Jornada de campo
Tentadero en Villalpando: Buscando el misterio de la bravura
El torero mexicano Angelino de Arriaga, los novilleros Diego Bastos y Alberto Donaire y el local Diego Luna han participado en un tentadero en la ganadería "El Valle Blanco", en Villalpando, donde también estuvo presente Nabil "El Moro"

Participantes en el tentadero en la ganadería Valle Blanco (Villalpando). / Carmen Toro
Los sonidos propios de un día de campo: el de los vuelos del capote rozando el albero, los golpes secos del palo contra el peto del caballo de picar, los cerrojos de las puertas... y las voces de los hombres en el ruedo de la plaza de tientas: "Suerte para todos", "¡Puerta!" anuncian el comienzo del tentadero en la ganadería "El Valle Blanco", en Villalpando.
Y sale de los corrales, donde acaba de ser apartada, la primera vaca, de capa colorada y playera de encornadura, herrada con el número 55, que le corresponde, por orden de antigüedad, al único matador de toros presente, el mexicano Angelino de Arriaga y que, por petición del ganadero, entra tres veces al caballo, que monta el mayoral de la ganadería, Mario.
Tras probar la bravura de la futurible madre debajo de la puya, Arriaga,vestido de charro, como en su tierra, prueba sus embestidas en el centro del ruedo, primero, con la mano derecha y, después, por el pitón izquierdo, poniéndole la muleta a diferentes alturas. Está vista. Tras simular el mexicano la suerte suprema, "¡puerta!", la vaca vuelve al campo, donde será madre.
No tarda en salir, con mucho brío, la siguiente, una castaña chorreada y también playera, de número 56, que le corresponde tentar al novillero sevillano Diego Bastos, al que pone pronto en apuros ya que se le mete por dentro y no quiere saber nada del caballo de picar. También está vista.
Sale para suplirla "la de reserva", una colorada herrada con el 60, que acusa cierta escasez de fuerzas, pero que no rehúye el peto del caballo. Le cuesta pasar en ocasiones ante la muleta de Bastos, cuya anatomía busca en otras ocasiones y al que su hombre de confianza le da consejos desde el burladero: "Moléstala", "pégale un toque seco".
La siguiente es para Alberto Donaire, que reaparece en esta jornada en la provincia de Zamora, tras el grave percance —y la complicada recuperación— que sufrió el pasado octubre. La vaca, con el 59 sobre el costillar, castaña de capa y bizca de pitones, resulta ser un buen animal que no se cansa de embestir ante el buen número de tandas que le receta por ambos pitones Donaire, aunque, como él mismo reconoce, por el izquierdo, le "está costando más entenderla; por el derecho, mejor".
Por este último, le receta alguna buena tanda y, al natural, también consigue ajustar algunos muletazos. Mucho mérito tiene su actuación, aún con la bolsa de colostomía puesta, que le retirarán en una próxima operación.
Turno para el local Diego Luna, un fijo en la ganadería, quien se las ve con una vaca castaña, la más pequeña de todas, pero que mete la cara y humilla en los vuelos del capote del villalpandino, que torea encajado, como acostumbra, con ese concepto suyo de toreo castellano, y que la cuaja con la mano derecha y la templa al natural, demostrando las buenas condiciones del animal y del torero.
"Es un toro", dice Arriaga de la segunda de sus vacas. Lo cierto es que la herrada con el 45 es la de mayores hechuras de la mañana y, a pesar de hacerse daño de salida en la mano derecha, entró dos veces al caballo, del que la sacó el banderillero Jesús Herrero, y el mexicano consiguió que fuese a más a lo largo de la tienta. "Al final, se entregó por el izquierdo", sentenciaba después de haberla toreado a placer y haber hecho disfrutar al puñado de aficionados que pasaban frío en la piedra del tendido.
Para Diego Bastos fue la siguiente, de pelaje negro, que metía la cara por ambos pitones en el capote, pero que no tardó en aburrirse en la muleta del sevillano, que le dejó una destacable tanda con la mano derecha.
La "cierraplaza" del tentadero fue otra colorada, número 62, que fue a parar a las manos de Alberto Donaire, a quien Angelino de Arriaga alentaba ya sentado en el tendido, observando el buen toreo al natural del novillero, el estaquillador cogido con las yemas de los dedos, la suavidad y el temple, ante un animal que desarrolló inteligencia y ya sabía " lo que se deja atrás".
A todas las vacas, tras estar vistas, aprovechó para pegarles algunos muletazos Nabil "El Moro", un pamplonés que debutó con picadores en agosto y que no quería dejar pasar la ocasión en el ruedo de tientas villalpandino.
Para el ganadero, Alfonso Blanco, de las vacas de puro encaste Parladé que echó esa mañana, salieron cuatro muy buenas, dos excelentes y dos malas, que irán al matadero, mientras que las otras las dejarán para cubrir y se convertirán en madres. "Esto tiene el tema del bravo", dice.
Los toreros, por su parte, salieron, cada uno, a su modo, con buenas sensaciones y reforzados ante sus próximos compromisos: en la Plaza México el 2 de marzo, Arriaga; en Las Ventas, el 30 de marzo, Diego Bastos, y la reaparición en Valencia, el próximo mes de mayo, de Alberto Donaire.
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