El hombre que entrenó a Andrés Vázquez
Antonio Allende "Gatero" ha dedicado buena parte de su vida a preparar físicamente a toreros y banderilleros de manera altruista

Antonio Allende "Gatero", entrenador físico de toreros, en su casa de Villalpando. / Carmen Toro
Fue el maestro Andrés Vázquez quien se acercó a él para pedirle que lo preparase físicamente, tras llevar años haciéndolo con deportistas. Antonio Allende "Gatero", como podría anunciarse en los carteles si hubiese sido torero, ha dedicado buena parte de su vida a entrenar a toreros de oro y de plata.
Aunque todo empezó con su paisano de Villalpando, Andrés Vázquez, cuando el diestro tenía 65 años y se dirigió a este hombre de su pueblo, peluquero de profesión y entrenador por vocación, para pedirle su ayuda de cara a reaparecer en los ruedos "porque a mí me han gustado siempre los toros; en Villalpando, a todos nos han gustado los toros". "Andrés se retiró y volvió otra vez y me dijo que si podía prepararle físicamente porque quería volver a torear". Gatero aceptó y Vázquez le preguntó "cuánto le iba a llevar y le dije que nada". "Este no ha llevado nunca nada", apuntilla su mujer, Eustasia, dejando patente el altruismo de su marido.
De las sesiones con Vázquez en el polideportivo de Villalpando, cuenta que la primera parte la dedicaban a caminar o correr, "lo primero fue hacer senderismo, porque tenía un poco de barriga, y ver cómo iban las pulsaciones", "luego, lo fui sometiendo de menos a más, igual que una carrera", luego hacían "una hora u hora y media de físico, hacíamos fondo y, después, series, trabajábamos la parte abdominal, la elasticidad; a un torero no se le muscula, se le fibra", explica. "Exige mucho a todo el que viene y a la gente le gusta por eso", puntualiza uno de sus "discípulos" —como él los llama— en el plano deportivo, Antonio Pérez. Y así estuvieron durante quince años, haciendo entrenamientos prácticamente a diario, hasta que el maestro llegó a los 85.
En el primer tentadero al que fue Andrés después de querer reaparecer, "fuimos a lo de Antonio Pérez-Tabernero, era la primera vez que yo pisaba el palco de una ganadería de primera, y estaba hablando mentalmente "a ver si le sale bueno", y la vaca salió y yo me dirigía a ella "apriétale, apriétale", y el hijo de Pérez-Tabernero dijo después "oiga, profesor, muy mal quiere usted al maestro". "No le quiero mal, quiero que la vaca le apriete y le exija a ver cómo él está físicamente", explica Allende, de 90 años, pero con una apariencia física y una memoria que le hacen aparentar, como poco, dos décadas menos.
Gatero recuerda perfectamente el festival que Andrés Vázquez toreó en Zamora a sus ochenta años ycon motivo del 50º aniversario de su alternativa. "Yo era el preparador físico del maestro y, a Vicente del Bosque, lo invitaron y, al terminar la faena, en la que estuvo inmenso, inconmensurable, no se puede torear con tanta perfección, porque el toreo es arte, no es trabajo, me dijo del Bosque "¿qué has hecho tú con un hombre de 80 años para que haya estado en la plaza como ha estado?". La pregunta del millón. "De donde hay agua, se saca; de donde no hay, no se puede sacar", dice Allende. "Andrés Vázquez iba conmigo a correr para endurecer piernas y que tuviera buena cimentación, lo subía al teso San Marcos", explica.
Después de Vázquez, vinieron otros toreros como los hermanos Javier y Damián Castaño, el también salmantino Juan del Álamo; Raúl Alonso, de Sieteiglesias de Trabancos (Valladolid); Javier Herrero, de Cuéllar (Segovia), el mexicano Angelino de Arriaga, que llegó a estar afincado en el pueblo; los Manrique, de Medina de Rioseco; Leandro Marcos y, por supuesto, el también zamorano Alberto Durán. Hasta Fernando Robleño, actual director de la Escuela Taurina José Cubero "Yiyo", de Madrid, llegó a visitar a Gatero.
También han sido varios los banderilleros que acudían varias veces a la semana a Villalpando para entrenar con él, como Jesús Herrero y su padre, Ramiro Herrero, o El Suso, que ahora es veedor para toreros como José María Manzanares. "Venían a entrenar conmigo y a hacer técnica con el maestro Andrés Vázquez", dice Allende, y añade su "discípulo" Pérez, "para un crío de estos que empezaba, entrenar con el maestro, imagínate lo que significaba".
"Venían y yo los corregía también porque, después de quince años (con Andrés Vázquez), hay que ser muy bruto después de oír todo los días "tienes que vaciar así, perfílate o colócate...", cuenta. "Ha sido mi vida", "he disfrutado mucho", asegura Allende, a cuyos horarios tras trabajar en su peluquería, se adaptaban toreros y banderilleros para poder entrenar con él, a pesar de la disciplina que imponía. "Aquí se viene a trabajar, si vienes a gastar dinero en gasolina para nada, te quedas en tu pueblo", trataba con mano dura a sus "discípulos" toreros.
Volviendo a recordar a El Nono, asegura que "él se ha portado siempre conmigo maravillosamente, yo fui a lo de Victorino gracias a él", cuenta Allende y prosigue: "¿Sabes cómo me llama Victorino Martín? El gato volador", el apodo que el ganadero de la "A" coronada heredó para el entrenador del torero que lanzó, en su época, su ganadería. "Porque el maestro decía "este es igual que un gato volador" por ser muy ágil. Y el ganadero lo corrobora.
Tal fue su relación con Andrés Vázquez, que Antonio Allende también aparece en la película "Aprendiendo a morir", en la que el matador villalpandino tiene un papel y su preparador físico actúa, precisamente, de eso.
Aunque desvela una sorprendente "secreto": "Yo nunca fui partidario de Andrés". "Aquí había dos toreros, dos chavales que despuntaban, uno, que se llamaba José Lobato "Joselito" y Andrés Vázquez, y el pueblo se dividió en dos partes. Lo que es la historia", sin dejar de reconocer que fue "una figura del toreo" y "uno de los tres catedráticos del toreo que ha tenido Las Ventas, junto a Antonio Bienvenida y Santiago Martín "El Viti" porque "son los tres que más veces han salido por la puerta grande de Las Ventas". "Yo he tenido la suerte de estar con uno de los tres", dice Gatero satisfecho, que añade que "es muy difícil salir diez veces por la puerta grande de Las ventas", como consiguió su paisano.
Y a él le dijo que quería tener un recuerdo suyo, que se materializó en los pitones con los que el torero entrenaba. "con esos pitones, entrenó una figura del toreo que salió por la puerta grande de Las Ventas", remarca feliz.
Aunque Allende también guarda palabras de cariño para todos sus "discípulos", con los que está satisfecho de mantener contacto. "Me llaman muchos", cuenta.
Y es que este hombre, que ostenta la Medalla al Mérito Deportivo a escala provincial, ha basado su vida sobre los pilares de la disciplina, la dedicación y el altruismo. Y eso es digno de reconocer, hasta para quienes visten de oro.
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