Sayago
Una nueva centenaria para Villadepera
Ludivina Fernando Pintado vino al mundo un 1 de febrero de 1925, en una época en la que la falta de oportunidades la empujó a trasladarse a Suiza. Ahora, celebra su sabiduría con una tarta que refleja el salto a las tres cifras

Ludivina y su nieto Yoni encienden las velas por el centenario de esta jareña. | CEDIDA
Dar un paseo por Sayago supone adentrarse en una comarca centenaria, donde la despoblación se da la mano con una sabiduría que resiste al paso del tiempo. La cada vez mayor esperanza de vida continúa regalando voces que aún recuerdan la dureza de segar con bueyes y mulas o los años de emigración forzosa.
La mirada de Ludivina se posa sobre las tres velas que desvelan su décimo salto de década. Su habitual falta de apetito no es óbice para degustar la tarta de hojaldre en una fecha tan señalada rodeada de sus familiares. Con ella, Villadepera suma una nueva centenaria, la segunda junto a Rosario.
Hija de Domingo y Juliana, fue un 1 de febrero de 1925 cuando llegó al mundo para sumar el cuarto miembro a la familia Fernando Pintado. Siete años después, vendría Manuela a completar el seno de un hogar de ganaderos y trabajadores de la tierra. Sentados a la mesa, se siente la ausencia de su hermano mayor, Manolo y de su única hija.

Ludivina Fernando Pintado junto a su hermana, Manuela, el día de su cumpleaños. / Cedida
"Yo me he criado en el campo, así que soy dura". La falta de oportunidades le llevó a Suiza, donde trabajó durante ocho años hasta que la temprana viudedad le arrancó de los brazos de su marido para acercarla a los de su hija, a la que dejó interna en el colegio Amor de Dios. La provincia le regaló los últimos años de vida laboral, entre Fresno de la Ribera y la capital zamorana, entre quesos y faenas domésticas, tiempo en el que no perdonaba los fines de semana en su refugio: Sayago.
La tierra que la vio nacer volvió a acogerla de manera definitiva tras la jubilación. Ludivina fijó su residencia en Villadepera en una casa contigua y conectada con su hija y su yerno, pero manteniendo una independencia que hoy aún la caracteriza. Su salud de hierro –su pastillero contiene un único medicamento– le ha permitido sobreponerse en los últimos años al Covid y a una fractura. Una actitud que aún le permite completar las tareas de la casa gracias a la ayuda básica de dependencia; la atención y entrega de su yerno, Luis, conocedor de una comarca que se recorre a diario con la línea que conecta nueve localidades entre Zamora y Salce; y el cariño de Yoni, su único nieto.
Sayago suma una nueva centenaria que rebosa de esa sabiduría de antaño y de una entereza envidiable que afronta con una promesa: la de continuar "hasta el año que viene para comer otra tarta".
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