El pueblo de Zamora que ruega contra los males de la rabia y la viruela

Mozas y casadas mantienen viva desde 1600 la llama de San Vicente contra los males de rabia y viruela

Los devotos acudían con sus hogazas desde los pueblos de España y Portugal en busca de la protección divina

El Visitador Manuel Cid transmitía en 1791 tras pasar por Aliste la existencia de la reliquia y ritual al arzobispo de Compostela

Cada año los apenas 66 vecinos hacen un esfuerzo sobrehumano, muy en particular las mujeres para seguir ofreciendo y cantando el ramo

La Raya de España y Portugal ha revivido este miércoles una de las más ancestrales celebraciones religiosas que congregaba cada año, coincidiendo con el 22 de enero, a los devotos alistanos y trasmontanos allá orillas del río Aliste en busca de la adoración de la reliquia del mártir de Huesca, San Vicente, para protegerse durante los 365 días del año de los fatídicos males de la rabia y la viruela.

Dos de los males que en tiempos lejanos podían traer consigo el primer paso para miniar el último viaje de quien se contagiaba. Médicos no había, los curanderos solo sabían de manqueras y por tanto como única salvación solo quedaba la fe y la protección divina.

Mañana típica de invierno con la iglesia de la ladera mirando al río Aliste. Con la lluvia rememorando la sentencia del antiguo refrán: “Por San Vicente, almuerza y vente, que, si esperas comer, no podrás pasar”. Muchos de los festajeros procedían de pueblos situados al otro lado del río Aliste, como Valer, Bercianos, Sarracín, Campogrande, Riofrío y Cabañas y puente no había.

Allí estaban los mayordomos, la señora Consuelo Blanco Blanco encargada de abrir las puertas y su hijo Jesús Blanco Blanco: las campanas repicaron en la ladera de la colina acudiendo prestos los hombres y mujeres para postrarse ante el santo que dio el nombre a su pueblo. Teo Nieto Vicente oficio la santa mita donde como manda la tradición de dio a besar la reliquia de San Vicente que ya existía allá por el año 1600 llegada probablemente en tiempos de San Víctor Braccarense morador él que fue en la ribera alistana.

El señor Antonio Alonso González y su mujer Visitación Vaquero Vaquero fueron los Mayordomos de San Vicente que salió en procesión llevado por los jóvenes Iván Fernández Ferrero y Moisés Vaquero González. Como manda la tradición las “Hachas” (Farolas) portadas por las autoridades civiles en esta ocasión los concejales Adrián Blanco Rivera y Domingo Fernández Alonso.

La festividad de San Vicente tenía y tiene como uno de los rituales el canto y el ofrecimiento del “Ramo” antaño a cargo de las mozas solteras a las que ahora se han unido ahora las mujeres casadas pues la mayoría de las féminas jóvenes han tenido que emigrar para buscarse la vida lejos, primero para estudiar y luego para trabajar. Doce en total ataviadas con la indumentaria tradicional alistana luciendo los manteos, pañuelos y gabachas sacados de los baúles para la ocasión.

Comenzaba el ritual con la petición de la licencia (permiso para entrar en el recinto religioso) a cargo de Atilana Blanco Garrido, una señora qué, además de ser la más veterana, es también de las que cantaba el ramo antaño y se la sabe de memoria cada verso. Así comenzaba el ofrecimiento y canto del ramo que estuvo organizado por María del Pilar Ferrero Vara.

Diez mujeres del pueblo, solteras y casadas, jóvenes y adultas, distribuidas en dos grupos de cinco cada uno, fueron las encargadas de cantar el ancestral “Ramo de San Vicente”: Rocío Fernández Ferrero, Soledad Alonso González, Visitación Vaquero Vaquero, Agustina Rivera Flechoso, María del Pilar González Cisneros, Eugenia Pérez Blanco, Purificación Alonso Blanco, Marcelina Mata, Rosa Fernández Peláez y Pilar Fernández Peláez: “A vos Mártir San Vicente, / humildes estas doncellas, / nos libréis del mal de rabia / y también de las viruelas”.

El agua bendita volvió a impregnar con la protección divina a un “Pan Bendito” al que desde antiguo se le atribuía remedio contra los temidos males de la rabia y la viruela. Los propios devotos llegaban desde sus pueblos con las hogazas en las alforjas de la burra y con ellas regresaban ya convertidas en Pan Bendito del que tomaban una parte cada miembro de la familia y los animales.

Las Vicarías de Aliste y Alba pertenecieron desde el siglo XIII hasta 1888 al Arzobispado de Compostela y gracias a una de las Visitas Eclesiásticas, la realizada en 1791 por Manuel Cid y Monroy, mediante sus manuscritos, conocemos que la reliquia de San Vicente gozaba de mucha devoción y así se lo traslado al entonces arzobispo de Santiago Sebastián Malvar y Pinto.

Cid y Monroy escribieron de su puño y letra: “En esta iglesia y altar separado existe una reliquia de San Vicente Mártir, la que se dice ser un hueso de la cabeza del santo. Tal reliquia la vienen a adorar muchas personas, tanto de país como de fuera de él, especialmente las que se hallen tocadas del mal de la rabia para el que parece ser tiene muy probada y de mucha virtud”. Así lo recabo de boca de las 80 personas de comunión y del cura Tirso Fraile, alistano natural de Trabazos.

No corren buenos tiempos para unos pueblos donde los jóvenes se van a estudiar y trabajar lejos de la tierra que los vio nacer dejando en manos de las personas de la tercera edad, de padres y abuelos, la vida diaria rural de lunes y viernes. Sin embargo, feligreses y devotos, muy en particular las mujeres de San Vicente hacen un esfuerzo para mantener los rituales heredados de sus ancestros.

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