculo en la pradera, correspondiente al puesto de guardia. Esas señales fueron desapareciendo porque los vecinos del pueblo las cegaron para conseguir espacios aptos para la trilla. Tal descripción no debe de ser imaginaria ni fantasiosa, pues en el Diccionario histórico y geográfico de España, confeccionado entre los años 1765 y 1798 por Tomás López, se cuenta que, durante las guerras del siglo XVIII, en las tierras locales estuvo acampado un ejército, con su artillería correspondiente. Es probable que ese hecho de armas acaeciera en una de las diversas acciones bélicas contra los portugueses, los cuales llegaron a ocupar Carbajales en el 1711, en la Guerra de Sucesión tras la muerte de Carlos II, el último rey de la Casa de Austria.

Navianos de Alba, lugar mansamente asentado en el valle recorrido por el arroyo Moratones

Escuelas de Navianos de Alba. / J. S.

El enigmático Teso de las Cruces, ubicado a escasas decenas de metros al norte de las casas, pudiera estar relacionado con esas operaciones militares. Ese cerro es en realidad una elevación del terreno redondeada, de unos tres metros de altitud, que parece artificial. Se alza en el medio de una planicie, en la cual, sin la existencia del arbolado que ahora ocupa todo el paraje, hubo de destacar llamativamente en el entorno. En su cumbre prosperan en nuestros días dos encinas, pero antaño estuvieron colocadas las tres cruces del Calvario, creadas con madera. Nos indican que hasta aquí llegaban antiguamente con la tradicional procesión de la Carrera, en Semana Santa, la cual se desvió posteriormente hacia el cementerio no demasiado alejado. Señalan a su vez que, al intentar explanar parte de estos espacios para incorporarlos a una finca inmediata, se descubrieron varias sepulturas, definidas con lajas pizarrosas. Debido a esa realidad, se especuló que en aquel enclave pudieran haber enterrado a los soldados fallecidos en la acción guerrera señalada. Otra teoría sobre el origen de este cabezo incita a pensar en su destino como túmulo megalítico. El hoyo existente en su cima así parece confirmarlo. Una investigación arqueológica sistemática pudiera clarificar estos enigmas.

Navianos de Alba, lugar mansamente asentado en el valle recorrido por el arroyo Moratones

Teso de las Cruces, en Navianos de Alba. / J. S.

Atendiendo a la realidad actual del propio pueblo, está integrado en el Ayuntamiento de Olmillos de Castro. Este distrito municipal, cuya cabecera es la localidad que le da nombre, incluye cuatro localidades que pertenecieron a demarcaciones que fueron extrañas entre sí. Navianos y Marquiz, ya señalamos, estuvieron ligadas al condado de Alba, Olmillos fue de la Encomienda de Castrotorafe y San Martín se incluyó en el marquesado de Tábara.

El casco urbano local queda formado por dos áreas bien definidas. Una de ellas es el núcleo primitivo, tendido en suave cuesta a orillas de la iglesia. Encontramos en él casas tradicionales, construidas con muros de rústica mampostería y tejados en los que combinaron tejas curvas con lajas pizarrosas. Muchos de esos inmuebles han sido sustituidos por viviendas de nueva hechura con las que se ha mejorado la habitabilidad. El otro sector es el surgido a lo largo del siglo XX a las orillas de la carretera que enlaza con Olmillos de Castro. Es la zona local más activa, pero también la más inconexa y diseminada.

Sobre la señalada iglesia, consagrada a Nuestra Señora del Rosario, ya hemos insinuado que fue construida en el siglo XVIII. Ese oratorio inicial fue muy modesto y precario, por lo que lo derribaron por entero a mediados del siglo XX para levantar otro templo más capaz, que es el conservado actualmente. Posee una orientación de sur a norte, formado por una cabecera cuadrada que emerge en altura, a la que se añade una nave más larga y ancha, con una espadaña de tres vanos alzada sobre su fachada. A la puerta, adintelada, se accede por una amplia escalinata creada por una docena de peldaños. Como detalle principal, todos sus muros aparecen enfoscados y pintados de un tono ocre amarillento, color que le hace destacar de entre su entorno. Con las mencionadas obras de reconstrucción se perdieron la mayor parte de las piezas artísticas acumuladas, conservándose sólo algunas imágenes de santos y un relieve, procedente de un antiguo retablo, representando la escena de la Anunciación.

La fuente que proporcionó agua potable a los vecinos se ubica en una zona marginal, al norte de las casas, ya en contacto con los huertos que se irrigaban con los caudales sobrantes. El manantial aparece recogido dentro de un depósito rectangular, cerrado con una especie de bóveda. Sus aguas vertían a través de un caño, ahora inactivo, acumulándose sus aportes en un amplio pozo lavadero, vacío y sin uso en nuestros tiempos

En la plazuela allí existente destaca un modesto monumento conmemorativo, creado en honor del insigne agustino P. Manuel Blanco Ramos, autor de un notable y minucioso estudio sobre la vegetación de Filipinas.

Navianos de Alba, lugar mansamente asentado en el valle recorrido por el arroyo Moratones

Monumento al padre Manuel Blanco en Navianos de Alba. / J. S.

El señalado hito recordatorio, colocado en el 1993, está formado por una amplia y peculiar losa de pizarra, traída de las canteras de Losacio, a la que añadieron un busto del personaje homenajeado y una inscripción dedicatoria. Este erudito nació en la localidad en el año 1779, habiéndose formado en el colegio de los Agustinos Filipinos de Valladolid, profesando como sacerdote. Fue destinado como misionero a las Islas Filipinas, archipiélago donde residió hasta su fallecimiento, acaecido en Manila, en el 1845. Al llegar a tan lejanas tierras dedicó gran parte de sus esfuerzos al análisis de las plantas allí existentes, con la intención de descubrir elementos curativos para las enfermedades que por entonces atenazaban a la humanidad. Sus investigaciones aparecen recogidas en el libro titulado “Flora de Filipinas, según el sistema de Linneo”, el cual apareció publicado por vez primera en el año 1837 y reeditado varias veces después. Esa obra es considerada como uno de los tratados botánicos más importantes del Mundo entre los de su tipo.

La base de la riqueza local en nuestros días es la explotación ganadera, existiendo diversas naves. No obstante, a lo largo de una parte del siglo XX tuvo incesante actividad la fábrica de harinas situada a las afueras del casco urbano, en dirección oeste. Ocupó un amplio y sólido edificio de dos plantas que se conserva en buen estado, siendo la electricidad su fuerza motriz. No demasiado lejos se ubican las escuelas, en solares rodeados de praderas. A sus orillas se hallan campos deportivos y han instalado un atractivo parque infantil.

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents