Entrevista | Julián Guerra Torero y apoderado

"No hay que defender la tauromaquia desde la mayoría, sino desde la libertad de expresión"

Afirma con vehemencia que el toreo es el amor de su vida; de él se enamoró por sus raíces paternas en La Bóveda de Toro, donde ubica sus primeros recuerdos de este mundo y donde nació la admiración y la vocación por su tío, el banderillero Tito Guerra

Julián Guerra, toreando con la mano derecha.  | CEDIDA.

Julián Guerra, toreando con la mano derecha. | CEDIDA.

-Nació en Salamanca, pero se ha considerado torero zamorano...

-Nací en Salamanca, pero mis raíces paternas son zamoranas, de Bóveda de Toro, y he disfrutado mucho de la tierra de Zamora. Creo que hay un mal enjuiciamiento de decir que los toreros somos de un sitio, eso son las personas, los toreros somos del mundo, por decirlo de alguna manera, es algo más que encasillarlo.

Estoy orgulloso de mis raíces zamoranas, aunque me hice torero en Salamanca. La provincia de Zamora, en mis inicios de novillero sin picadores y algunas corridas de toros, fue importante y siempre está en mi corazón; también, ese sabor de Zamora y la afición al flamenco, que me viene de allí. Toda mi afición taurina, posiblemente, naciera en esos festejos populares de los que disfrutaba de niño con mi abuelo Sebastián y mi padre, un gran aficionado.

-¿Cuánto tuvo que ver en su vocación su tío, Tito Guerra?

-Muchísimo. Cuando era niño, yo no sabía qué era una figura del toreo y veía la foto en casa de Tito Guerra, que había sido novillero, y yo veía un hombre vestido de luces y me colmaba pensar que era de mi sangre. Tito tenía un carácter y un romanticismo especiales, había vivido una época totalmente distinta, desde las capeas a la calle,... son historias muy bonitas y me emociono al hablar de ello. Todas esas anécdotas, ese vestido tabaco y oro que tenía mi tío de cuando había querido ser matador, cómo mi abuelo me contaba que muchas veces lo había ayudado, y oía hablar de Fernando Domínguez, de Pascual Mezquita, del maestro Andrés Vázquez,... de niño, me gustaba más escuchar eso que que me leyeran un cuento. Ahí empezaron quizá mis inquietudes que siempre tuve de querer ser torero, pero no me atreví a decirlo hasta que tuve 10 u 11 años.

-Un ganadero zamorano, José Luis Mayoral, le dio una de sus primeras oportunidades, ¿no?

-Estoy agradecidísimo a José Luis y Pepe Mayoral y a toda su familia, fueron absolutamente fundamentales en mis inicios y las primeras veces que yo me ponía delante, con unos nueve años, y en toda mi carrera sin caballos.

Mi padre también luchó codo con codo con José Luis para ayudarme en la manera en que ellos sabían, probablemente, con muchos errorres, pero con la mayor virtud, la pasión, que es fundamental en el toreo. También me ayudó mucho David Vicente Iglesias.

-El año que viene, se cumplirán 30 años de su alternativa, ¿qué ve cuando echa la vista atrás?

-Cambiaría todo menos mi hijo por volver a tener salud para volver a una tarde de toros en Madrid. Creo que he contestado a lo que para mí son los 30 años. El toreo no ha sido nunca para mí un medio de vida, ha sido una forma de vida y, al ser eso, me ha ido invadiendo tanto que, con todos los respetos a toda la gente que me quiere, salvo por mi hijo, es el amor de mi vida. Si echo la vista atrás, no volvería a intentar ser nada más que matador de toros, lo volvería a intentar una y otra vez.

Y no volvería a dejar de intentar poner mi granito de arena para dejar la tauromaquia, por lo menos, como me la encontré o algo mejor, y eso sí me atrevo a pedírselo a mis compañeros profesionales: todos los que hayamos sentido ese momento de felicidad que da el mundo del toro tenemos la obligación, en los tiempos que corren, de, cada uno en lo que se haya dedicado, dejar esto, como mínimo, como lo encontramos, si no mejor. Tenemos que remar todos a favor y entregarle una gota al toreo, no querer llevarnos todo lo que nos haya dado, sino intentar aportar y que el toreo perdure y se recuerde, que va a perdurar; algo tan real, con tanta verdad, aunque tan egocéntrico como el querer torear, en lo que eres capaz de despojarte de todo y poder perder tu vida porque, en ese momento egocentrista, quieres que te vean y te lo agradezcan, pero el momento más íntimo, que es tu satisfacción única y personal, ese goce desbordado que tienen los toreros que se han sentido toreros realmente, que no quiere decir que hayan sido todos los que se han vestido de toreros, esos que tienen alma de torero hasta el infinito, tienen la obligación de transmitir su granito de arena, cada uno en su faceta, porque un alma torera se puede haber sentido torero y serlo o haber sido ganadero o un cronista taurino.

Cambiaría todo menos a mi hijo por volver a tener una tarde en Madrid

-¿Y qué es el alma torera?

-Es lo que un hombre tiene que le hace ser capaz de poder querer perder su vida, aunque sea soñándola, para expresarse; que llega a ser tan egoísta como tan poco egoísta porque lo haces para ti, pero dándoselo todo a un animal para que esa obra perdure en el tiempo.

Para los que hemos tenido la suerte de ser capaces de ponernos delante del toro, se puede conseguir en la plaza para ser figura del toreo, debajo de una encina o en la calle de un pueblo, pero hay mucha gente que ama al toro que no ha sido capaz de ponerse delante, pero lo ha soñado; pues estos que también sienten dentro esa llamada del amor al toro tenemos la obligación de intentar convertir al paisano en público y al público en aficionado y en buen aficionado para que no estén llenos de tópicos y les puedan entrar muchos toreros en la cabeza, muchas embestidas..., que puedan disfrutar en una corrida de toros cuando no hay un éxito porque entiendan las dificultades que ha planteado el toro y el nivel hasta el que ha llegado el torero e interpretarlo, que no lo dejen sólo en el momento de belleza porque, en el toreo, se puede triunfar, a veces, por la épica y, a veces, por la lírica.

La pureza en el arte del toro no es ningún concepto, es entregarle tu vida y tu alma al toro cuando estás delante de él, pero, cuando no estás delante, también.

¿Prima ese pensamiento de mejoría entre los profesionales?

-No, por eso pido este auxilio particular. Y no buscar excusas de que si es caro o barato porque cualquier concierto o una tarde de cine con tu pareja te cuesta 30 o 40 euros, y es algo efímero, donde nadie muere y nadie expone sus sentimientos a carta cabal, que es uno de los mayores puntos de valentía de un torero, que no puede tirar su lienzo ni el borrador de su literatura, y nadie habla de eso, igual que nadie habla ya de la hombría del torero, no en el sentido literal de la palabra, que puede sonar machista, sino ese punto de "aquí estoy yo", soberbio torero y soberbia de torero, en la plaza, no en la calle. Eso es fundamental, son los pasos por los que se debería empezar a formar en las escuelas.

El toreo tiene esa liturgia y esa elegancia y, sobre todo, lo que lo ha hecho perdurar en el tiempo es que es verdad y transparente, no hay nada más transparente que un vestido de luces o una tarde de toros, y no tiene ninguna atadura política, hay muy pocas cosas más democráticas que una plaza de toros.

Tenemos la obligación de intentar convertir al paisano en público y al público en buen aficionado

-Esa pollitización que se quiere hacer de la tauromaquia le está haciendo daño...

-Muchísimo daño y es ridícula, no ha existido nunca en la Historia. Ha habido grandiosos aficionados y artistas en cualquier ideología política. Una de las equivocaciones que estamos teniendo los taurinos es querer defender esto por ser mayoría; no hay que ser mayoría, hay que defender una minoría, una medianía o una mayoría desde la libertad de expresión que, ahora mismo, la sociedad abandera. Y, entonces, desearán volver a nosotros porque aparecerá la parte racional, por desgracia, del ser humano del interés propio. Y a los filósofos les volverá a apetecer volver a hablar con las figuras del toreo, y a los artistas estar cerca de ellos sin ningún temor a nada, como siempre fue.

-Hablaba de que puedan caber muchos toros en la cabeza, usted tiene esa facilidad de verlos muy bien, ¿pero también se entrena?

-Es un estudio continuo. Cada vez que pienso un entrenamiento, me agoto porque creo que estoy entrenando yo (se emociona). Cambiaría todo menos a mi hijo por volver a estar con nueve o diez años en casa de José Luis Mayoral, con todo lo que sé que supone el toreo para mí ahora, con plenas facultades delante de un animal. En aquellos momentos, a veces, no sabes lo que tienes ni lo que quieres realmente y lo desperdicias o lo desprecias.

El toreo se crea, por desgracia, en la soledad y casi siempre, las grandes obras son de los sentimientos más profundos y, a veces, hasta desde la falta de cariño porque desde ella es más fácil intentar abandonarse delante del animal, y para torear bien, hay que abandonarse absolutamente, no te tiene que importar más que intentar fundirte con el animal, dominarlo, para eso son todos esos conocimientos técnicos, porque la técnica y el conocimiento de la profesión acaban liberando al artista para poder expresarte sincera y realmente, lo demás son falsas composturas y hasta posturas que pueden llegar a imitarse, pero está mucho más lejos de lo que es llevar a un toro prendido en los vuelos del silencio.

Es uno de los grandes secretos de la tauromaquia: saber dónde quieres colocar al animal y dónde quieres acabarlo, rematar; por eso sólo torea bien quien se coloca bien y por eso, realmente, sólo hay dos tipos de toreros: los que saben torear y los que no. Los que saben sienten el toreo porque pueden llegar a abandonarse y perduran en el tiempo y en el recuerdo, aunque alguno de ellos no llegue a tener ni la gloria de una puerta grande, pero es un sentimiento muy profundo.

-Pero llegar a ser alguien importante en esta profesión es muy difícil...

-Pronto me di cuenta de que ser figura del toreo y hasta ser matador de toros era un milagro. Muy pronto me enganchó simplemente el aprender a torear y conocer la profesión, sabía que la gloria dependería de si estaba escrita para mí o no y, a veces, sabía que no la podría ni buscar porque había desaprovechado mis primeras oportunidades reales.

Uno de los mayores puntos de valentía de un torero es que no puede tirar su lienzo ni el borrador de su literatura

-¿Por qué pasó eso?

-A veces, cuando tienes un talento o una facilidad grande, si no tienes gente que conozca realmente la dureza de la profesión o te pueda encaminar, hace que, simplemente, vayas rascando tus talentos sin hacerlos crecer y cuando los haces crecer, ya se ha pasado tu momento. En el toreo, hacer algo bien es casi imposible; hacerlo mal y que te digan que está bien es facilísimo, pero lo que es un milagro o casi no pasa nunca es encontrar a tu persona que te haga deshacer el camino que has hecho mal. Por eso, yo me he preocupado muchas veces de toreros que, aparentemente, estaban en el olvido.

-¿Su objetivo como apoderado es aprovechar esos talentos?

-Lo que busqué cuando me hice apoderado es que ese talento que yo podía haber desaprovechado o no había sabido coordinar —y tampoco tendría todos porque, si tuve que hacerme apoderado, podría ser un buen torero, pero no tenía capacidad de figura del toreo—, pensé que me gustaría formar ya que Dios no me ha dado la virtud para ser figura, pero sí la facilidad de interpretar embestidas, mucha facilidad para torear de salón, para comprender el toreo, y de eso sí puedo presumir: sin ser nadie como matador de toros, cariñosamente, siempre me han respetado y escuchado y, alguna vez, lo digo muy humildemente, algunos toreros me piden consejo.

-Apodera desde hace dos años a Borja Jiménez, uno de los toreros del momento, ¿cómo ve su evolución en este tiempo?

-Estoy feliz con Borja. Realmente, llevamos tres años trabajando. Con él, decidí intentar el sueño de bohemia de hacer eso tan famoso que hay ahora en el sistema: coger un torero que llevaba ocho años abandonado en el ostracismo y que Dios ojalá le depare ser máxima figura del toreo o lo que sea mejor para su vida, pero lo que ha conseguido hasta ahora en tan poco tiempo no se lo quita nadie.

Si los sueños se gritan, se consiguen; si los chillas, sólo molestas. El grito es algo que sale de las entrañas del alma, de ahí tiene que salir tu deseo, y el deseo unido a la voluntad es un arma terrorífica, igual que un torero herido en el orgullo.

-¿Qué vio en él?

-Tenía unas cualidades inmensas, la facilidad y la pasión; sólo su afición va a marcar donde quiera llegar, ojalá el futuro le siga dando esa afición y esa búsqueda para intentar cada día poder seguir regalándole al toro su vida y que le siga ilusionando y que también le dé todas las cosas que le quiera dar a su gente de bien.

Era un momento en el que no sabía si las cosas podían seguir adelante por las circunstancias de mi salud, pero vi un torero que había tenido una carrera muy exitosa como novillero y que luego salió del sistema, que seguía buscando sus ilusiones ocho años más tarde y estaba solo, y vi que era capaz de apasionarse toreando, y cómo estaba en aquel tentadero, pensando que sólo tenía una corrida de toros. Y mi sorpresa fue que, después de esa corrida en Sevilla, de solo un toro, las cosas no le habían salido bien, eran las 07.30 h de la mañana, había toreado el día antes, no sabía cuándo más iba a torear y estaba allí, pero cuál es mi sorpresa que, cuando vuelvo por la noche, ese torero que el día antes no había tenido el triunfo soñado que necesitaba cuando su carrera estaba totalmente casi frustrada, a las 22.00 h, en plena Feria de Sevilla, había vuelto a ir a entrenar.

Empezamos a hablar, poco a poco, fue convenciéndome y ha sido una historia muy bonita; para mí, ya ha tenido el final feliz que tenía que haber tenido; ahora ya él va a ser dueño y libre de, si sigue dando lo que le ha dado estos dos años de exigencia a su vida en el día a día, conseguir estar en los sitios bellos y románticos que muchos hemos soñado y nunca hemos conseguido; hay muchos compañeros que, con cualquier faena de las que ha hecho él en tan poco tiempo en plazas importantes, darían su vida por tener esa tarde de éxito.

Si Borja Jiménez sigue con esa exigencia, conseguirá estar en los sitios que muchos hemos soñado y nunca hemos conseguido

Julián Guerra se abraza con Borja Jiménez tras su triunfo en Las Ventas.

Julián Guerra se abraza con Borja Jiménez tras su triunfo en Las Ventas. / Cedida por Julián Guerra.

-Cuando llevaba ocho años sin apenas torear y, de repente, abre la puerta grande de Madrid con una rotundísima faena, ¿el triunfo también se siente un poco suyo?

-Creo que lo que me diferencia a mí de otros compañeros, que no digo que sea mejor ni peor, es que yo me siento torero y, cuando apodero a alguien con el corazón —que a muchos los he apoderado por negocio, siento haber mercadeado con mi arte, pero tengo que vivir—, me creo que va un trozo de mi corazón con ellos, pero no en esa parte, en cada entrenamiento académico y pesado y repetitivo de salón, de acabar encontrando los cinco minutos mágicos en los cuales digo "ahora se acabó, ahora ha sido excelso" y hasta casi irreal, dentro de la geometría y de los parámetros académicos que puede necesitar la interpretación de cada muletazo, y has sido capaz de abandonar todos esos conocimientos que tienes que tener macados y grabados a fuego a base de la repetición para liberar tu instinto y que salga de manera natural.

Cada vez que pasa eso, me llena tanto como el triunfo más grande; como te he dicho, sigo sintiéndome torero y somos egoístas y egocentristas, y cada muletazo que sale bien, me creo que estoy yo volviendo a tener mis sueños toreros.

-Borja Jiménez acaba de ganar la Oreja de Oro de Clarín, con sólo temporada y media en el candelero. Algo tendrá que ver todo trabajo con él...

-Los triunfos son de la valía de los toreros. La virtud que yo tengo es intentar encontrar quien quiere conseguir sus sueños realmente. Yo soy tan apasionado y me involucro en el día a día o, cuando torean, me vacío como si estuviera toreando con ellos. Ha conseguido entender en algún momento mi concepto, pero, cuando tienen los triunfos, son de ellos, que son los que tienen la valía. Lo único que yo he sabido y he tenido hasta ahora es que Dios me siga dando el ojo porque seguro que, por mi exigencia y por lo pesado que soy y la afición que tengo, volveré a molestar al sistema y volveré a convertirme en un mendigo alguna vez más.

Soy duro, pero mucho menos duro que el toro, que la crítica y que el aficionado

-Precisamente, usted tiene esa fama de ser exigente de más...

Menos que el toro y el público. Lo que tengo es una afición desmesurada y soy muy realista. Creo que, como el toro te da su vida, nosotros tenemos que entregársela no delante, sino en el día a día, en el sacrificio. Para poder llegar a disfrutar delante del animal, primero hay que sufrir. Para torear, como hay que hacer el ejercicio más antinatural del mundo que se realiza desde la naturalidad, que es llevar la contradicción al instinto más marcado del ser humano, el de conservación,hay que preparar tu mente para ello.

Como aquel quinto toro del maetro Capea de Victorino, toda su carrera plasmada en una tarde, o aquel otro del maestro González, aunque sepa que le va a coger. Esa es la exigencia; por eso, yo soy exigente para preparar esa mente. Todas esas tardes de negación de segunda oreja, como sólo le hablé al oído cuando le negaron la segunda oreja de "Dulce" a Borja Jiménez y le dije "siéntete orgulloso porque este toro lo has cuajado como tú lo has soñado". Por eso hay que ser muy fuerte, porque el toro da su vida y el torero puede perderla, no es ningún juego. Cuanto más disciplinado seas en tu entrenamiento, más vas a poder disciplinar tu vida sin perderla. Por eso soy duro, pero mucho menos duro que el toro, que la crítica y que el aficionado.

-¿Usted también ha aprendido de Jiménez y de otros poderdantes que haya tenido?

-De todos. Y cada día aprendo y analizo y mis poderdantes lo saben: en cualquier entrenamiento, me fijo en cualquier acción natural que, a lo mejor, le aparece simplemente por instinto al chaval más nuevo, para hacer la comparativa, y hago una pregunta constante: "¿Lo ves? ¿Lo sentiste? Ahora salió, ahí es". Es muy difícil que no vea hasta el último muletazo de cualquier aficionado en la tapia o que no vea cualquier festejo, repito y repito las corridas, esa es mi enfermedad. E intento recordar cada lección del maestro Capea cuando estaba en la tapia, los consejos de vida del maestro Julio Robles, de don Santiago Martín "El Viti", de Juan José, mi profesor en la escuela de tauromaquia, de Paco Pallarés, de infinidad de banderilleros, como mi tío Tito Guerra y Fernando Martín Domínguez, que, a lo mejor, no consiguieron la gloria; la afición desmesurada de Pascual Mezquita, que todavía va a entrenar todos los días y a torear de salón.

Todos esos es lo que me hace saber que los grandes han sido muy exigentes con ellos. La personalidad arrolladora del maestro Joselito y de Morante, o de José Tomás, creer en él, esa rebeldía del maestro Paco Camino, esa manera de investigar de Ojeda dentro de él delante de un animal; eso sí es duro, no Julián Guerra. Y lo que sí que es duro es que, sin estar frustrado, has visto con la añoranza con la que yo te hablo de mis tiempos perdidos, pues eso es lo que yo intento que no les pase, aunque me acaben odiando porque, donde yo intento que pongan los pies, el suelo está muy caliente.

-¿Lidiar en los despachos puede resultar, a veces, más difícil que hacerlo delante de un toro?

-Lo más difícil que hay es ponerse delante de un toro; como eso no, no hay nada. Pero, en los despachos, no hay, a veces, tanta verdad como poniéndote delante de un toro, ahí tú puedes llegar a decidir si eres capaz y, si no, en tu intimidad, tú sabes que no has sido capaz.

En los despachos, en la actualidad, hay muchos intereses creados que yo cambiaría, deberían seguir apareciendo muchos apoderados independientes o que las grandes empresas sólo pudieran tener a las figuras de máximo interés o a los chavales que hubiera que promocionar en sus inicios para que no pudiera existir la comercialización o marcar tanto los intereses, la famosa frase que yo odio del cambio de cromos; es la vida misma, en la actualidad, en cualquiera de las facetas. 

Que fuera por la libertad de que, en cada momento, lo que van consiguiendo los toreros y que fuera la gente que tenga la ilusión que yo de ayudar, de sacar, de fomentar, de poder alimentar la ilusión de los novilleros, se les volviera a escuchar, como las empresas antiguas, que tenían ese respeto de decir "vamos a dejar que la gente trabaje"; desde aquí hago ese llamamiento: que las empresas escuchen un poquito más al romántico que está en la calle, escucharlo, estudiarlo y ver el caso.

-Me queda claro que, si volviera a nacer, volvería a ser torero, ¿pero también volvería a ser apoderado?

-Mi sueño perfecto es que los vuelos de mis engaños me hubieran dado de comer a mí y a los míos hasta mi último suspiro y sí me habría gustado en ese tiempo poder ayudar y formar, pero eso habría sido perfecto. Si hubiera conseguido ser una máxima figura del toreo, creo que el paso comercial como apoderado en los despachos me habría gustado darlo, pero no me arrepiento. Soy apoderado libre y estoy feliz de serlo y de poder seguir vinculado y disfrutando por mi cercanía a esta profesión, aunque ahora llevo cuatro o cinco años en los que mi salud no me ha permitido ser profesional, he hecho lo que he podido.

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