Entrevista | Saúl Jiménez Fortes Torero
"He toreado mucho a puerta cerrada en Fuentesaúco; le tengo cariño a la provincia"
"La carne se cura y de una cornada te recuperas más o menos rápido; los momentos más duros que he sufrido han sido por otros motivos"

Saúl Jiménez Fortes, en la plaza de Villamor de los Escuderos. | A. Delgado
Saúl Jiménez Fortes lleva el toreo en la sangre. Es hijo del banderillero, apoderado y empresario Gaspar Jiménez y de la novillera Mari Fortes. El martes ha toreado en su casa, Málaga, en un mano a mano con Andrés Roca Rey que colgó el cartel de "no hay billetes" y en el que sufrió una sobrecogedora cogida de la que se llevó cornada de varias trayectorias, una brecha en la cabeza y el resultado de "pronóstico grave" en el parte médico, pero que no le impidió continuar haciendo el toreo en el ruedo y cortar cuatro orejas que fueron la llave con la que abrió el cerrojo de la puerta grande de La Malagueta, donde se ha alzado con el Capote de Paseo que lo acredita como triunfador de la Feria de Málaga por cuarta vez y por segundo año consecutivo. El pasado domingo, también triunfó en un festival celebrado en Villamor de los Escuderos, donde hizo el paseíllo con el torero local Alberto Durán.
–¿Cómo vivió la tarde en Villamor de los Escuderos?
–La tomé con muchísima seriedad e intentando tener la mente enfocada en lo que quería que pasara el martes, pero también con la relajación de que un festival es un compromiso menor, y disfrutando de la amistad que tengo con Alberto Durán y probando cosas que quería que salieran, como la espada. Fue un buen día, vi mucha gente en el tendido que hacía mucho que no veía.
–¿Había toreado antes en la provincia?
–Cuando empecé de novillero, me fui a Salamanca y teníamos un gran vínculo con la zona de Fuentesaúco, de Toro, de La Bóveda de Toro,... especialmente, en Fuentesaúco, he toreado muchísimo a puerta cerrada en el campo. Sé que cuento con gran parte de amigos y partidarios y le tengo cariño a la provincia.
–El día 20, ha abierto la puerta grande de Málaga en un mano a mano con Roca Rey que colgó el cartel de "no hay billetes"...
–Fue una tarde soñada, para la que uno se prepara y por la que decide ser torero; llevaba prácticamente todo el año preparándola. La disfruté mucho, fue muy bonita y muy emotiva. De esas tardes que tienen todo lo que se cita en el toreo: emoción, estética, belleza, compromiso. Muy especial, también, por sentir el apoyo de tanta gente y tantos compañeros, empezando por Andrés (Roca Rey), que hizo posible el mano a mano.
–Y recogió el capote de Triunfador de la Feria 2023, algo que volvió a lograr esa tarde. ¿Triunfar en casa es especial?
–Siempre me he sentido torero de todo el mundo, no sólo de Málaga, y esa es mi ambición: ocupar puestos altos en el escalafón. Evidentemente, tu casa es tu casa y, quizás, más por las circunstancias, es donde mejor y a mayor nivelse me ha visto. Ha habido días que tenía mucha responsabilidad por eso mismo: ir superando año tras año el nivel que se va dando al anterior no es fácil y es lo que me hizo sentirme orgulloso.
–¿Se considera profeta en su tierra?
–Sí. Desde 2015 o 2016, que obtuve mi primer Capote de Paseo e hice una gran faena. A partir de ahí, fue como ir sintiendo año tras año esa unanimidad y esa fe de que la gente quería que triunfara no sólo allí, sino en el resto de sitios para, de alguna manera, poner a Málaga en el mundo taurino. Cada año, siento más ese cariño, que, al principio, era más de profesionales y creo que ahora ya es de toda la ciudad. El martes vi esa unanimidad.
Me gusta disfrutar de las feria unos días antes, con mi familia, mis niños,... y creo que da mucha cercanía al aficionado, que puede saludarte, hablar y ser un malagueño más. Y después, evidentemente, lo que ocurra en el ruedo porque sin eso no hay nada. Lo que marca la diferencia es el nivel que se pueda dar en la plaza durante la faena.
–¿Cómo va la temporada?
–Con mi circunstancia de que, prácticamente, es la primera corrida que toreo, viviéndolo con esa cierta lejanía. Pero viviendo la profesión, y veo importante la cantidad de gente joven que está yendo a los toros, la renovación del escalafón, con sorpresas y que se van consolidando, como Borja Jiménez o Fernando Adrián. Y disfrutando como aficionado y profesional de compañeros y grandes toreros, como Morante. Y con el objetivo de volver a entrar en esas grandes ferias.
–Es hijo de banderillero y novillera. ¿Vio siempre la igualdad como algo normal en el toro?
–Siempre. Mi madre vivió una época en la que ser una mujer torera era mucho más difícil, no sólo toreando, en todos los aspectos. Una mujer en el callejón era prácticamente inconcebible, incluso, toreando ella, tuvo problemas para estar en él. Aun así, ella lo vivía como algo natural de que era un ser humano toreando y el toro no distingue sexos. Es cierto que hay menos mujeres que están arriba, pero es una profesión muy difícil, que hace una criba muy muy grande y también muchos hombres se quedan en el camino. Siempre lo he vivido con mucha naturalidad y mucha igualdad, el toreo pone a cada uno en su sitio por sus propios méritos y no por ninguna otra condición.
–En una etapa de su juventud, los toros ni le interesaban. ¿Cómo fue esa "llamada"?
–Mi padre apoderó al novillero Roberto Gallardo, empecé a entrenar con él y, cada vez, me lo iba tomando más en serio, iba disfrutando de torear de salón,... De muy niño, tenía una obsesión por torear y vivía el toro de lleno, y eso marca mucho. Aunque pasara unos años con un poco más de apatía, seguía conectado al mundo del toro. Creo que lo que marcó la diferencia y me hizo dar el paso fue ponerme delante de una becerra y experimentar esas sensaciones que fueron las que me hicieron engancharme cada vez más a torear. Cuando empecé en la escuela taurina, no tenía muy claro que quería ser matador de toros, pero, cuando empezaba a torear un poco más en serio novilladas sin picadores o certámenes, veía que progresaba y que merecía la pena apostar por eso. Decidí profesionalizar un "hobby" tan grande para poder disfrutarlo con más frecuencia, hasta que haces de tu vida el toreo y el toro.
–Y fue a prepararse a Salamanca. ¿Cómo le fue en la zona?
–Cuando fui a Salamanca, ya había debutado con picadores, no fui a la Escuela como tal. Julián Guerra vino a Málaga, se había fijado en mí, le habían hablado de mí y me ofreció la posiblidad de ir a Salamanca, echarme una mano, apoderarme y no me lo pensé porque, en Málaga, lo tenía bastante fácil porque mi padre era empresario y yo podía torear todos los domingos, pero sabía que necesitaba dar un paso más para no quedarme en un torero local e ir progresando. Salamanca ha sido muy clave en mi carrera. Allí, se vive el toro de una manera muy especial y yo tengo un vínculo grandísimo; prácticamente, la mitad de los tentaderos que hago son en Salamanca. Se vive el toro con muchísima afición, cualquier persona tiene un familiar que, si no es torero, es picador o mayoral,... eso hace que el arraigo de la tauromaquia sea muy diferente, es una zona muy bonita para ser torero.
–La profesión le ha pegado fuerte varias veces. ¿Cómo se sobrepone de eso?
–Realmente, creo que no ha sido una intención mía de decir "tengo que superar y escalar ese puerto de montaña", me han ido viniendo de una en una y lo único que he hecho ha sido recuperarme para poder torear la siguiente corrida. Lo vivo con esa sencillez, parece fácil, pero asumes que es una profesión de riesgo y esa posibilidad de que los toros te cojan. Es verdad que me han cogido mucho y algunas veces ha sido grave, pero intento recuperarme pronto tanto física como mentalmente y seguir disfrutando de la tauromaquia.
Es cierto que las cornadas terminan dándole una dimensón mayor a lo que uno hace. Evidentemente, lo que más me gusta de torear es el hecho de torear y de hacerlo bien, tardes como la del martes no me gusta que se enturbien con la cornada, pero sí creo que le dio un punto más de dimensión a lo que hubiera sido una tarde soñada sin la cornada, el hecho de torear dos toros más sangrando, herido y condicionado. Pero lo que más me gusta es torearlos como pude hacerlo: con sentimiento, con el alma, con despaciosidad,... Eso es lo realmente importante y por lo que uno se quiere recuperar pronto para seguir toreando.
–Los despachos también le han pegado fuerte. ¿Duele más una injusticia que una cornada?
–Sí, suele doler más la herida del alma. La mayoría de la gente tiene en mente las cornadas del cuello y las lesiones, pero los momentos más duros donde he podido replantearme cosas o he sufrido mucho en mi día a día han sido por otros motivos. La carne se cura y de una cornada te recuperas más o menos rápido, pero hay otros aspectos psicológicos, emocionales o que no encuentras una salida fácil para empezar la temporada. Todo eso es lo que de verdad te pone a prueba la afición.
Estoy orgulloso porque después de, tanto el año pasado, prácticamente, sin torear y este año, sin vestirme de luces ni torear ningún toro a puerta cerrada, aunque los ganaderos me han apoyado mucho y he hecho bastante campo, dar esa dimensión es realmente difícil. Afortunadamente, tenía esa tarde y siempre hay que estar agradecido y creo que el gesto de Roca Rey de anunciarse mano a mano conmigo también es de agradecer, porque las tardes de mano a mano tienen un condicionante especial de que siempre se puede tomar partido por uno por de los dos y él no tenía por qué asumir ese compromiso en su temporada y lo asumió por ese respeto y admiración mutua que nos tenemos y porque creíamos que podíamos dar una buena tarde de toros.
–Es habitual que los toreros no quieran que sus hijos sigan sus pasos. A usted no le importaría que los suyos lo hagan, ¿no es así?
–Digamos que nunca he entendido mucho, quizás, porque aún lo veo muy lejano porque son pequeños, el concepto de que no quieras darle a tu hijo lo que tú quieres para ti. Eso es algo que me sorprende. No es que yo quiera que ellos vivan lo que yo he vivido ni que quiera influirles; como cualquier padre, quiero lo que ellos quieran y con lo que ellos sean felices. Es vedad que yo comparto mucho mi afición con ellos y, a veces, les gustan más y otras, no hacen mucho caso de los toros. Ni quiero favorecer una cosa ni la contraria. Si, algún día, ellos lo deciden y veo que va en serio, lo apoyaría igual que lo haría si deciden ser tenista o médico. Es una profesión dura, eso ya lo saben, pero espero que sean un poquito más sensatos que su padre.
–¿Cree que tener un padre torero les hará aprender ciertas cosas antes de tiempo y madurar más pronto?
–No sé si madurar antes, pero sí les he inculcado una serie de valores que creo que son muy valiosos. Por ejemplo, la valentía. Mi hijo tiene tres años y medio y, muchas veces, me dice "me he caído, pero he sido muy valiente, como Manuel Escribano cuando se fue a porta gayola". Son experiencias que viven por el hecho de ser aficionados al mundo del toro y, en mi caso, por vivirlo en casa y tenerlo más cerca. Creo que les aporta unos valores que son importantes en su educación. Sí veo, ahora que van creciendo, que es una profesión sufrida también para ellos que su padre sea torero, pero lo llevan con naturalidad y, ahora que todavía estoy ingresado, entienden que no ha sido nada, que me estoy curando, no le dan la importancia que pueda tener, lo naturalizan. Pero, cuando sean más mayores, cuando toree o los días antes, también les puede causar ese sufrimiento que pueden tener mi madre o mi mujer y tendrán que llevarlo lo mejor que puedan. Ahora mismo, hay mucha admiración y sí ven que su papá hace una cosa especial o diferente.
–¿Cómo es "Más allá del toreo", el curso de crecimiento personal e inteligencia emocional que dirige?
–Lo que propongo, a través de diferentes ejercicios y dinámicas, es trabajar sobre algunos aspectos personales de cada alumno, de su vida diaria, ajena, en la mayoría de casos, al mundo del toro. Trabajan sobre esos aspectos personales, cotidianos, importantes o sucesos traumáticos o díficiles que han tenido, para cambiarles el significado o para afrontarlos como los afrontaría un torero: con ese compromiso, esa responsabilidad, esa entrega,... trabajando los miedos, las limitaciones. Es un curso muy enriquecedor y diferente porque hay muchos cursos de desarrollo personal y, cada vez más, esa posibilidad de torear una becerra en el campo, pero no hay nada que aúne ambas cosas: el "coaching", la inteligencia emocional, y la experiencia de que puedas ponerte delante de una becerra, uniéndola, además, a superar ese trabajo que quieres conseguir o superar ese duelo y quitarte ese peso que está limitando de alguna manera tu vida, y potenciar lo que quieres alcanzar.
–¿Las diferentes ediciones le han servido para acercar la tauromaquia a gente que, en prinicipio, era reacia a ella?
–Cada vez más, está viniendo gente ajena al toreo. Al prinicipio, venían más aficionados prácticos; luego, empezó a venir gente que no había toreado nunca, y están empezando a venir personas porque el curso ha trascendido a la calle y quieren vivirlo y nunca han estado en una corrida de toros. Y funciona igualmente porque no es un curso donde se especifique sobre la técnica del toreo o en el que se necesite saber de toros. Simplemente, resume esos valores del torero y te los puede inculcar. Sí he conocido gente antituaurina a través de otras formaciones de "coaching" o desarrollo personal que, una vez que me han conocido y han visto la pasión que tengo por el toro y por la tauromaquia, han cambiado su forma de pensar, y eso es algo valioso y bonito y, sobre todo, algo que podemos hacer todos sin mucho esfuerzo en nuestro círculo cercano. Es más fácil hablar en nuestro trabajo o en nuestro barrio, ahí es donde creo que uno tiene más capacidad de influir en el resto de la sociedad para enseñar la tauromaquia.
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