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El petirrojo o pimentera: un pájaro muy nombrado en Zamora

Solo en la provincia se han recogido más de una veintena de formas diferentes de llamar a este ave

El petirrojo o pimentera: un pájaro muy nombrado

El petirrojo o pimentera: un pájaro muy nombrado

José Alfredo Hernández

El petirrojo europeo (Erithacus rubecula) resulta, sin duda, una de las aves más conocidas y populares de nuestro continente. Su carácter confiado y su presencia habitual en los entornos humanizados, junto con su llamativo plumaje, contribuyen a esta popularidad, la cual -a su vez- estaría en el origen de la gran diversidad de denominaciones vernáculas que recibe. Sólo en la provincia de Zamora hemos recogido más de una veintena de formas diferentes, que reflejan también la gran variedad lingüística y dialectal de nuestras comarcas.

El petirrojo o pimentera: un pájaro muy nombrado

El petirrojo o pimentera: un pájaro muy nombrado. / J. A. H.

Los más frecuentes aquí son los nombres que relacionan el color que adorna su papo y su cara con el del pimentón, especia tan característica de nuestra gastronomía y conocida en muchos lugares como pimiento o “pemientu”. Este sería el caso de vernáculos extendidos por casi toda la provincia como “pimentero”, “pimentera”, “pementeiru”, “pimientel”, “pimienta”, etc. También hacen referencia a este rasgo de su librea otras denominaciones más locales como “paparrubio” o “paporruibo”, “barba colorada”, “peitu bermeillu” y “estoupu”. Otros de los nombres recogidos para esta vistosa y simpática ave en algunas localidades zamorana son “porquiño de rei”, “porcupiscu” y “nevero”.

En estos días de otoñada se hace cada vez más evidente la presencia generalizada de abundantes “pimenteras” de procedencia norteña, que se unen a la más reducida población de residentes nidificantes, presentes todo el año en bosques umbríos con sotobosque desarrollado de la mayor parte de la provincia.

Muchos de estos petirrojos que nos llegan desde las tierras europeas septentrionales se muestran en extremo confiados, pues proceden de países donde se los considera aves familiares y frecuentan, con asiduidad y carentes de toda prevención, la proximidad de los humanos. En cualquier parque, jardín, soto o huerto, incluso en pleno centro de la ciudad, podemos detectar ahora sus movimientos inquietos y hechizarnos con su cercana e inquisitiva mirada.

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