Agustín, el alistano niño de la guerra de Campogrande
El Ayuntamiento de Rabanales homenajea a su vecino centenario Agustín Martín Ríos, el primer taxista del pueblo
"El secreto de la longevidad es tener buen corazón"

Himenaje del Ayuntamiento a Agustín Martín Río | Ch Sebastián
El Ayuntamiento de Rabanales, cuya Corporación Municipal preside el alcalde Santi Moral Matellán, ha rendido un emotivo y merecido homenaje a uno de sus vecinos más ilustres: Agustín Martín Ríos ha superado la mágica barrera de los cien años.
Al acto, celebrado en la Residencia de la Tercera Edad San Salvador de Rabanales, donde reside, asistieron además del alcalde Santiago Moral Matellán los concejales Jesús Cerezal Gallego, Margarita López Calvo y Juan José Caballero Matellán, junto a la directora del centro residencial Llanos Soriano, entregándosele una placa conmemorativa y un ramo de flores. Reconocimiento institucional al que se suma al celebrado por su familia en el restaurante Matellán.
Agustín Martín Ríos, nació en Campogrande, municipio de San Vicente de la Cabeza, un ya lejano día 7 de septiembre de 1924 en el seno de una humilde familia de agricultores y ganaderos formada por Simón y Concepción, que se ganaban la vida cuidando sus ganados y labrando sus tierras allá por la frondosa ribera del río Espinoso. Es el mayor de tres hermanos: Valeriano y Valentina que también casó forastera, con Agapito Silva Calvo, de Valer.
Campogrande era un pueblo entonces lleno de vida con 142 vecinos, que llegarían a los 183 en el año 1950: hoy son 20 vecinos (11 varones y 9 mujeres).

El niño de la guerra de Campogrande
Era Agustín un rapaz alistano típico de aquellos tiempos del reinado de Alfonso XIII donde los pueblos vivían sus momentos de mayor esplendor poblacional como preludio de las primeras migraciones camino de Cuba, Brasil y La Argentina. Un paraíso de fauna y flora, entre prados y cortinas, donde era Agustín un experto en la principal tarea de los rapaces de pueblo en primavera: buscar nidos: no se le escapaba donde anidaban los pardales, correcarrilles, tordas, abangavigas, pegas y picapeces.
Coincidió su infancia con la construcción de la entonces flamante y nueva escuela de Campogrande donde participaron los propios vecinos acarreando las piedras y la arena con sus carrunas. De su paso por ella recuerda un maestro muy bueno que con sus enseñanzas y consejos logró moldear sus facetas en la vida.
No eran tiempos aquellos de muchos viajes ni medios de comunicación para realizarlos, pero la cosa sé que Agustín conoció una muchacha de Rabanales, María, de la que quedó prendado, enamorándose perdidamente: un amor que era correspondido.
Uno de los días más felices de su vida fue el 5 de febrero de 1954 cuando con sólo 20 años contraía matrimonio con su amada María Gelado Moral y como mandaba la tradición boda en el pueblo de la novia, iglesia de San Salvador, de Rabanales, donde se establecieron; eso sí, siempre se le ha conocido como "Agustín el de Campogrande".
Tras la dura Guerra Civil, que él vivió con doce años, llegó una posguerra donde necesidades y penurias pasaron factura a todos, pero más aún a los campesinos del medio rural alistano donde la frase más repetida era aquella de "Somos muchos y hay poco para comer", recordando Agustín que "fueron unos años muy duros y difíciles en los que no sobraban los recursos y teníamos que ingeniárnoslas para sobrevivir".

El niño de la guerra de Campogrande
A pesar de las adversidades, tenía mucha fuerza de voluntad y nada le desanimaba, de tesón e ingenio iba sobrado para salir adelante; autodidacta, era un genio con la madera y el hierro, lo mismo construía una casa que hacia un carro o afilaba unas hoces para la siega y los cuchillos y machetas para la matanza.
Llegó el momento en que fue testigo de cómo muchos de sus paisanos emigraban en busca de fortuna y atraído por la necesidad de progresar cogió la maleta y se fue a trabajar un tiempo en la construcción a Asturias, pero en su cabeza siempre estaba Aliste.
Regresó a su tierra y con lo ganado lo primero que hizo fue sacar el carnet de conducir y se convirtió en el primer taxista de Rabanales con sus entonces flamantes coches: Ford 8, Renault 4/4, Volkswagen 1.100, dos Seat 1400 (siete plazas) y un 1500 con motor Mercedes: "no solo llevaba viajeros, era mucho más, su guía, acompañante, asesor y amigo".
Eran otros tiempos y en varias ocasiones hubo de hacer de matrona cuando los niños adelantaban su llegada al mundo cuando Agustín llevaba a sus madres camino del hospital el Zamora. Cuantas veces llevo a enfermos al hospital siendo él demás de taxista el "familiar" acompañante. Transportaba también a los estudiantes que tenían en él un referente a la hora de resolver dudas o necesidades y dar soluciones.
Traspasada la mítica barrera de los cien años echa la vista a atrás y si de algo se siente satisfecho y orgulloso es de la familia que formó con María (+), hace ya 70 años que dio como fruto a sus dos hijos Conchi y Agustín (casados con Luis y Dominga) con tres nietos Luis, María y Víctor, que casado con Isi, están a la espera de darle próximamente la que será su primera biznieta.
Para Agustín el de Campogrande el secreto de la longevidad y la salud están "en tener buen corazón, ayudar a los demás en lo que puedas y nunca hacerle al prójimo lo que no quieres que a ti te hagan. Hay que hacer el bien sin mirar a quien".
Una de sus pasiones fue la apicultura: "Las abejas son parte imprescindible del ecosistema, sin ellas el mundo se acabaría" como las plantas y las flores de las que conoce todos todas sus virtudes y efectos, siendo un enamorado de la medicina natural: é siempre tiene remedio para todo. Es un alistano de pura sangre: "Agustín el de Campogrande".
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