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Los pueblos de Zamora como esperanza

Así es Lobeznos, atractiva localidad a tres kilómetros de Puebla de Sanabria

El casco urbano local se dispersa entre prados y arboledas, ocupando amplios terrenos, se caracteriza por tejados de pizarra y paredes de mampostería muy cuidada

1.- Vista parcial.
2.- Presa sobre el rio Castro.
3.- Ermita.
4.- Iglesia.
5.- El Cuturullo.

1.- Vista parcial. 2.- Presa sobre el rio Castro. 3.- Ermita. 4.- Iglesia. 5.- El Cuturullo.

Javier Sainz

Saliendo desde Puebla de Sanabria por la carretera que enlaza con Calabor y Braganza, tras unos tres kilómetros de recorrido, el primer pueblo por el que se atraviesa es Lobeznos. Esta localidad, a pesar de su proximidad con la cabecera de comarca, está integrada en el Ayuntamiento de Pedralba de la Pradería, siendo uno de los cinco núcleos que lo forman.

Un tanto sonoro y peculiar se presenta ese topónimo de Lobeznos. Pese a su semejanza fonética con el de los cachorros de los lobos, es muy posible que nada tenga que ver con esos conocidos animales. En escritos antiguos, anteriores al siglo XVI se le denomina "Lobesnos" y en el dialecto local, hasta 1908 aparece como "Llobeznos". Casi con seguridad se cree que es vocablo derivado de Lupus, Lupellus o Lupicinus, nombre de persona, individuo probablemente importante, el cual tal vez repoblara el lugar o fuera su propietario en épocas antiguas. Otra teoría señala que podría indicar un supuesto apodo colectivo.

Evocando la historia, esta población aparece citada desde el siglo XII en la documentación del monasterio de San Martín de Castañeda. Queda constancia de que en el 1103 un caballero denominado Jimeno Mudarrafez donó a ese cenobio una heredad, con pomares y otros árboles situada en Lobanes, que pudiera ser el Lobeznos actual. Ya sin duda alguna, a la misma institución cenobítica legó Martín Bermúdiz, en 1181, dos solares aquí ubicados, junto con otros cuantiosos bienes en la comarca. A su vez se sabe que en 1474 la aldea en su conjunto fue comprada a Álvaro de Losada por Rodrigo Alonso Pimentel, IV Conde de Benavente. En el señorío de los Pimentel se mantuvo largos siglos, al igual que gran parte de la zona.

El casco urbano se ubica en una imperfecta llanada situada entre las estribaciones de la Sierra de la Atalaya y el valle por donde discurre el río Castro. Drena estos espacios el modesto arroyo de la Coruja, el cual fluye hacia el mencionado río Castro, entregándose a pocos pasos de la desembocadura de éste en el Tera. La referencia orográfica más destacada es el cerro denominado El Cuturullo. En su cumbre existió un castro del cual aún se mantienen ciertos vestigios, difíciles de contemplar debido a la densa maleza que prospera en estos parajes. Ese vetusto asentamiento está ligado a numerosas leyendas. Dicen que sus solares están todos revueltos, pues los cavaron los supuestos moros que allí vivieron en búsqueda de oro u otros minerales valiosos. En sus proximidades se localiza la fuente Urraca, cuyos caudales se aprovechan para el actual abastecimiento de aguas. Ese manantial se denomina así porque a él acudía a saciar su sed una “reina” de ese nombre. Aseguran que utilizaba como acceso un túnel o galería allí existente, de varias decenas de metros de largo. Esa cueva pudo formar parte de alguna explotación minera, quizás de hierro. A parte de su interés arqueológico, desde este enclave las vistas panorámicas son amplísimas, dominándose desde allí gran parte de Sanabria, con las sierras Segundera y Cabrera como poderosos confines.

Lobeznos, atractiva localidad a tres kilómetros de Puebla de Sanabria

El Cuturullu de Lobeznos. / J. S.

Cruzan por el término local los trazados del ferrocarril convencional entre Zamora y Orense y del moderno AVE. El primero apenas incide paisajísticamente en estos dominios, ya que va dentro de una larga trinchera. Sin embargo, el AVE ha provocado grandes explanaciones, contando también con un túnel. Para aliviar su efecto de barrera cuenta con tres puentes al servicio de los caminos y veredas locales, uno de ellos adaptado para el paso de la fauna.

El casco urbano local se dispersa entre prados y arboledas, ocupando amplios terrenos. Se reconocen tres barrios bien diferenciados, de los cuales el más importante es el de Preira. Como enlace de todos ellos, es la propia carretera la que actúa de calle principal. Desde ella parten los diversos enlaces. Perdura en gran medida la arquitectura tradicional sanabresa. Se caracteriza por tejados de pizarra y paredes de mampostería muy cuidada, potenciada con sillares en vanos y esquinas. Las fachadas suelen estar animadas con balcones, que en alguno de los casos se han cambiado por galerías encristaladas. Existen además numerosas casas nuevas, de buena calidad, en general construidas con diseños respetuosos con las formas heredadas. Entre los diversos inmuebles, resisten en precario algunos de los viejos hornos comunales. Tres funcionaron en el pasado.

Lobeznos, atractiva localidad a tres kilómetros de Puebla de Sanabria

Presa en el río Castro, en el término de Lobeznos. / J. S.

De las fuentes seculares, en las que se surtieron los vecinos en el pasado, destaca la denominada Fuente Ferrada. Por su nombre ya se puede intuir que sus aguas son ferruginosas. Se halla apartada, solitaria entre sotos y prados, mostrando formas de pozo bien acondicionado, consolidado con muros pétreos y con una gran losa como techumbre. A su lado se halla otro manantial secundario, con las mismas formas pero de menor tamaño.

Dos monumentos religiosos existen en el pueblo, ambos de notable interés. El más importante, por su categoría de parroquia y dimensiones, es la iglesia, consagrada a Santa Eulalia de Mérida. Se ubica en el barrio de Preira, bien a la vista, ya que se asoma a la carretera. Queda rodeada en gran medida por el cementerio actualmente en uso, el cual sólo deja libre una especie de pasillo de acceso hacia la puerta. El propio templo, alzado con una magnífica sillería, consta de una voluminosa cabecera unida a una nave algo más baja. Sobre el costado de poniente se alza el habitual campanario, que en esta ocasión es una vistosa espadaña de líneas barrocas Posee dos grandes vanos para las campanas, enmarcados por pilastras rehundidas e impostas salientes, teniendo como coronamiento un ático con un ventanillo menor y un pequeño óculo, además de pináculos ornamentales. A su vez, las escaleras de acceso a las troneras se guarecen dentro de una torrecilla prismática aneja. En su base se marca una portada, ciega ahora, creada con grandes dovelas y con su arco decorado con larga sarta de bolas, formas que testifican que esta parte baja se construyó en el siglo XVI.

Lobeznos, atractiva localidad a tres kilómetros de Puebla de Sanabria

Igleisa de Santa Eulalia de Mérida, en Lobeznos. / J. S.

Atendiendo a otros detalles, en el muro oriental destaca un sillar, recuadrado con impostas bien salientes, dentro del cual cincelaron una cruz en altorrelieve. En sus espacios libres se marcó una inscripción en la cual creemos leer “Juan de Losada rector me fecit, año 1564”. Interesante es el amplio ventanal que ilumina el presbiterio. Aparece realzado con un marco provisto de orejeras angulares. Debido a la irregularidad de los sillares de su entorno, es casi seguro que este vano, de carácter barroco, se creara en el siglo XVIII para dar más luz a los recintos internos, en sustitución de otro anterior demasiado angosto. En ese mismo costado del mediodía se abre la puerta, protegida por un generoso y soleado porche.

En el interior, la nave posee tres arcos fajones, a los que se agrega el propio arco triunfal. Sujetan techumbres de madera. Preside los espacios un retablo clasicista de noble estampa, con un calvario completo en su ático y la imagen de la santa mártir emeritense en su nicho principal. Muy valioso es el sagrario, de estilo renacentista, con la Oración en el huerto de los Olivos en su portezuela y diversas efigies de santos tanto a los lados como por arriba. Un retablo lateral neoclásico e imágenes exentas completan la dotación artística del templo.

El segundo recinto religioso local es la ermita del Santo Cristo de la Piedad o de la Ascensión. Se emplaza en un rincón bucólico, rodeado de huertos y árboles, a orillas del viejo camino que enlazaba los barrios. Orientada al revés que lo habitual, su fachada mira hacia el este, coronada por una espadañuela de un solo vano, con esbeltos pináculos esquineros. Un portalillo, dotado de una verja de madera, protege la puerta. Posee ésta un arco de medio punto, muy moldurado, apoyado en pilastras rehundidas, sumamente estéticas. A uno de los lados de esta entrada se abre una ventana limosnera desde la que es posible divisar la imagen del interior. Suele ser frecuente hallar en ese vano velas encendidas o ramos de flores, dejados como ofrendas por anónimos devotos.

Lobeznos, atractiva localidad a tres kilómetros de Puebla de Sanabria

Ermita del Santo Cristo de la Piedad o de la Ascensión en Lobeznos. / J. S.

Y es que la efigie del Crucificado guardada en el interior inspira un intenso fervor entre las gentes locales. Se halla colocada en el nicho central del retablo, teniendo como fondo un paisaje rocoso con los simbólicos sol y luna. A su lado izquierdo se exhibe un relieve con la flagelación de Cristo, quedando a la otra mano la escena del beso de Judas. Arriba se muestra la Ascensión, con sólo cuatro apóstoles contemplando esa subida a los cielos. Remata el conjunto la paloma del Espíritu Santo rodeada de un haz de rayos.

Tradición local muy arraigada era que las embarazadas acudieran hasta este santuario para conseguir un buen término a su embarazo. Rezaban nueve credos a la vez que daban otras tantas vueltas alrededor del edificio. A su vez, la fiesta celebrada antaño tenía lugar el día de la Ascensión, acudiendo desde la parroquia en procesión, portando a la Virgen.

El término local incluye diversos parajes gratos y pintorescos. Uno de los más interesantes es la propia Sierra de la Atalaya, con cotas de 1181 metros en su roquedo más elevado. Encaramados sobre él se dominan amplias extensiones, abiertas tanto hacia el lado sanabrés como hacia Portugal. Relatan que, en momentos de enfrentamientos bélicos con el país vecino, nuestros soldados colocaron un cañón en aquel enclave para disparar contra el enemigo. Uno de sus objetivos era el castillo de Braganza, logrando impactar contra su torre del homenaje, agrietándola. Acaso sea un tanto fantasiosa esa afirmación, pues la ciudad portuguesa dista desde aquí unos 25 kilómetros y las armas de entonces no contaban con tanto alcance.

Bucólico y ameno resulta el paseo por las riberas del río Castro. Para llegar hasta allí hay que atravesar un frondoso bosque de robles que ya es atractivo por sí mismo. A orillas del río se extienden praderas despejadas, con la antigua acequia de las Ánimas cruzando por el medio de ellas. A través de ese canal se desviaban las corrientes acuáticas que accionaron los rodeznos de al menos dos molinos, ahora en ruinas. A su vez, el propio curso fluvial dispone de una larga presa de hormigón, la cual genera una pequeña balsa.

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